Reflexionar el monumento implica verse viendo. No existe manera de hacerse opinión frente la fotografía de una escultura pública. Por eso se ha hablado más en los medios de comunicación sobre los costos de la Estela de Luz, una pieza que se quería eficaz en términos de comunicación de ideales (léase patriotismo, nacionalismo), que en términos de recepción estética.
Este tipo de construcción, me refiero a la escultura urbana, tradicionalmente modelada, moldeada, cincelada, tallada o armada, se piensa para ser vivida y no sólo contemplada. Se trata de una modificación del espacio que deambulamos. De ahí la primera cuestión: ¿por qué no se pensó en una pieza y plaza de dimensiones y propuesta acogedoras para conmemorar el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana?
Su pobreza artística, la nula apropiación que hace del espacio que le fue concedido, el alcance icónico que tendrá con el tiempo -lo que simbolizará-, apuntan a una lectura de la cultura que le da origen. Un análisis formal, en cambio, nos hablará del regusto o la moda que dejó el arte de los años sesenta. Es decir, nos permitirá vernos viendo un minimalismo aplanado, una propuesta conceptual mezclada con tendencias del diseño industrial y comercial.
La luzPoca luz nos da mirar de frente la pieza conmemorativa sobre su apuesta artística, esto dicho irónicamente, porque es precisamente la luminosidad la apuesta principal de la empresa constructora iii y su tardado autor, el arquitecto César Pérez Becerril.
De interminables módulos, la pieza está diseñada para iluminarse en su totalidad sin justificación alguna, de comienzo a fin. No hay variedad ni graduacion matérica, no permite lectura de contrastes. Haciendo mal uso de la estética minimalista (consúltese la obra de Dan Flavin), al autor se le ocurrió que cualquier repetición modular aderezada con focos sería suficiente, que la fascinación del hombre por la luz, daría por resultado una pieza digna de tan alto costo, que un elevado conjunto de piezas encendidas, seria por sí mismo admirable. Pero ¿Qué lo diferencia de una marquesina vertical?
Las dimensiones de la pieza y el material (cuarzo translúcido, acero inoxidable, cientos de leds), tampoco funcionan en términos simbólicos porque no se logra la asociación de ideas entre la fecha que se conmemoraba y el tema de la pieza, que termina siendo la luz. No hay metáfora.
La historia
La historia de los monumentos en el mundo refleja un abanico de intenciones que van de la necesidad de imprimir en el ciudadano la idea de respeto y admiración por un hecho histórico (Columna de la Independencia, Monumento a la Revolución), un héroe o figura ejemplar (Zapata, Hidalgo, Morelos), un grupo de ciudadanos (Los Burgueses de Calais) o una idea abstracta (la paz, el amor, la maternidad, etc.)
En todos los casos, la admiración como resorte es la apuesta básica del comitente y del autor de los monumentos cívicos; la escultura urbana busca formar consciencia, educar al espectador en lo moral y en lo cívico. Se busca doblegar el espíritu.
No obstante, en la pieza que comentamos, los valores estéticos no alacanzan a formar opinión porque la simpleza de la solución no permite una asociación de ideas asombrosa; el arrobamiento propio de lo sublime no se da. Más bien son la vergüenza y la desilusión lo que nos lleva a pensar en la inoperancia del mobiliario urbano en el Paseo de la Reforma (sí, mobiliario, no arte en este y en otros casos) y nos llevará con el tiempo a voltearnos para otro lado cuando pasemos por allí, porque esta obra es la prueba palpable de que en esta época no hay nada que decir. De que las formas sin referentes son lo actual.
MARIA HELENA NOVAL
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