martes, 3 de enero de 2012

VAS A VER... UNO POR OTRO




De iridiscencias doradas era la escultura de Cuauhtémoc que acaban de reubicar en la colonia Lomas de Cortés, en la Avenida Teopanzolco. Recién lavada del color que le habían aplicado queriendo imitar una pátina del bronce que la piedra no debe llevar, la colocaron donde estaba el Cortés azul alberca, aquel varias veces grafiteado con rojo. Daba risa cómo hacían llorar al caballo lágrimas de sangre. Una y otra vez se comprueba que el conquistador está condenado a perder la batalla en el imaginario público. Por su actuar impío, el jinete y su montura fueron embodegados una vez más, gestión cabildeada de por medio. Bajar del pedestal la escultura implica querer borrar de la historia al representado, anhelo que comparten en este caso quienes tomaron la decisión, con algunos artistas mexicanos que han decidido asimismo maltratarlo a lo largo del tiempo. Uno de los más insistentes fue Diego Rivera. Es como si con este acto quisieran emular el derribo de las estatuas de Stalin, Husein y Kadafi en sus respectivos países. Es como si se llevara a cabo un ritual de budú posmoderno: en vez de muñecos de trapo saturadas de alfileres, esculturas grafiteadas, derribadas, removidas. Y aún así, la historia del arte está poblada de personajes indeseables. ¿Acaso debemos destruir a Gorgonas, Laocoontes, Holofernes, Gengis Kahnes, Pilatos? Esto me recuerda el caso Guillén de Lampart o William Lampert o Lambert, un precursor de la independencia de la Nueva España, encerrado, de piedra, en la columna de la Independencia en el Distrito Federal porque no alcanzó la dignidad suficiente, en tiempos de Porfirio Díaz como para que se le edificara monumento al aire libre. Por otro lado ¿por qué poner a Cuauhtémoc en el lugar de Cortés? Lo más significativo de esta sustitución es que el de cantera, próximo a develaras como novedad, viene a representar al héroe con el que nos identificamos actualmente, a la pobre víctima que somos todos hoy. La violencia, la impunidad, el poder desmedido -o la falta del mismo-, hacen que Cuauhtémoc ya no brille por dorado, sino porque es todos nosotros.

María Helena Noval

novalmariahelena.blogspot.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario