martes, 6 de julio de 2010

¿Arte o jaladas?


Hoy quiero contarles un par de anécdotas chuscas, para que vean que en materia de artes plásticas no todo son disertaciones elevadas; que el arte también puede ser muy divertido.

Cuenta Thomas Hoving, quien fuera director del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que hace años, cuando asistía al seminario de escultura contemporánea del profesor A. M. Friend, tuvo que analizar junto con sus compañeros de clase un objeto plateado montado sobre un pedestal de madera. Claro está que de todos ellos se esperaban reflexiones profundas y nunca comentarios pedestres; no en balde estaban cursando un postgrado en arte contemporáneo... Así, --narra Hoving, “hubo quienes dijeron que la tensión expresiva estaba en la plata misma, que se trataba de un Ave Fénix resucitando, que parecía un humano reclinado, etc., pero cuando me tocó a mí, me atreví a afirmar que aquella pieza no tenía fuerza, que no parecía una obra de arte, que no tenía poesía, que más bien parecía un instrumento”, y cuál no fue su sorpresa cuando comprobó que en efecto, se trataba de una espátula vaginal, y que tal pieza había sido escogida por el Dr. Friend para tenderles una trampa a sus brillantes alumnos con la idea de que no se olvidaran del sentido común frente al objeto que se pretende artístico, que en materia de arte no todo debían ser disertaciones elevadas y pomposas.

¿Quieren que les cuente mi resbalón? Pues hace cuatro dos años, en una elegante cena organizada por ese sensible y talentoso coleccionista que es Eugenio López, en su ya célebre casa de los Ángeles, California, se me ocurrió preguntarle, frente a una pieza redonda ubicada en el jardín, de suyo poblado de exotismos y obras artísticas, de quién era tan singular objeto…Y ¿qué creen que me respondió? “Eso no es obra de arte, es la sombrilla del jardín”. No es necesario aclarar que no se trataba del típico quitasol sino de un objeto estilizado, salido de las manos de un diseñador, y que yo estaba influida por el resto del ambiente artístico, pero eso no me tuvo que haber llevado a tan aprontada pregunta. A tal hecho llegué porque hoy en día los límites entre el arte y lo que no lo es, son borrosos, borrosísimos.

¿Qué decir a estas alturas de la caja de zapatos vacía que Gabriel Orozco ha presentado en varios museos como obra de arte? ¿Qué decir de la instalación conformada con varias botellas de cerveza, tazas de café y ceniceros repletos, al lado de una escalera y un caballete que Damián Hirst montó en una galería en Londres hace más de 5 año?

Que las ocurrencias, por muy buenas que sean, no son arte, como decía mi amigo Vlady, y que hoy más que nunca ciertos creadores buscan llamar la atención del inversionista con base en el refrito, ya sea de las propuestas de Marcel Duchamp --quien expusiera el célebre mingitorio como obra de arte en 1917—o de otros dadaístas y conceptualistas, pero sin avisarle al espectador que están dialogando con la propia historia del arte, en el mejor de los casos. Ø

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