lunes, 20 de febrero de 2012

Y sin embargo...se mueve: a pesar del poco interés por la cultura florece un museo en Cuernavaca

"Y sin embargo se mueve", es la frase que se le atribuye a Galileo Galilei en el momento en el que era juzgado por su visión heliocéntrica del universo, en el siglo XVII. Dicha frase ha sido miles de veces repetida para aludir al hecho de que aún cuando las condiciones son adversas, lo que tiene que suceder, va a suceder. Es una metáfora pues, válida para referirnos al florecimiento de un museo en Cuernavaca, en donde éstos no nacen con la suerte de permanecer en el tiempo y en el corazón de la gente.


Recientemente abierto, el museíto del que les voy a platicar, cuenta con una historia conmovedora. Se trata de una muestra de amor radical: comienza por la relación hijo-padre y cristaliza cuando la nieta escribe un ensayo escolar sobre la obra pictórica del abuelo. Fernando Cué, quien dirige el encantador espacio ubicado a un costado de la pirámide de Teopanzolco, en la colonia Vista Hermosa, gustoso narra a quien llega a su trapecio de concreto, fierro y cristal, sus peripecias de museógrafo solitario.

Resulta que un colega suyo, el arquitecto Héctor Román planeó el edificio como su estudio, pero este quedó inconcluso hasta que Cué lo adquirió para llevar a cabo el sueño compartido con su hija: brindarle un espacio de exhibición permanente a la obra de su padre, pintor aficionado pero no por ello menor. De origen asturiano (Güelu, significa abuelo en bable), el museo lleva hoy un nombre íntimo, coloquial, que aclara desde la calle la vocación del espacio.

El sitio se vive delicioso si uno quiere pasarse un rato pensando en las posibilidades de la pintura exploratoria de los estilos nacidos después de las vanguardias históricas. Ante nuestra asombrada mirada, en apenas 150 metros cuadrados de construcción, Cué despliega un conjunto de obras diversas entre las cuales aparecen un retrato anónimo, un retrato de su madre, un paisaje y un par de dibujos preparatorios realizados en los años setenta por Fernando Cué Gómez, en torno a cuya obra gira cada exposición.

Exposiciones subsecuentes

La colectiva que me tocó ver es la segunda de tres dedicadas a 21 artistas seleccionados por él director del museo. El tema que los reunía era el paisaje y la obra me pareció refinada y mesurada en el color; siempre figurativa, no dejó de recordarme que en esa época hubo en el país, en los círculos intelectuales, un gran interés por la pintura compuesta a base de sintetismos.

Compartiendo ingeniosas mamparas movibles, destacaba la obra de la maestra Elisa Cano, especialmente un estupendo paisaje tan atrevido como ella, por el gran formato y la perspectiva oriental de la que se vale. El giclé biombo del gran paisajista Jorge Cázares no dejó de lanzarme preguntas, pues resulta que la obra es atípica en su produccion. El morelense no acostumbra ni los grandes formatos ni la reproducción, por lo que esta innovación práctica, montada junto al óleo original que retrata un paisaje de Amecameca, merece reflexión....

Reto difícil pero estimulante:
Actualmente se está preparando la tercera muestra del ciclo. El tema es la mujer y el guión se pretende alejado del mainstream: no le interesa formar parte del agitado mundo del arte posmoderno y esto sin duda será refrescante, siempre y cuando no pierda de vista la calidad de las piezas invitadas.
Por lo que respecta al asunto que articula la vocación del lugar, con el tiempo vera que es todo un reto eso de darle la vuelta a la colección para presentaría de manera innovadora sin caer en la repetición.
La Expo del paisaje termina el 29 de febrero y "Algarabía", la de la mujer comienza enseguida.

MARIA HELENA NOVAL


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