viernes, 13 de abril de 2012

¡Diablos!: ¿Qué miedo?

Se queman en Semana Santa, el Sábado de Gloria y sirven para satirizar el mal y el pecado. Se llaman Judas y su representación va del diablo concebido en rojo hasta la figuración más moderna de personajes de la vida pública. Son, en pocas palabras, una especie de chivos expiatorios,  muñecos de cartón que  funcionan un poco como el vudú: echando mano de la mentalidad mágico religiosa que todos poseemos para que sea a ellos a quienes les sucedan las cosas terribles y no a nosotros.

Cartonería y pirotecnia me tocó ver en Puebla, en el Museo de San Pedro. El tema que hila la muestra es el hereje por excelencia, el demonio.  Lucifer, Belzebú, Belial, el Chamuco, Luzbel, es hoy figura de cuentos, ya no asusta como antes. Ya no nos importa que chupe los dulces caídos al suelo, hoy nos da más miedo el crimen organizado. No obstante, en tiempos pasados fue el diablo un personaje creado para asustar y catequizar, encarnó la maldad desde la Edad Media.

Diablo a la baja
Llama la atención el hecho de que se haya apoderado el lugar común del más malo de todos. ¿Por qué convertirlo en una bestia?¿Por qué no un diablo para cada época y lugar? Su retrato incluye una pata de animal, cuernos, escamas, cola, alas de murciélago, y claro está  la forma humana, cosa muy fea, más fea que lo animal.

De lo antropomorfo y del gusto humano por lo grotesco habla Leonardo da Vinci en sus escritos. No deja de mencionar que la caricatura nace del placer que nos da ver al otro ridiculizado. Contamos con una facultad especial para exagerar el detalle. Luego, esa facultad cristaliza logrando lugares comunes que van conformando una especie de diccionario visual en nuestro imaginario. Así se formó el diablo. Lo extraño es que de ahì no pase. Ya no nos podemos imaginar más feo al más malo. Tal parece que la imaginación sí tiene límites. ¥

Maria Helena Noval
 helenanoval@yahoo.com.mx

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