El sábado que fui a la ópera, no dejé de pensar en "La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica", un texto clásico de Walter Benjamin que habla del "aura" de la obra de arte original, de esa serie de cualidades que una obra manufacturada, manoseada por el autor directamente, le ofrece al espectador que busca lo auténtico, el enfrentamiento estético de primera mano con la creación.
Hago la referencia literaria obligada para que no se me acuse de no conocerla porque voy a defender una ópera televisada vía satélite. Una obra filtrada. Pero ¿Qué quieren? el espectáculo me fue conquistando, al final agradecí la posibilidad de lanzarme a Nueva York por Jiutepec y aproveché al máximo las cualidades de la tecnología, por ejemplo los close ups que me brindaron la oportunidad de ver detalles de cerca.
De la crítica al gozo
El diálogo conmigo misma fue intenso, no se crean que el forcejeo fue fácil; comencé por lamentar la pérdida de contacto con el espectáculo en vivo, pensé que el sonido retransmitido electrónicamente no sustituirá jamás a la orquesta en el foso, "estoy viendo lo que sucede allá por un hoyito, no estoy entre el público real me dije", pero de pronto la consciencia de saberme público del siglo XXI, la posibilidad de la reflexión estética a partir los debates de nuestro tiempo me brindó la luz que necesitaba para disfrutar de la ópera patrocinada por los Amigos de la Música de Cuernavaca.
¿De qué otro modo pudiéramos haber dado cuenta de "La isla encantada" quienes no pudimos asistir al Metropolitan Opera House de Nueva York? Tocar con las manos, ver el despliegue escénico total es sin duda importantísimo, me dije, pero a cambio de eso estoy disfrutando de la difusión cultural propia de mi épca, estoy pudiendo ver la gesticulación y el maquillaje de un rostro, el espléndido vestuario de cerrquitita, las florituras de los bordados. El detalle es lo nuestro, me dije, los espectadores del siglo XXI vemos diferente que nuestros antepasados. Ganamos en minuciosidad, me dije, y esto es una categoría estética importante. Esto, por supuesto, además de la música que es bellísima y de la diversidad, entonación y potencia de las voces que son únicas. Se trata de los grandes intérpretes de nuestro tiempo. Escuchen a Ismael Álvarez de El Coleccionista en el 106.1 de FM si quieren saber más a respecto.
La Ópera
La intención, según los participantes y el autor Jeremy Sams era lograr un pastiche conformado por música barroca e interpretaciones en tono de comedia. El guión se basa en una obra clásica, el "Midsummers Night Dream" de Shakespiare y en medio de todo este despliegue historicista, juega un papel importante la figura de Neptuno, personaje inventado para el tenor Plácido Domingo, un gran artista y promotor de su arte, el bel canto.
La intención, según los participantes y el autor Jeremy Sams era lograr un pastiche conformado por música barroca e interpretaciones en tono de comedia. El guión se basa en una obra clásica, el "Midsummers Night Dream" de Shakespiare y en medio de todo este despliegue historicista, juega un papel importante la figura de Neptuno, personaje inventado para el tenor Plácido Domingo, un gran artista y promotor de su arte, el bel canto.
Poco a poco fui cayendo en la cuenta de que más de trescientas personas amantes del arte estábamos viendo una "ópera posmoderna" a cabalidad, una súper producción para televisión en la cual nuestra mirada era guiada por un director de cámaras que nos llevaba de la mano para ver las escenas seleccionadas por él y el director de la obra de antemano para nosotros. No se privilegiaba la mirada panorámica sino la especializada, la focal.
Otra cosa que me gustó es que la obra misma es autocrítica o revisionista del propio género del cual se desplanta. Esto me parece muy interesante porque conlleva años de reflexión por parte del autor, pero además implica toneladas de amor por un oficio que exige mucho estudio y sacrificio. ¿Quién si no un amante de este género teatral se atreve a revisar la música barroca, seleccionar piezas y pensar escenas para repensar el Barroco?
Otro acierto reposa en las actuaciones que presenciamos, pues en ellas la intención de autenticidad fue evidente. No presenciamos una pieza pretenciosa, sino las actuaciones de quienes decidieron rendirle un homenaje al espíritu de toda una época, tal vez por ser nosotros mismos espectadores propensos a la rocalla, la decoracion excesiva, el sentimiento amelcochado. Tal vez porque buscamos en el pasado una estampa afín a nuestro espíritu recargado, un espejo en el cual identificamos.
Nueva York en Morelos
Los comentarios escuchados durante el intermedio insistían en la ardua labor de los Amigos de la Música: convencer a la gente de asistir al auditorio del IMTA o al Teatro Ocampo no es fácil. La música popular se transmite en más del 95 por ciento de las estaciones de radio. Es más pegajosa y su recepción no requiere mayores referencias culturales. No obstante, también es cierto que cada vez más gente asiste a la ópera retransmitida (en el Auditorio de la Ciudad de México también se vivió esta experiencia) y que existe un público que busca calidad artística en los espectáculos. En nuestro caso, me refiero al público morelense, hay que decir que la gente se vistió para asistir a un montaje que le mereció invertir tiempo en su arreglo personal. Para ser clara diré que se trata de un público culto diferente del que va al box o al fútbol televisados. Conclusión
Decía W. Benjamin en los años treinta, que fue cuando escribió su citadísimo texto, que la facilidad para reproducir las obras (el se refería a las imágenes artísticas), iba a llevarnos a perder la capacidad de asombro, que tanto poster barato iba a solucionarnos la necesidad de imagen muy fácilmente y eso me llevó a pensar en un primer momento en el riesgo que se corre de vivir una estética aplanada por los medios masivos de comunicación. No obstante, salí convencida de que hay ganancias en este tipo de transmisiones.
El percibir detalles antes insospechados, la ventaja de la mirada guiada por los expertos, las entrevistas realizadas a los cantantes, los diálogos traducidos, son propios de la difusión cultural de nuestra época.
Decidí hacerle caso al "regocíjense, regocíjense" que imploran los cantantes al final del la obra y sí, me gustó sentirme público del público del MOH de N.Y.Sentí genuina una obra hecha con tantas ganas y respeto.
Sí, se trata de un aura diferente de la que halaba W. Benjamin. La recepción de la obra de arte hoy en día es mucho más compleja de lo que se cree y por ello seguiremos hablando de eso en este espacio. ¥
María Helena Noval
(publicado en dos partes 25 y 26 de enero 2012)
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