1. El Padre Armando ha sido un personaje ilustre en Cuernavaca desde la década de los cuarenta, cuando llegado de Xalapa y la Ciudad de México se dedicó a la labor educativa en esta ciudad; tan recio fue su carácter y tan grande fue su esfuerzo cotidiano, que no necesita más presentación que su nombre de batalla: “Padre Armando”.
Por estarse cumpliendo 100 años de su natalicio, se han venido llevando a cabo festejos variados en la institución más grande que fundó: el Colegio Cristóbal Colón de Cuernavaca. Como allí laboro, me toca ser testigo frecuente de innumerables muestras de cariño y respeto hacia su persona. La lista de exalumnos dispuestos a regresar a casa para compartir recuerdos y honrarlo es enorme y también lo es el contingente de jóvenes hoy dispuestos a seguir el liderazgo de un hombre digno de admiración por su legado: “Amor a Dios, Amor a la Patria, Amor a los demás, pero con disciplina”. Por ese ánimo que se torna ejemplo de civilidad y valor encomiable, a todos ellos les esperará siempre una cálida bienvenida en el viejo y fuerte edificio de Avenida Morelos, edificio que fuera asimismo el hogar del Padre Armando y varias generaciones de alumnos internos.
2.
En este marco, el sábado pasado se dio un acto más de los varios planeados para el año de festejos, el mismo fue casi mágico porque involucra mucho amor, la voluntad de RE-VIVIR y el afán de llevar a cabo una manifestación colectiva inolvidable, me refiero a la “Marcha de la Gratitud”, misma que logró tan gratas emociones, que habrán de buscarse de nuevo por el bien que hacen al alma.
Organizada por un comité dedicado a tal efecto desde hace casi 6 meses, el desfile incluyó a cientos de personas venidas de cerca, lejos y muy lejos, muchos de ellos vistiendo con orgullo una camiseta blanca que decía “exalumno”, lo cual habla de pertenencia a un grupo honroso, pero no faltó antes del desfile la donación del uniforme original del colegio -¡gracias, Dr. Gánem Guerra por eso y por su brillante discurso- y eso emocionó hasta las lágrimas a más de uno. Por supuesto el desfile se distinguió por el orden de los diversos contingentes diferenciados mediante banderines y guiones distintivos.
Todo mundo contribuyó con granitos o granotes de arena porque como dice mi amigo Carlos Félix, brillante exalumno de la institución, hoy eminente comunicador: ¡este festejo sólo lo viviremos una vez y por eso hay que echar la casa por la ventana! Y claro está, fue esa cualidad de “lo único e irrepetible” la que exaltó valores que urge hacer cada día más visibles en Morelos, como destacó el gobernador Graco Ramírez.
La fraternidad, el trabajo en equipo y la amistad fueron los más evidentes de la marcha, pero habría que destacar que los meses de preparación estuvieron siempre signados por una profunda nostalgia por los tiempos de infancia de los exalumnos miembros y no miembros del comité de festejos, quienes recuerdan al Padre Armando también como a un papá regañón, un líder de opinión, un sacerdote, un militar de complemento y un artista aficionado.
3.
Las ciudades del mundo se caracterizan por incluir entre sus construcciones simbólicas monumentos, calles y recintos dedicados a distinguidos personajes, a quienes la sociedad quiere recordar ya sea por algún hecho histórico en particular, o por una serie de hechos reflejados de manera positiva en la vida cotidiana.
Honrado en el discurso familiar por infinidad de personas en su calidad de maestro y guía espiritual, al Padre Armando se le brindó el sábado pasado un nuevo reconocimiento urbano de tono oficial. No olvidemos que en tiempos del Dr. Juan Salgado se le había ya dedicado una céntrica, aunque breve calle.
La plaza en su memoria, en la convergencia de las calles Leandro Valle, Degollado, Matamoros y Victoria ya existía como paradero de autobuses y por falta de recursos y tiempo no se remozó; el monumento que se colocó en una de sus esquinas es humilde y la placa con su nombre sufrió daños a efectos de despreciables vándalos apenas colocada este sábado, pero lo que se quiere destacar aquí es la voluntad y experiencia en estas cosas de parte del profesor Pablo Rubén Villalobos, quien gustoso llevó la iniciativa ante los señores regidores, para que en sesión de cabildo pudiera aprobarse. Hay que destacar que como conocedor de la historia local y habiendo tratado en persona al Padre Armando, el Dr. Morales Barud y su equipo de trabajo, junto con los miembros del cabildo apuraron las labores para tan digno reconocimiento.
Sin duda, será responsabilidad de todos los habitantes de nuestra ciudad, el cuidar de este espacio, irlo dignificando y hacerlo parte de la memoria urbana de los cuernavacenses.
Pero además todos conservaremos una responsabilidad más: la de recordar continuamente a quienes de esta sociedad lo merecen, en este caso se trata de quien ejerció un liderazgo en el campo educativo (y pastoral) que debemos recuperar en tiempos de crisis. Su visión superior de las cosas y su personalidad impetuosa macaron para siempre su existencia con los calificativos fértil y comprometida. No todas las ciudades cuentan con un Padre Armando en su haber y por eso me atrevo a decir con orgullo yo también: ¡Soy de La Colón!
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