1.-Definición
Podría pensarse que el concepto “tejido
social”, hoy tan de moda, se entiende cabalmente, podría pensarse que todos
sabemos de qué estamos hablando cuando nos referimos a esta especie de red
nacida de un entrelazado de elementos individuales (personas) que asumimos
parejo; y más allá: podría pensarse que hacer a este duplo de palabras un
sinónimo de “sociedad” es lo más pertinente.
Pero no, resulta que el término “tejido
social”, aplicado en un principio por oradores de filiación izquierdista (hoy
es término generalizado) no es accesible al común de la gente y resulta que
tampoco es un entramado parejo y estable.
Según la Wikipedia, el “tejido social” hace
referencia al conjunto de relaciones sociales que dan cohesión y/o unión a
cierto conjunto de individuos o grupo social. Abunda la página diciendo: “A
partir del 3.er cuarto del siglo pasado, el capitalismo mundial encuentra en el
tejido social una contradicción de insuficiencia, haciendo patente que el
factor económico nunca abarca a satisfacción las demandas del tejido social.”
Y aclara que: “ii) La política auténtica no lo
puede tomar de lleno, so pena de ser acusado de populista, subjetivo, idealista
o utopía, encontrando una argumentación contraria en términos de
antieconómica.”
Como vemos, la cultura no entra en esta
consideración de diccionario que toma en cuenta las desiguadades propias de la
economía de libre mercado, desafortunadamente no toma en cuenta la dimensión
espiritual de los individuos que conforman el tejido social.
Recientemente se ha hablado mucho de la
urgencia de la “recuperación” del mismo nutriendo a la sociedad con cultura, es
eje del actual gobierno graquista, pero no se ha explicado la estrategia
pensada para tal efecto. Tendríamos por tanto, los interesados en el desarrollo
cultural del estado, que comenzar a abordar la noción entendiendo que reparar
sus fracturas, que enmendar o zurcir sus huecos, implica tomar en cuenta una
complejidad basada en la diversidad y las contradicciones propias del ser
humano.
2.-Anonimato y tejido social
Por otro lado, el anonimato implícito en el
concepto desconcierta mucho. Se trata aquí del eterno dilema de lo general
frente a lo particular, del hecho de que nos perdernos la oportunidad del
encuentro con el otro cada vez que nos concebimos como masa. De que nos
perdemos el milagro de descubrir los detalles del de enfrente que tiene rostro
y que está igual de necesitado de atención que uno o una misma; de que que
sentimos, hablamos, lloramos y reímos de diversa manera porque somos individualidades
que conforman un “nosotros” que no es una abstracción sino muchos “yoes”.
Muchos critican a Fox por haber puesto de moda
el “chiquillos y chiquillas”, por haber usado políticamente, a veces
perversamente el lenguaje, pero creo que a pesar de la mofa, hacer distinciones
de este tipo para referirnos al tejido social implica un acierto. Dice mi amiga
Elena de Hoyos que hay manuales pensados para el uso del lenguaje incluyente,
que se pueden bajar de internet. Hay que buscarlos.
Un término como “tejido social” es demasiado
parecido a otro que huele feo: “muchedumbre” y a otro que se visualiza
informal: “masa”. Lo peor es que se entiende dolorosamente como un desencuentro
en el espejo. La mera verdad es que queremos saber quiénes somos los que conformamos
el tejido social, a quienes hay que recuperar y cómo.
Por eso creo que la recuperación del “tejido
social”, ese anhelo del que tanto se habla, es una estrategia valiosísima, y
más si se implementa desde la cultura, es decir, a partir de la nutrición del
espíritu de todos nosotros, los individuos de rostro y nombre diferenciado, con
el poder vitaminoso del arte. El arte nace precisamente de las diferencias. Por
eso, ojalá que nos expliquen muy pronto de qué manera nos van a alimentar a las
personas que residimos en Morelos, de qué manera nos vamos a recuperar.
Hofmansthal escribe que “Una relación nueva y
osada de palabras es el más valioso obsequio para el espíritu”: renombrar las
cosas, darles un nuevo aspecto puede que cambie nuestro modo de entendernos.
Qué tal si en vez de concebirnos como parte del tan reiterado “tejido social”
comenzamos a definirnos como “la mamá de…”, “la hermana de…”, “los amigos
de….”, con la esperanza de que los otros nos comiencen a llamar “mi mamá, mi
hermana, mi comadre, mi amiga, mi vecina…MI. Esa es la pertenencia que buscamos
en ese gran anonimato que se llama tejido social y que nadie comprende.
3.-Confianza y tejido social
La confianza, ese valor moral planteado en las
escuelas, las casas y la Iglesia como un ideal, en realidad nace de un acto
cognitivo, y por lo tanto hay que verla como un efecto del saber, conocer,
investigar, entender en quiénes se deposita esa fe. El conocimiento es poder.
Sí, saber quiénes son los autores del grotesco
crimen cometido en contra del Dr. Chao y su esposa Sara Rebolledo ayuda
mínimamente a recobrar la confianza en las autoridades…ponerle cara al mal da
un respiro. El anonimato en el que sumerge la impunidad a los criminales nos
hunde en una desconfianza atroz. Para atacar el mal tenemos que saber a donde
dirigiremos la mirada, primero indignada y luego justiciera.
En literatura los autores nos brindan su nombre
en la portada, pero los vamos construyendo en el imaginario a medida que leemos
sus obras. Son un constructo que hacemos, les damos identidad mientras nos
tragamos sus obras. Son textuales loa autores.
Pero en términos de “tejido social” todos somos
autores de algo y hace falta nutrir la confianza a partir de concebirnos como
personas memorables, como los académicos recientemente asesinados. Al Dr. Chao
y su esposa Sara Rebolledo dedico esta reflexión in memoriam. FIN.
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