¿Qué noticia le podría hacer suficiente contrapeso a la cuota de sangre que deja el narco en el país día con día? ¿Cómo sacar de la abulia que deja la imagen morbosa, a la gente absorta en la nota roja en la que se han convertido las primeras páginas de los diarios? Sólo un caso como el de Paulette Gebara Farah, la hermosa e inocente niña, víctima de una serie de nefastas circunstancias, comenzando por su precaria salud, podría haberse convertido en el material idóneo para las digestiones de millones de teleadictos acostumbrados a las emociones fuertecitas.
Ocurrido en “kafkahuamilpa”, el caso Paulette, saturado de incongruencias policiacas no debiera ya extrañarnos porque así se maneja la ley en nuestro país, pero Paulette Gebara Farah no fue cualquier víctima: la imagen del asunto, si tomamos en cuenta lo que propone la semiología de la imagen, se ha ido armando a manera de un cambiante caleidoscopio. A cada mirada, las escenas se revelan diferentes; surgen así interpretaciones que no arman más que cuadros parciales, pronunciamientos subjetivos.
He aquí algunos factores o imágenes –como sabemos también las imágenes mentales se “leen” o interpretan-- que valdría la pena voltear a ver con la idea de tomarnos la medida como miembros de una sociedad tan sensible como mediatizada.
1. A medida que las entrevistas realizadas se difundieron (sobre todo las de Lizette Farah), la relación de los padres de la niña desaparecida se fue esclareciendo. Tal parece que en algún momento de sus vidas, ambos decidieron “darse de niñazos”; una situación muy común entre quienes se acercan a la disolución del matrimonio, por las razones que sean. Las imágenes de ambos padres, siempre por separado y despreciándose entre sí, cargan emocionalmente el caso, lo convierten en transmisible mediáticamente.
2. De la entrevista que le hizo Lilly Téllez a la señora Farah en la recámara de la niña, y que luego comentó con otra periodista, surge la imagen del “cadáver plantado” en el lugar en el lugar en el que se encontró. A 5 días de desaparecida la niña, madre y periodista se sentaron en la cama y ningún bulto o protuberancia parece haberlas perturbado. Hay entonces una incongruencia espacio-temporal en la transmisión de las imágenes del escenario, lo cual aumenta la curiosidad y el morbo de la gente.
3. Existe un discurso inconexo entre los patrones (madre y padre) y el servicio doméstico que atendía a las niñas. Dicho discurso nos habla no sólo de la plasticidad de la realidad, sino de las relaciones patronazgo-servicio doméstico, en un país en el que tenerlo es cosa común, aunque no se le tenga la confianza mínima como para informarle lo que sucede en casa. La imagen que se desprende de esta dialéctica incongruente es que a las “muchachas” no hay que decirles todo, aunque vivan con nosotros las 24 horas del día, ni en un caso de extrema gravedad como este. ¿Decirles que pudiera haber sido secuestrada o estar muerta era peor que decirles que estaba con una enfermera?
4. Tal vez la imagen que más llama la atención ha sido la de la propia madre, quien, al no comportarse como las madres de las telenovelas mexicanas, adquiere visos de monstruosidad frente a las cámaras que la retratan tranquila (¿negando la realidad de la tragedia?). En un país como el nuestro, la imagen de maternidad que se aparta del cliché propuesto por la cultura ligth y pop, origina un escozor cuyas consecuencias no veremos hasta no saber si su vida pudo volver al anonimato o darse en relativa paz.
5. La importancia que adquieren en este contexto las redes sociales y la responsabilidad social o ética de las mismas se ha puesto en entredicho, toda vez que FaceBook ha permitido que se suban páginas pobladas por fans que preguntan sobre la credibilidad que suscita la imagen de la madre y tópicos similares. Las políticas de una empresa mediática como esta multimillonaria red social, deberían impedir no sólo la existencia de clubes de fanáticos religiosos o racismo (como estipulan en sus casi nunca leídos contratos), sino la discriminación de una mujer sospechosa de asesinato por haber sostenido relaciones fuera del matrimonio (se supone) y de una familia entera por haberse hecho famosa involuntaria y trágicamente.
6. Una pregunta que surge de la lectura global del caso es ¿habrían dado la misma cobertura los medios a la desaparición de una niña menos favorecida económicamente? ¿Cuántos casos como este no llegan por el correo web a diario sin que la gente los reenvíe porque ya se sabe que la mayoría de las veces son artificios inventados por los programadores para robarse listas enteras de correos electrónicos y venderlas?
7. ¿Por qué se han difundido perfiles psicológicos y se ha diagnosticado a los padres, a la madre tan a la ligera? ¿Por qué los terapeutas tardan más tiempo en realizar esta parte de su trabajo que los criminólogos, quienes al parecer con un par de entrevistas “ya la hicieron”?
8. El uso político que se le ha dado al caso Paulette, al sufrimiento, a la imagen de la paternidad desatendida ¿tendrá algo que ver con el hecho de que el gobernador del Estado de México esté muy bien parado en Televisa, la madre del imaginario popular relacionado con la cultura del moco tendido? Y esto no lo digo sólo yo, hay caricaturas suficientes ya como para probar que el procurador está apagando fuegos tan inesperados como desafortunados para la imagen del presidenciable, como es este macabro caso.
9. La gente está indignada ¿por qué? No por la muerte de la niña, no por la falta de explicaciones que le den un sentido a la vida y muerte de la humanidad, sino porque se le engañó masivamente, se le preocupó sin haber existido la necesidad: la niña estaba en su casa. ¿En qué mundo vivimos? ¿Tiene más peso el engaño que el crímen?
10. La lectura de la imagen con la que termino este conjunto de visiones, es la de la risa: de acuerdo con los últimos reportajes transmitidos por los diversos canales de TV que se han ocupado del caso, tal parece que la NASA llegó al departamento de la familia Gebara Farah. Vestidos de traje espacial, portando tapabocas y máscaras, los investigadores se dedican a tomar muestras y a numerar los objetos de las habitaciones de la familia, cuando lo que tendrían que haber hecho desde un principio --y esto según el propio procurador Bazbaz--, era destender la cama, revisar la habitación a consciencia. Estas escenas, que recuerdan en algo a la película ET por la mezcla de lo infantil con la ciencia ficción, contribuyen a desprestigiar más a nuestro país, enloquecido hasta el máximo por el narco y sus secuelas. A nadie apantalla el hecho de que contemos con equipo especializado si no se usa cuando se debe, y los resultados de las investigaciones no están a la altura. Ω
Tus comentarios siempre son interesantes en nuestra "cultura" de "Realities Shows" hoy en boga, pues es lo que vende publicidad, el arte no está excento de estas situaciones.
ResponderEliminarLa pregunta que prevalece a mi parecer es : ¿Exite un sistema legal eficiente y funcional?
¿Estos circos mediaticos no son acaso distracctores de problemas nacionales más importantes?
Saludos y seguiré tu blog. Atte. Alejandro Quijano
ESTOY DE ACUERDO, ME SENTI ENGAÑADA! Y LO PEOR CON UNA VICTIMA, Q EN NINGUN MOMENTO SE PUDO DEFENDER...LA VERDAD NOS HARA LIBRES.
ResponderEliminarOJALA.