miércoles, 28 de julio de 2010

Erotismo peruano: ¿lecciones de moral, vicios o meros rituales?


Aunque no se han dado explicaciones contundentes sobre su origen y función, la existencia de miles de esculturas dedicadas a la representación de la vida sexual pre-incáica, confirma la importancia que tuvo para las culturas Moche y Vicús tal aspecto de la vida adulta.

El Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (Lima, Perú) cuenta con la colección de vasos eróticos peruanos más grande del mundo, y en el breve capítulo del catálogo dedicado a la colección, se afirma que es en el norte del país donde hallamos el más importante centro generador de representaciones eróticas de América, siendo los mochicas quienes se especializaron en este tipo de vasos generalmente no empleados en la vida diaria.

Como sabemos, desde el amanecer de lo que hoy conocemos como arte, la sexualidad y lo sagrado –entidades concebidas como una sola--, contribuyeron a explicar el origen del mundo y a garantizar la continuación de la vida. Se ha afirmado que por ello encontramos esculturas fálicas, venus esteatopigias y escenas eróticas de muy diversos tipos, en gran parte de Europa y Asia. No obstante, es en la América pre-incáica en donde se elaboraron cientos de vasos de barro “quemado” (con el fin de endurecerlos) y policromado --siempre limitados a la exigencia de la forma básica del recipiente--, con 4 intenciones diferentes, según el arqueólogo Larco Hoyle.

En primer lugar, existen las representaciones eróticas naturales, que según el especialista, servían como ofrendas funerarias para garantizar la propagación de la especie y la fecundidad de la tierra. En segundo lugar, están las representaciones del erotismo religioso, con la idea de reverenciar o glorificar al amor entre dioses y humanos, demostrando en dónde radicaba la fuerza creadora del mundo. Hasta aquí no hay diferencias notables con las intenciones de otras culturas pre-cristianas, pero las otras dos categorías, conformadas por los llamados “vasos humorísticos” –representaciones de enormes o deformados genitales-- y los “vasos moralizadores” --siendo éstos últimos aquellos en los que aparecen esqueletos en diversas actitudes sexuales--, me resultan interesantísimas por lo “moderno” de su concepción y la lectura a la que invitan en nuestra época llena de psicologismos.

¿Qué llevó realmente a estos hombres a la representación de la vida que consideramos hoy en día privada pero que cada vez se hace más pública? ¿Por qué la burla o la necesidad de mofarse de las partes del cuerpo tradicionalmente más cubiertas y culturalmente más condenadas?

Una de las conclusiones a las que podemos llegar se basa en la lectura cultural de nuestra época, en la que abundan los objetos eróticos de aspecto grosero y los chistes rojos. No es necesario especificar que en las tiendas especializadas en la cultura erótica, abundan los genitales antropomorfizados y otras bromas similares. Las señas y gestos que forman parte de la comunicación no hablada, y las imágenes televisivas y mediáticas cargadas de representaciones sexuales en primer plano no son más que dos ejemplos de la tendencia humana a pensar en el aparato reproductor como si perteneciera a la otredad, como si fuera un ente separado y desconocido al cual hay que analizar y ridiculizar por alguna causa jamás completamente aclarada. Hasta aquí puedo aventurar entonces que esta tendencia no es exclusiva de nuestra era y que estaba ya presente en América hace más de 3000 años.

Como dice el filósofo, sociólogo e historiador francés Michel Foucault, una de las voces más autorizadas sobre el tema de la sexualidad en el mundo: “Al hablar tanto del sexo, al descubrirlo desmultiplicado, y especificado justamente allí donde se ha insertado, no se buscaría en el fondo sino enmascararlo: discurso encubridor, dispersión que equivale a evitación”

Vayámonos más a fondo y recurramos a otra voz autorizada, la de Freud, cuya teoría si bien ha sido muy cuestionada, también forma parte fundamental de nuestra cultura, de nuestra concepción sobre la sexualidad. Y ¡oh paradoja!, resulta que ni el padre Freud, quien pretendió convertir el asunto en ciencia pudo esquivar el problema. Foucault abunda al respecto: “…el sólo hecho de que se haya pretendido hablar desde el punto de vista purificado y neutro de una ciencia es en sí mismo significativo…, pues (Freud) se refirió sobre todo a sus aberraciones, perversiones, rarezas excepcionales, anulaciones patológicas, exasperaciones mórbidas. Era igualmente una ciencia subordinada en lo esencial a los imperativos de una moral cuyas divisiones reiteró bajo los modos de la norma médica”

¿Qué sucede entonces? Vistas las cosas de este modo, creo que la respuesta sobre las piezas que aquí analizamos, será verá opacada por la inexistencia de textos pre-hispánicos que den luz al asunto y nuestra incapacidad de afrontar el tema, a partir de una sana aceptación de esta parte de la vida humana. Y ojo, que no se me olvide aclarar que hay que distinguir entre las vasijas mamiformes, vinculadas con rituales dedicados a la fecundidad de la tierra (propios de las culturas prehispánicas de Mesoamérica también), y los objetos de los que hoy hablamos, y que si usted quiere podemos seguir comentando en este blog.Ω

1Michel Foucault, “ Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber”. Siglo XXI Editores, México, 1996, pág. 67.
2Íbídem. Págs. 67 y 68.

Publicado
http://www.diariodemorelos.com/index.php?option=com_content&task=view&id=26984&Itemid=68

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