jueves, 10 de junio de 2010

Antonio Castellanos Basich: sobre la pertinencia de la caricatura política



“Acaban de entregarme en la fundición El Gran Tiatro de
la Suprema Corta, una caricatura en bronce que considero bastante atinada”, me escribe en días pasados el escultor Antonio Castellanos Basich, conocido en nuestro estado por ser el autor del “Humboldt” maquillado, ubicado frente a La Casona Spencer, en la calle de Hidalgo, en el centro de la ciudad. “Lástima que ya exista un Museo de la Caricatura en el D.F., porque hubiera sido atractivo y muy aleccionador para Cuernavaca que lo hubiera aquí”, añade con sorna, recordando no sólo el ultraje del que fuera víctima su bronce “restaurado” por la oficina de Obras Públicas del gobierno municipal (convirtieron al célebre viajero alemán en un payaso-maniquí colorido), sino aludiendo de pasada a la serie de bronces en los que ha venido trabajando con la idea de representar algunas situaciones memorables, por chuscas, ocurridas en el ámbito político mexicano.

Y es que a pesar de haberse formado como escultor académico, a Castellanos le ha sido dado asimismo bajar el bronce del pedestal, desprenderse del papel de hacedor de monumentos –cuenta con muchos en su haber--, para propiciar diálogos con el espectador, el público del arte que respondiendo a una sensibilidad más desarrollada cuestiona la pertinencia de un arte público chapado a la antigua.

Como se sabe, actualmente los estudios sobre la estética de la recepción de la obra artística distinguen la mirada pública de la mirada privada. No es lo mismo pararse frente a la estatua de un personaje admirado (o detestado) colectivamente que ante una pieza que le habla a la gente de su propia época, vida y circunstancias. En el primer caso se suelen darse por consenso las respuestas, en el segundo, las opiniones difieren y los gustos se consolidan por áreas de población. Como dice la filósofa Hanna Arendt, la mirada también está ligada a la práctica social, lo cual implicaría que el juicio sobre lo que vemos es el resultado de un entrenamiento que se distiende en el tiempo y el espacio.

Vistas así las cosas y tomando en cuenta los tiempos que vivimos, resulta que pareciera que nos compete más la caricatura en estos momentos; pareciera que como espectadores de un mundo en el que la condición humana se da en un torbellino de eventos de vida efímera, lo único que nos queda es mirar a profundidad y tratar de encontrar denominadores comunes. La corrupción y la lucha por el poder, por ejemplo, se perciben a diario en los medios noticiosos y los discursos de viva voz de los ciudadanos que salen a ganarse la vida, no hablan de otra cosa que no sea eso; no obstante, bien escuchados estos discursos hablan de las mismas relaciones sociales, de la misma humanidad a pesar de que se manifieste con diversas caretas.

Ante situaciones de crisis como las actuales, el sentido del humor es la mejor arma de que dispone el ser humano. No en balde escribía Freud que el chiste y el arte se convierten en remedios para sublimar las grandes neurosis de las sociedades modernas.

¿Obra pública u obra personal?
En plática telefónica, el escultor aprovecha su capacidad para bromear con la idea de comentar la obra de la que se viene ocupando desde hace dos lustros, una obra vaciada en bronce a partir de modelados en plastilina, un trabajo que si bien es clásico en su factura, adquiere por el tratamiento formal de los personajes, un tono totalmente caricaturesco, un tono en el que sin embargo, no dejamos de reconocer ciertos rostros, gestos y actitudes. Estas piezas tituladas “Comes y te vas”, “El gran tiatro de la suprema corta” “El gran PRIAN Reven”, “El neoliberalismo mexicano” retratan el México que vivimos y resultan inéditas para el mundo del arte, toda vez que por la técnica por medio de la cual están elaboradas las fuerza a permanecer en el tiempo, superando la vida efímera de la caricatura política propia del periodismo escrito.

“Llegamos a cierta edad en la que la responsabilidad tiene que ser efectiva, real. Aún cuando en tu trayectoria hayas hecho otras obras más políticamente correctas; hoy hay que gritar. Tú ya sabes que yo en las reuniones no hablo mucho –me dice el también miembro del Consejo Ciudadano de Cuernavaca--, pero creo que en este gran país alguien tiene que gritar.” Y qué mejor que hacerlo mediante el bronce artístico y el chiste, recursos más cercanos al alma y el intelecto del ciudadano.

“La caricatura desnuda a la mentira”, me escribe Castellanos en un email,
”su discurrir se da como el del juego de dominó que acostumbro los miércoles, en donde a pesar de la multiplicidad social, se da la unión y no la discordia”,

Los años de formación: Julio Castellanos, Federico Canessi y Zita Basich
“Me quedo sin papá al año y medio y después de 4 años más o menos, mi mamá se casa con Federico Canessi, quien se convierte en mi verdadero padre, me educa de manera extraordinaria, como si fuera consanguíneo suyo. Canessi era un bohemio, amigo de todo el México intelectual de los años 50 y 60, me llenó de gracia y de gloria –incluyo aquí sus borracheras, no importa—y por él conocí a Luis Arenal, José Revueltas, el Negro Dorantes, Pedro Alvarado, Renato Leduc, y a la gente que se reunía en torno a la Galería de Arte Mexicano, fundada por mi propio padre, Julio Castellanos y Carito Amor (hermana de Inés, quien se hiciera cargo de ella a los pocos meses de fundada hasta que murió).

“Mi madre Zita Basich, se puso los pantalones en los años 50 y por ello le chiflaban en la calle, me refiero a la prenda, claro, a los pantalones… Mi mamá rompió cánones. Era preparadísima y culta, universitaria, arquitecta. A ella se debe el Museo de Antropología, porque convenció a López Mateos de que el de Moneda 13 era insuficiente. Una noche, el presidente le pidió a Zita que Arroyo de Anda y Ramírez Vázquez se pusieran de acuerdo para estar a las 8 de la mañana en la calle de Moneda; al llamarles ella a medianoche, los citados no le creyeron hasta que ella insistió y los convenció de que la cita era real.

Zita Basich fue asimismo directora del Departamento de Danza cuando Miguel Álvarez Acosta era el director de Bellas Artes, decían que había sabido coordinar a los bailarines sin levantar una pierna. De allí el respeto que Guillermo Arriaga y los grandes le profesaron después.

“Zita, aparte de ser una extraordinaria dibujante, joyera, magnífica encuadernadora, tejía a la vez que leía, fue una mujer de avanzadas ideas. Nunca olvidaré cuando se le otorgó el voto a las mujeres en 1953, que frente a mis ojos de niño, bailaba y gritaba: ¡Las mujeres ya somos seres humanos!”

¿Antonio cómo ves que terminemos esta nota periodística con una reflexión sobre los tiempos que se avecinan en el campo de la reflexión histórica?

“En esta tarde lluviosa y fría, veo con tristeza, así como me ven en mi autorretrato, cómo se desbarata el país víctima de la codicia de los carnavalescos políticos y líderes sin escrúpulos que hemos permitido nos fastidien. No obstante, espero que mañana salga el sol para que se caliente la plastilina y poder terminar los “Zapatos del Bicentenario”, para que los mexicanos podamos `volar` como el águila”.Ω


Publicado en La Jornada Morelos 08 de Marzo de 2010 http://www.lajornadamorelos.com/noticias/cultura/84565?task=view

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