jueves, 1 de marzo de 2012

El cine sobre el cine: a veces de nostalgias vive el hombre

Tanto “La invención de Hugo Cabret”, como “El artista” son lo que se llama un metalenguaje: son películas que hablan de cine. Se trata de homenajes de cineastas para el propio medio que le da sentido a sus vidas y como recurso artístico, el hecho de que el cine se refiera a su propio lenguaje, termina siendo una apuesta muy posmoderna.

En la primera se narra de manera indirecta la historia del cineasta Georges Méliès, autor de cine mudo.  En el segundo se representa la transición entre el cine mudo y el cine hablado.

Además, en ambas se entretejen historias secundarias que van haciendo de las cintas obras entretenidas, sin llegar a la complejidad absurda de las tramas de las series televisivas norteamericanas. Buscan halagar la inteligencia del espectador, sobre todo “El artista” y no sólo embotar los sentidos.

Ésta última está nominada para obtener un montón de “óscares”, cosa sorprendente tratándose de una película casi totalmente muda: ¿cómo es posible –nos preguntamos-- que un film desestime uno de los recursos técnicos y expresivos más redituables en términos económicos (el sensurround) de la actualidad? Y aún más: ¿cómo lograron explorar lo mejor de la condición humana sin caer en la típica historia de amor besucón?

Lecturas metafóricas: el cine que invita a la reflexión
Si entendemos, como dice mi amiga Hedwig, experta en lectura de humanos, que la película comienza presentándonos la muerte de un sujeto para darle paso al nacimiento de un personaje que luego muere para que nazca un sujeto, entenderemos el mensaje manifiesto del guión: en Holywood las personas dejan de serlo, se convierten en actores forzados a representarse a sí mismos y esto los lleva a su ruina si no saben manejar la fama y el engreimiento.

La lectura es sintomática de los momentos que vivimos.  A finales de los años veinte nace el cine hablado, no obstante, el protagonista, George Valentin se niega a entrarle a la nueva industria, no quiere dejar de ser el galán de gestos sobreactuados de las películas mudas, se niega a dejar de ser el personaje en el que se ha convertido y decide no aventurarse junto con el naciente motion pictures al momento que le toca vivir.  Esto lo lleva la ruina, hasta que en un momento de lucidez se da cuenta de la importancia del lenguaje hablado y se deja guiar por su amiga Peppy Miller, quien le da la oportunidad de volver a nacer, entendiendo que existen lenguajes alternativos en la comunicación humana, uno de ellos el baile.
Cuando el cine nos pone bien

El hecho de que una historia tan simple como la de “El artista” pueda hacernos pasar un excelente rato habla bien de nosotros. Se nota que quienes producen creen en un humano capaz de leer imágenes, sin necesidad de echar mano de pomposos efectos especiales: eso indica que el arte todavía es capaz de tocar corazones y esto resulta felizmente alentador.

En el caso de Hugo Cabret, la historia paralela que se teje, tiene que ver con lo que los psicoanalistas definen como “castración”: el niño que quiere terminar la obra inconclusa del padre. Este tema es universal en el arte. En este caso se trata de un autómata de cuerda que puede dibujar, una figura preciosa, presentada de diversos tamaños según las tomas de la cámara, un rompimiento de escalas hecho a propósito.
¿Cómo será el hombre del año 2112, el que pueble la Tierra en cien años? Seguramente vivirá más tecnificado y habrá resuelto problemas ecológicos y económicos graves. O tal vez no. Pero lo que sí es seguro, es que seguirá siendo el mismo niño necesitado de la mirada del semejante. Me gusta que el cine diga eso de vez en cuando.

Teatro sobre el cine
Acabo de ver “Nadando con tiburones”, una obra de teatro que aborda las relaciones laborales al interior de la industria cinematográfica hollywoodense. Y no me gustó. No obstante los esfuerzos interpretativos de los actores, la obra me pareció fría, muy lejana a lo entrañable. Será tal vez porque la misma aborda pasiones y no buenos sentimientos, envidias y traiciones. En el guión no existen diálogos que hablen de ganas de agradar.

Por eso, entre esta obra teatral que aborda la historia del cine y las otras dos, me quedo con los metalenguajes, con las cintas que comento. Ambas me hicieron confiar en la inteligencia y la sensibilidad humana la tarde y la noche de este domingo. Ω

Helena Noval

       

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