martes, 14 de agosto de 2012

María Gutiérrez Blanchard: la gran revelación española

“Era feísima y jorobada, pero mi padre la adoraba. Tan es así, que adelantó su viaje a México de regreso cuando ella murió, no quiso quedarse allá. Eran primos hermanos, ella era en realidad Gutiérrez Blanchard, pero como mi padre, prescindió del apellido paterno a la hora de firmar sus obras --dice Javier Cueto, hijo del gran escultor Germán Cueto, quien me platica sobre su famosa tía, la estupenda pintora Marie Blanchard, estrella por estos días de la Fundación Botín, y desde mediados de octubre, del Museo Nacional de Arte Reina Sofía, ambas instituciones españolas.

A 80 años de su muerte, María Blanchard (Santander, 1881-Paris, l932) ha sido redescubierta. Su obra pictórica cubista se presenta como si se tratase de una gran aportación a este movimiento centrado en la geometría y la perspectiva múltiple. El texto que la presenta en la Fundación Botín dice que circunstancias ajenas a la calidad de la misma hicieron que fuera quedando olvidada, no obstante, para los mexicanos el nombre de Blanchard no debiera ser del todo desconocido, ya que por su amistad con Diego Rivera se le menciona en varios libros que abordan los años de residencia del pintor en Europa. Uno de ellos el indispensable texto de Olivier Debroise titulado “Diego de Montparnasse” (Fondo de Cultura Económica, 1979).


Cubista por derecho propio

Si bien las imágenes de su obra son escasísimas en las publicaciones dedicadas a la revisión del cubismo parisino de principios de siglo, esta muestra le hace justicia, al evidenciar cómo supo adaptar a sus propias necesidades expresivas un estilo, en especial con referencia al color, pues ella lo humanizó, esto quiere decir que no se concretó al uso de una paleta fría, sino al uso de rosas, carmines, duraznos, como si en el empleo del universo femenino reposara su aportación personal.

Dulce, piadosa, virgen

Sin embargo, no es necesario hablar de lugares comunes para dar cuenta de que Blanchard fue feminista de un modo contemporáneo. Ella se atrevió a romper esquemas al establecerse por cuenta propia en un mundo habitado mayoritariamente por hombres. Abandonó su condición de hija de familia y se estableció en Paris, en donde sintió que era menos criticada. En septiembre de 1911 se instaló en el número 26 de la rue du Départ con Angelina Beloff (1879-1969) y la pareja de ésta, Diego Rivera.


“A ella le tocó sentir que todo para las hermanas que eran unos cromos --me cuenta Javier Cueto--; en Santander le tiraban piedras porque era de mala suerte ver a una jorobada. Luego se fue a París y entonces dijo ‘de aquí soy’, porque la trataron mejor. Hoy mucha gente no sabe que era española.
“Pero comenzó a pintar en su tierra natal, la gente le pedía pinturitas para regalar, le decían hazme una florecita; desde niña pintaba cositas por encargo y por gusto porque se descubrió a sí misma con esta inclinación irrefrenable. Fue más autodidacta que formada, aunque hay que destacar que Angelina Beloff, --a quien mi padre conoció en París, pues lo recibió antes que la prima--, decía que era una científica de la pintura porque conocía la geometría y sabía de teorías del color, de tratados de pintura, etc. Ella se cultivó siempre. Una de sus curiosidades es que tenía épocas de católica y en otros momentos era completamente atea.


Por lo que respecta a su vida artística, a la suerte que ha corrido su obra entre coleccionistas mexicanos y extranjeros, se puede afirmar que es una artista muy apreciada entre expertos, mientras que para el caso mexicano, Cueto afirma: “Mi media hermana Mireya Cueto tiene obra de ella, un “San Tarsicio” que ha sido comentado en publicaciones y otra pintura. El intercambio entre artistas se usaba menos antes que hoy y por eso creo que mi padre no guardó nada de su prima.”


Sobre Blanchard escribió Federico García Lorca una elegía memorable, en la que menciona algunas vicisitudes de su vida, por ejemplo el hecho de que acogiera en su casa a algunos de sus familiares, cosa que ella sentía como carga, pues económicamente le pesaba mucho tener que sostenerlos con el producto de la venta de sus obras de arte. Además, se dio el caso de que recogiera indigentes obedeciendo a una especie de identificación con los torturados.


A este respecto de la personalidad de la artista, Javier Cueto señala: “Ella decía que los santos le hacían milagros: guardaba el dinero entre las páginas de los libros y luego lo olvidaba. Cuando se presentaba la necesidad, cuando andaba sin dinero, entonces sucedía el milagro, que no era otra cosa más que encontrar el dinero que había escondido. Donó todo lo que ganó a la Iglesia Católica, que no fue mucho.”


“Nunca se casó. Incluso quiso ser monja, pero no aguantó la idea después. Estuvo enamorada de Diego, quien la respetaba mucho. No sabría decirte si hubo algo más entre ellos”, finaliza Cueto.


María Helena Noval
http://www.diariodemorelos.com/article/mar%C3%ADa-guti%C3%A9rrez-blanchard-la-gran-revelaci%C3%B3n-espa%C3%B1ola

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