miércoles, 18 de abril de 2012

Magali Lara en el Museo Amparo de Puebla



Emoción, intuición y vivencia son los resortes que motivan la obra de Magali Lara, quien concluyó recientemente sus estudios de Maestría en la Facultad de Artes de la UAEM, con un proyecto dedicado a la animación de su obra abstracta. 

Reconocible por la impronta de la mancha y la delicadeza de una línea que busca sugerir, Magali decidió digitalizar algunos de sus dibujos para ver cómo se comportaban en movimiento y el llamado espacio pictórico (hoy pantalla), se convirtió entonces en un campo de batalla que le reveló, a ella en primer término, unas vidas que presentía, unas formas con las que hoy se comunica mejor.

Me topo en el Museo Amparo con su obra y de repente me doy cuenta de la enorme diferencia que existe entre los efectos ópticos propios de los medios masivos de comunicación, esos esfumados de imágenes a los que nos ha acostumbrado la TV,y los tránsitos entre una mancha y otra en el caso de la obra de Magali.  Me doy cuenta de que los divertimentos televisivos son pensados por alguien que no se toma en serio la existencia, la importancia de una forma. Me percato de que servirse servilmente de las formas tiene consecuencias terribles: las borra.

Tal vez ahí reside el meollo de todo, pienso, en el respeto que se le conceda a las mismas: sus texturas y sus colores las identifican como a las personas, no son detalle (de talla) menor.  No en balde se habla desde la década de los setenta de la pintura-pintura, aquella que habla de sus elementos internos, de su lenguaje, como la verdadera razón de ser del arte de pintar. Esa pintura se olvida de la ancestral función mimética del arte, le da una nueva razón de ser. Se reinventa.

Pongo un ejemplo: "Un posible día", una de las piezas de Magali está pensada para hablar de la noción de profundidad, de tercera dimensión para el dibujo. Se trata de túneles de fideo, son madejas de hilo que se voltean, son espacios tridimensionales de fino alambre que flotan. ¡Qué maravilla que una computadora nos permita ver una forma desde diversos ángulos, que nos podamos dar el lujo de vernos viendo estas figuras por el mero placer de verlas existir en tres dimensiones, privilegio antiguamente sólo escultórico!

Me acuerdo con frecuencia de la preocupación de Vlady: "¿Cómo vamos a competir los pintores con la televisión, con las imágenes electrónicas?", me decía,  sin llegar a una respuesta satisfactoria antes de lanzarse a recordarme que la técnica veneciana que él usaba era de orden mágico, que los colores debían ser piedra duradera, que la pintura era sinónimo de oficio y que más que narrar historias, debía asombrar al ojo por el milagro del color.

Glaciares: derrumbe vital
Cuenta en los textos de sala Magali Lara, que durante un viaje a Sudamérica se dedicó a observar y dibujar glaciares, no como los representámenes que podemos imaginarnos, sino como huellas de emociones. Añade que los derrumbes de hielo la llevaron a recordar sus derrumbes familiares y que la muerte de su primer esposo (también artista) la vivió como si se tratase de la poda de un árbol.  Eso me lleva a pensar que Magali Lara ha encontrado formas de narrar muy elevadas. Esto complica la recepción de su obra, se trata de un dibujo-escritura  sui generis que abarca lo no dicho, lo que hay que intuir, pero vale la pena arriesgarse a la lectura.

Animación del alma
Compruebo que no exagero cuando veo poesía en esta obra, cuando mi hija de 15 años entra a la sala y me dice "mamá, yo quiero un cuadro como esos para mi cuarto".  Resulta que también la jovencita se emociona con un dibujo de tres dimensiones, que piensa que la música orgánica que acompaña a los vídeos traduce muy bien lo que está pintado, que está de acuerdo en que las curvas son más que semillas, son más que embriones.

A diferencia de lo que hace William Kentridge, quien inventó esto del dibujo artístico animado, Magali Lara vuelve a lo primitivo de la expresión, a lo que se hace al principio, en el origen, con el lápiz y el pincel. Le da importancia a lo sencillo, le quita un enorme peso a la historia del arte, aquel peso que tiene que ver con lecturas académicas, y  aunque esto no se comprenda a simple vista, termina por ser gozoso.

"Nombrar c"
Por último, me acerco a los libros de artista, a esos origamis de páginas cuadrito y colores que se distienden dentro de la vitrina recordando un ánimo de juego, ya no de vivencial. Salgo de la sala pensando que tengo que hablar con ella después de escribir esto.¥


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