jueves, 10 de junio de 2010
Karen Cordero y su proyecto de autor en el nuevo Museo del Chopo: ¿se puede ampliar la noción de género?
Cuando abrimos una novela y nos enfrenamos a un yo textual (el yo autobiográfico es una falacia aún en los textos pretendidamente más autobiográficos), lo primero que distinguimos de este yo es su género ¿se trata de un narrador o es una narradora quien nos habla?; en las artes plásticas, en cambio, no resulta tan fácil aprehender al autor, aunque por lo general deducimos que se trata de un varón si la edad de la pieza es del siglo XIX para atrás, porque como bien lo señala Mónica Mayer, otra expertaza en el tema del género, ni en el siglo XXI, las creadoras han igualado en cantidad en los museos a los creadores.
El asunto del género en la historia del arte es relativamente nuevo como planteamiento teórico, lleva, si acaso unos 60 años en la mente de quienes se dedican a cuestionarse las autorías de las obras de arte; todo comenzó con los llamados “Cultural Studies” en las universidades norteamericanas e inglesas, y los antecedentes debemos buscarlos en las plumas de Simone de Beauvoir y el gran Freud, entre otras fuentes respetables.
Ahora bien, quienes piensan en los roles sociales, no están pensando sólo en las diferencias anatómicas de los seres humanos, están hablando de que nos comportamos como mujer o como varón. Etólogos, antropólogos, psicólogos, sociólogos y psiquiatras no se ponen de acuerdo en el si tal comportamiento es biológico o aprendido; las feministas, por ejemplo, aseguran que todas las diferencias de comportamiento son aprendidas y que hombres y mujeres somos iguales. Según Flora Davies, a quien vengo leyendo estos días con mucho interés1, asegura que el asunto del género y su manifestación no verbal (el gesto) es mucho más complejo de lo que parece, y que en última instancia son la historia personal, la educación y la cultura a las que uno pertenece, los marcos en los que debe buscarse la explicación de cómo nos expresamos en el mundo. Por su parte, la antropóloga mexicana Marta Lamas dice que el género es la construcción sociocultural de la diferencia sexual.
Todo ello porque hace un par de semanas se inauguró, en el nuevo Museo del Chopo, una muestra dedicada a explorar y cuestionar el asunto de los géneros mediante la exposición de riquísimas y variadas piezas (pintura, fotografía, instalaciones, textiles), una colectiva que me aventuro a asegurar, dejará huella entre los historiadores del arte y los espectadores no sólo porque es la más importante apuesta del nuevo museo, sino porque se atreve a replantear uno de los asuntos más llevados y traídos de la segunda mitad del siglo XX para acá.
Habiendo yo estado en primera fila y participado de la reunión de los del día siguiente, o sea la de los no políticos y picudos, sino la de los artistas, curadores y periodistas, me siento en la obligación de contarles no lo que fue el espectáculo (hasta un encuerado, flaquísimo y barbón independiente se paró a recibirnos en la puerta), sino lo que pude captar de esta selección hecha por Karen Cordero Reiman, respetadísima e inteligente curadora y crítica de arte, con quien tuve el gusto de intercambiar unas líneas pensando en este suplemento.
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Rompiendo la noción de los absolutos
Resulta que los participantes en Afecto diverso/ Géneros en flujo piensan en los llamados estereotipos como clichés paralizantes, por lo que la invitación a ver la colectiva es la invitación a ver un abanico de posibilidades de estar y manifestarse en el mundo. El erotismo y la genitalidad no son los temas más representativos de la muestra, aunque puedan formar parte como asuntos secundarios de las piezas.
¿Y qué si a Carlos Arias Vicuña se le da la gana bordar? ¿Tiene que ser el textil una expresión femenina únicamente? Se preguntaron quienes decidieron incluirlo por primera vez en las muestras del Carrillo Gil hace años. Y es que fue este chileno --junto con Mónica Castillo—quien metió los objetualismos manufacturados con hilo a los museos en los años noventa, cosa que en la muestra de autor de Karen Cordero queda muy bien representada mediante un textil de grandes proporciones de amarradijos en blanco que vale la pena admirar, además de sus representaciones humanas en las que se incluye el desnudo artístico y hasta cierto punto homoerótico.
Katia Olalde, a quien se le viene conociendo en el medio artístico por sus enormes y apabullantes dibujos en tinta china (pincel seco) de dolorosas representaciones de mujeres golpeadas llevadas al terreno artístico expone 6 piezas. Sobre Katia Olalde espero tener más declaraciones suyas en próximos días, pero le adelanto que ella piensa en la experiencia de vivir el abuso desde el lado del yo que sufre, en lo que pasa por la mente de una persona violentada. Resulta importante aclarar que los dibujos que presenta los realizó a partir de fotografías posadas por modelos sin golpes: “No es un registro documental, ellas estaban fuera de contexto, son modelos. Y así debe ser por la propia integridad física y moral de quienes realmente viven el abuso. Por su seguridad y por respeto no se les debe retratar. El trabajo que presento es una construcción mía”, asegura.
En su indispensable libro (en coautoría con Inda Sáenz) dedicado a la crítica feminista en la teoría y la historia del arte2, Karen Cordero planteaba ya que el cuestionamiento vital integrado al campo de acción profesional es propio del arte feminista de los años sesenta y setenta por las condiciones sociales que permitieron por fin, darle voz a la experiencia femenina, en un campo donde los cánones habían reflejado una postura patriarcal. Sí, pero al preguntarse por la experiencia femenina en las artes, Cordero no sólo se preguntaba sobre qué es ser, sentirse y expresarse como mujer en esta época; al hacerlo cuando comenzó esta investigación –hace más de diez años--, se cuestionaba si la obra de arte declara como un absoluto uno de los dos posibles orígenes (femenino-masculino) al espectador, si formal o temáticamente el género se evidencia en una primera lectura. Y en este sentido, tanto los trabajos de Katia Olalde, como las fotografías de mujeres desnudas de Marianna Dellekamp se leen bajo el presupuesto de ser mujeres obetualizadas en la época que nos toca vivir.
De Dellekamp se presentan una serie de fotografías pareadas de cuerpos desnudos de mujeres sin rostro, mujeres-cuerpo-objeto, mujeres que sólo existen si se pueden ver reflejadas en los ojos del hombre que se fija en ellas, mujeres operadas, anoréxicas, bulímicas, poseídas, usadas. Mujeres que se quieren, sólo si se quieren en el otro. Mujeres que forcejean ante el espejo.
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Para la investigadora Karen Cordero: “los procesos de construcción social de género y sus representaciones subjetivas son replanteados por el arte desde una perspectiva crítica para revelar el género como un terreno en flujo, una manera diferente de entender la perspectiva corpórea, social, psicológica y estética”. La muestra fue desarrollada a partir de tres ejes temáticos, a partir de los cuales el guión museológico establece diálogos desde la poética de las obras. El primero de ellos, Materia, aborda los procesos y materiales del arte, así como la transformación de su manejo tradicional asociado al género. Cuerpo, por su parte, incluye obras que aluden al cuerpo humano como soporte y objetos de reflexión. Finalmente, Casa se refiere a los mecanismos de identificación y resignificación de espacios y objetos, a partir de cuestionamientos y de la transgresión de los arquetipos de género.
En sus palabras: “A partir de estas bases se ha construido un discurso que busca apelar a una recepción intuitiva, sensible y a la vez aguda, que subraya la relación entre lo personal, lo político y lo estético, así como las posibilidades subversivas que atraviesan y vinculan los tres campos.”
Miguel Ángel Madrigal, artista morelense en el Chopo
“Incluí la obra de Miguel Ángel porque siento que juega con la materia y con la animación en maneras que retoman muchas herencias del arte feminista (¡no es casual que fue alumno de Magali Lara!) y además tiene una sana dosis de humor e ironía, y además porque su obra crea un diálogo interesante con la obra de Fernanda Brunet y el video de Mónica Castillo, con respecto a la materia, y con toda la alusión a la casa y su relación con el cuerpo en la última sección de la exposición”, me contesta Karen Cordero, cuando le pregunto por qué incluyó la obra del morelense Miguel Ángel Madrigal en la muestra.
Al releer lo que me escribe Cordero Reiman, pienso que no es gratuito que cite a Magali Lara, porque como bien sabemos quienes hemos estado pendientes de la formación de algunos de los chavos egresados del Centro Morelense de las Artes, fue ella, en los inicios de este centro, no sólo la única mujer maestra que les tocó a los jóvenes, sino la primera que les planteó la problemática del género, haciéndoles ponderar los roles sociales a partir de ejercicios como pintarse la boca ellos y hacerlas a ellas que recogieran el labial impreso por ellos en una hoja de papel.
A Madrigal Pilón usted lo recordará porque se dio a conocer por una escultura-mancha brillante de color naranja en el piso del desaparecido Muros. Pues bien, el morelense no ha dejado de trabajar y tras un par de becas estatales y nacionales del CNCA pasó a disfrutar los beneficios de dos residencias artísticas en Madrid y Canadá, estancias que se ganó por su manifiesto compromiso consigo mismo y con la escultura que busca la innovación formal y material.
En Afecto diverso/Géneros en flujo, expone cuatro o cinco videítos en los que un hombre (dibujo a línea animado) se mete a un costal o desaparece detrás de ciertos objetos, además de un par de esculturas, una hecha a base de acumulaciones en plastilina epóxica rosa y la otra, una carretilla que transporta una serie de objetos que no dejan de evocar el cuerpo humano.
En fin, que existe un mito bien afianzado entre los espectadores del arte contemporáneo; este se denomina "asuntos de género" y si me pongo “barthiana”, diría que el mito se refiere a que se cree a pie juntillas que las diferencias de género hacen un arte especial. ¿Usted qué opina?
1 Davis, Flora. La comunicación no verbal. Alianza Editorial, Madrid, 2010 11.. (Ciencias Sociales, Psicología).
2 Cordero Reiman, Karen e Inda Sáenz (compiladoras). Crítica feminista en la teoría e historia del arte. Universidad Iberoamericana, CONACULTA, Curare, UNAM. México. 2007. 430 pp.
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Muy chido el trabajo de Miguel Angel, soy su fan:)
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