viernes, 24 de enero de 2014

Elena de Hoyos y la terapia de la escritura creativa

Como escribir para mí es un proceso que a veces tiene más que ver con la necesidad de acallar los pensamientos, con el tormento de casar emociones con palabras, quiero hoy compartirles la experiencia vivida en el penal de Atlacholoaya este lunes.
Rodeada de un centenar de mujeres convictas pero escritoras, acusadas de actos ilícitos, pero al fin mujeres empoderadas por la palabra, admiré más que nunca el trabajo de Elena de Hoyos, escritora, actriz, poeta, activista, pero sobre todo mujer a cabalidad.
Hace unos 7 años Elenita tuvo la feliz ocurrencia  de formar un grupo de escritoras en las sombras, con la intención de enseñarles el poder de la redacción terapéutica, el valor del texto que sopesa los hechos, el milagro de la comunicación humana que da y recibe de corazón a corazón. Claro está que en este grupo se pusieron en marcha ciertas estrategias, me refiero a una estructura prediseñada, porque la idea de cambiar nuestras vidas a través de la escritura también se basa en el hecho de que hay que educar la palabra, enseñarnos a comprender los textos de otros, hacernos crecer intelectualmente.
“Se trata de que las mujeres nos expresemos y encontremos nuestra identidad a través de la escritura” –les dijo un día- “el hecho de que su libertad esté limitada no implica que su libertad de pensamiento y crecimiento intelectual también lo estén”.
Y tan contundentes fueron sus palabras, que clase a clase  cumplieron tareas como: “Escriban qué les parece su nombre, de qué manera conciben la ira, encuentren una anécdota de infancia y cuéntenla en tercera persona, no usen lugares comunes para hablar, jueguen con el sentido del humor”, etc.  
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Lo que descubrí, como miembro de un taller similar, es que nuestra experienciacreativa afuera es muy similar a la que viven las mujeres que se reúnen en prisión, semana a semana con ella y su equipo. En primer lugar porque a ambos grupos nos ha brindado la oportunidad de encontrarnos con nosotras mismas, mujeres todas privadas de la libertad por diversas circunstancias, unas por estar pagando legalmente un acto ilícito cometido, otras porque vivimos la prisión del ajetreo de la vida cotidiana con todo y sus mandatos, aquellas creencias que nos nos van alejando de nosotras mismas.  Como dice Noble Fénix, una de las escritoras de la Colectiva Hermanas en la Sombra, “estar en prisión, no es estar en inacción o en inconsciencia”.
Quienes acudimos a la cita, coincidimos en el hecho de que los talleres literariosfuncionan como espejos, en la medida en que al compartir experiencias de vida, unas iluminan las reclusiones intangibles de otras. Claro está que escribir borra la esfera de lo privado y eso cuesta mucho trabajo, pero la ganancia se mide en términos de SER y ESTAR en el mundo de una manera que va más allá de la vida de amas de casa.  De mil modos, los tres libros que se presentaron (Divinas Ausentes, Libertad Anticipada y Bitácora del Destierro, uno de poesía y dos de narrativa) prueban que la palabra bien puesta concientiza sobre la “mujeridad” o condición femenina que nos merecemos en el siglo XXI.
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Como en mi grupo el afecto es el ingrediente fundamental, el pegamento que nos une; como nosotras no pensamos que las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres, como confiamos en la noción de sororidad –hermandad- y en la capacidad de relacionarnos a partir del pensamiento creativo y la palabra congruente con el mundo, no me quedó más que desearle a Elena que los trámites para tales logros sigan siendo accesibles. Para ello voltié a ver a al Lic. Jesús Valencia Valencia, Coordinador General de Reinserción Social con cara de súplica, pues resulta que el valiente promotor de este evento ha decidido contravenir el discurso social sobre la libertad relacionada con el sistema penitenciario, al permitir el crecimiento personal a través de la libertad implícita en el arte.  
Hoy me emociona que que algunos ideales de los gobiernos progresistas sí se cumplan, creo que se puede reeducar por medio del arte y sobre todo estoy segura de que ellugar social de estas mujeres, su dignidad recuperada nos conviene a todos. No se me olvidará nunca lo que me dijo un día nuestra tallerista: “Amiga, te tengo una noticia: las mujeres salen de la cárcel y algo bueno hay que hacer con ellas.” FIN
 POR MARÍA HELENA NOVAL

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