lunes, 27 de febrero de 2012

Montaje: entre documentos y fotografías, el perfil de una época




“Excelentísimo señor y mi buen Padre:


“Pido a Dios Nuestro señor que se conserve V.E.R. sin novedad, trabajando por su gloria.


“Como el Padre encargado del Colegio Cristóbal Colón, a petición nuestra, nos trajo las cuentas del Colegio Juana de Arco, se volvió a reunir el Consejo para estudiar las condiciones del traspaso del Colegio de Niñas; y con pena manifiesto a V.E.R. que no podemos tomar dicho Colegio, a pesar de la buena voluntad que le habíamos manifestado a V.E.R.


“Vemos en las cuentas que el Colegio tuvo el año pasado un deficiente mensual de $1835.00, por lo cual el Colegio Cristóbal Colón tuvo que dar una ayuda mensual que ascenderá al fin del año escolar a $15,000.00.


“Nosotras absolutamente carecemos de fondos para dar a aquella casa lo que le falte para completar sus gastos hasta que estuviera en condiciones de subsistir por sí sola. Además, me hicieron notar las Madres Consejeras que en ese Colegio no tendríamos la libertad que en todas partes tenemos para dar las actividades que acostumbramos tener en nuestros colegios, que constan de kindergarten, primaria, secundaria, preparatoria y normal. El kindergarten lo tiene el Padre del Cristóbal Colón y no había de querer que se pasaran las niñas al nuestro porque quizá le hagan falta esas entradas para completar sus gastos. El Comercio lo tienen las Madres del Guadalupano, y si se diera el caso de alguna niñita de primaria que quizá se le vislumbrara vocación, al pasarse de nuestro colegio al de ellas, si quisiera estudiar Comercio, perderíamos esa vocación. Por ésas, y varias otras razones, nosotras no aceptamos ninguna escuela sin que estemos seguras de que las hermanas puedan sacar sus gastos, tengan atención espiritual y plena libertad para desarrollar todas las actividades y tener internado, cuando lo juzguemos conveniente.”.


Las anteriores reflexiones, dirigidas por Sor María Concepción Solís, Madre Superiora del Sagrado Corazón de Jesús a Monseñor Alfonso Espino y Silva, VI Obispo de Cuernavaca, son parte de una carta más extensa en la que se confirma la relación existente entre dos de las instituciones educativas más antiguas de nuestra querida Cuernavaca. Esta historia se está perdiendo. Ya poca gente sabe que el Padre Armando Vargas Caraza fundó el colegio que después militarizó y también el de niñas, dirigido por monjas. El rescate de estas historias íntimas es trabajo tradicional de los cronistas, ellos son los que se dedican a contar la historia local de las ciudades. A los cronistas le debemos el saber porqué una calle se llama de tal manera, qué sucedió en la vía pública y las demás anécdotas que hacen de una comunidad lo que es: un grupo de personas con una personalidad que la distingue de las otras comunidades.

La crónica y la historia


A punto de colocar en un mueble museográfico la carta dirigida por la monja al obispo, en la que declina la invitación a hacerse cargo de la administración del Colegio Juana de Arco, pienso en las relaciones que se dan entre el cronista, quien suele ocuparse de la microshistoria, de la historia de la vida común, cotidiana y privada, y el historiador, quien suele fijarse más en los hechos publicados, en los grandes acontecimientos, en los encabezados de los diarios, en los documentos oficiales.


Pienso que ambos profesionistas al darse la mano a la hora de contarle a la gente en qué consiste su historia sientan las bases para el porvenir de una población: quien se siente nacido de una historia digna de contarse, busca seguir siendo memorable a la hora de proyectarse al futuro. Los jóvenes de hoy necesitan conocer su historia.


En el caso de la muestra dedicada a la historia del Colegio Cristóbal Colón en imágenes, tanto los cronistas Víctor Cinta y Carlos Lavín, como la periodista Lya Gutiérrez Quintanilla han hecho lo suyo al recordar con sus espléndidos textos la obra del Padre Armando. Por su parte, el equipo de diseñadores, supervisado por el experto Fernando Arechavala, ha completado, mediante el tratamiento de lo visual, la historia de una parte muy importante de la vida escolar en la entidad.


Me queda claro que el perfil de una época, eso que los teóricos de la historia llaman weltanschauung -que no es otra cosa que la cosmovisión de un momento dado-, implica el clavado al archivo, el trabajo de campo, el rescate del documento, pero también la correcta presentación de una imagen.


Vistas así las cosas, la carta aludida, escrita con una caligrafía hermosa y limpia, sobre un papel liso, hoy amarillento por el paso del tiempo, nos habla de las relaciones sociales y laborales que se dieron entre organismos religiosos, pero también nos habla de una manera de entender la noción de autoridad, del estilo de comunicación de una época (la carta escrita y no el email) y hasta de la letra que se usaba, hoy casi en desuso.

A punto de pegar en las mamparas las composiciones fotográficas y pensando en la distribución de las frases de apoyo que van a ayudar a “leer las imágenes”, puedo adelantar que el impacto emocional que las fotografías tengan sobre los espectadores se verá enriquecido por comentarios como “¿Ya te fijaste en la letra palmer de esta monja?”,“¿Te ves retratado en la emoción que esta fotografía condensa?”, “¿Ya viste que el Diario de Morelos, encabezó su primera plana con el asunto dedicado a la muerte del Padre Armando hace 25 años?”ó “¡Qué bien hizo el Profesor Rafael González de Alba, al guardar esta bella misiva”.


Maria Helena Noval



No hay comentarios:

Publicar un comentario