miércoles, 31 de octubre de 2012

De colección a colección me quedo con la de corazón

Boquiabierta estoy por dos noticias recientemente difundidas. Por un lado se nos da a conocer el hecho de que alguien que goza de un sueldo pagado por trabajadores cada vez más empobrecidos e indignados es coleccionista de importantes obras de arte, y por otro se avisa que una de las colecciones más importantes del país va a ser retirada de la exhibición pública porque la UNAM ya no va a financiar la operación del museo que la acoge. 
 
 
1.
Según nota del periódico Reforma, la profesora Elba Esther Gordillo organiza la construcción de la llamada Ciudad de la Innovación, misma que incluiría una universidad, un teatro y un museo; un proyecto de 40,000 metros cuadrados ubicado en la Delegación Cuajimalpa. La idea de incluir la Biblioteca de la Mujer, la Universidad de la Educación y un teatro al aire libre,  en una zona en la que los recintos dedicados a la cultura no abundan es loable, sobre todo habiendo sido avalada por los delegados del Sexto Congreso Nacional Extraordinario del SNTE, a quienes se supone les interesan las Bellas Artes porque forman parte de la educación estética y sensible de los mexicanos. Lo que llama la atención es que la colección de arte de la profesora vaya a incluirse como acervo, una colección vastísima, según declaraciones del arquitecto Enrique Norten, encargado del proyecto. 
 
Según la misma nota, la señora Gordillo ha recuperado y mandado restaurar 6 murales de Diego Rivera, una obra realizada en Nueva York, vetada en la década de los 30, por su contenido político.
De todos es conocido el hecho de que el arte prestigia. No hay necesidad de explicar que el coleccionista de importantes acervos llega a formar parte de una élite privilegiada que tiene acceso a elegantes eventos privados en los que se reúnen importantes personalidades ricas y famosas. El arte sirve para codearse con la “gente bien”.  El coleccionismo de obras de arte entre adultos recuerda la emoción del niño que va coleccionando estampitas hasta llenar el álbum de moda. En ciertos círculos, no son las joyas o las propiedades inmobiliarias lo que da caché, sino el poder decir “tengo un Toledo, un Tamayo y un Kahlo” porque los pude pagar y sé de quiénes estoy hablando” (estos nombres son las apuestas más seguras del mercado de las vanidades). Y aunque se trate de regalos, como seguramente afirmará la señora --y entre los regalos de este tipo se cuelan muchos falsos porque “A caballo regalado no se le ve el diente”--, motiva ciertas reflexiones que llevan a la conclusión de que la profesora quiere quedar bien porque “tiene cola que le pisen”, pero termina demostrando de nuevo que ni la lectura, ni la alta cultura son su fuerte.
 
Primero porque parece que no va a donarle al pueblo de México sus obras, sino a prestarlas en comodato (no se ha aclarado este punto); luego porque se estrena como coleccionista ante el público con obra de una de nuestras glorias nacionales y no de algún artista bueno pero desconocido; y en tercer lugar porque invita, como cereza del pastel, al arquitecto más renombrado como constructor de museos, previendo no fallar en esto que comienza a verse como la imposición de un auto-monumento.  
 
2.
Las colecciones de arte memorables están basadas en un concepto que les da cohesión y las diferencia de la mera acumulación de objetos. Por lo mismo, terminan reflejando las personalidades de sus dueños. En México, fueron Marte R. Gómez, Cesar Martino, Pascual Gutiérrez Roldán, Jacques Gelman, Lola Olmedo, Licio Lagos y Alvar y Carmen Carrillo Gil quienes pusieron el ejemplo, al atreverse a comprar lo que les gustaba, y no lo que dictaba la moda.  Después de ellos, vinieron otros que le apostaron a lo mexicano como bueno.
 
No obstante, la Colección Blaisten es la más importante del país por cuando respecta al llamado arte moderno mexicano. Tratándose de Escuela Mexicana de Pintura y sus variantes, no hay mejor lugar al que acudir, que a Tlatelolco. 
 
Duele pensar que se va a cerrar su museo el día último de este mes, porque a quienes dirigen cultura en la UNAM les parece demasiado onerosa su operación. Ninguna colección de las que se han mencionado la sustituirá.
 
No abundo porque sobre este asunto se ha escrito ya bastante en diarios de circulación nacional; sólo diré que Andrés comenzó a comprar obras hace más de 20 años y que en el camino se hizo experto en sus pintores. Me consta que ve los cuadros centímetro a centímetro, los apapacha, se enamora de ellos, los estudia y les dedica su vida diurna y nocturna. Escasos coleccionistas en el país como él. No me imagino yendo a visitarlo a una bodega. Nos cierran las puertas de un gran acopio de valores artísticos. Por ello, el corazón se nos marchitará a muchos.  
 
He aquí dos maneras de entender el coleccionismo: el que nace marcado porque se da por razones oscuras y el que termina generando amor al arte por nacer del corazón.               

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