Pasado en claro
Del vomito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
De una estación de moscas y de polvo
Una tarde juntamos sus pedazos.
Yo nunca pude hablar con el.
Ya adulto y siendo un reconocido escritor y periodista -igual que el padre, igual que el abuelo Ireneo, soldado porfirista-, Paz Lozano hizo que se reeditara la biografía de Emiliano Zapata, escrita por su padre años antes. Allí se mencionan los años vividos en Estados como representante del líder agrario, su labor con Vasconcelos, los ideales que seguían. ¿Le restituyó de ese modo su lugar en la historia? ¿Lo idealizó, le rindió un homenaje, le demostró el amor nodal del que hablan Freud y Lacan?
El trágico fin de Paz Solórzano, bajo las ruedas de un tren (1883-1936) a causa de la embriaguez, esa imprudencia bestial, marcó la vida del hijo.
Muerto en vida mucho tiempo atrás, lo dejó huérfano en cierta medida, digo en cierta medida, porque el abuelo, Ireneo Paz, fuerte, intelectual liberal y novelista contribuyó a mitigar su dolor y lo formó hombre.
El libro de Krauze que estoy leyendo se llama "Redentores" (Editorial Debate) y es una compilación de textos que abordan las diversas ideas del poder en América Latina. Pero, como se deja ver, también nos muestra cómo la satisfacción de una necesidad se refleja en la creación artística y en la construcción de una vida.
Los capítulos dedicados al Subcomandante Marcos, Gabriel García Márquez y José Vasconcelos también hablan de faltas, de huecos que llena el arte y sobre todo, se deja ver el diseño consciente de la vida como un medio para completarnos.
Helena Noval
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