Comparto con ustedes algo de lo vivido esta semana en Cuernavaca en materia de cultura, porque aunque estamos asustados por la inseguridad, muchos seguimos asistiendo a los conciertos, las exposiciones, las presentaciones de libros y las conferencias que se ofrecen.
Vocación y firmeza.
Este domingo vino la Orquesta Sinfónica de Acapulco al Teatro Ocampo a interpretar a Paganini y Rossini. Como para esto se necesita un violinista, quién mejor que el maestro Adrián Justus, experto en ambos músicos italianos.
Imagínenselo vestido de color gris alpaca y corbata azul, enamorado de su instrumento y desde que salió al escenario dando lo mejor de sí. ¿Cómo se sabe esto? Porque la complicidad con el director de orquesta fue notable, porque los stacattos fueron nítidos, porque puso la máxima atención en su ejecución, al mismo tiempo que se dejó llevar por ésta. Porque la música fluyó entre nosotros con facilidad.
“Mira qué pies tan largos tiene” –me dijo una amiga- y esa reflexión hecha al calor del sentir no fue banal: pronto caímos en la cuenta de que la manera en la que un artista se para en su ámbito de trabajo nos lleva a respetarlo.
A la salida, tal metáfora me llevó a valorar también el trabajo del maestro Jesús Quintero, quien ha sacado esa chambotota que es la continuidad de la vida artística del Teatro Ocampo, con mucha firmeza y muchas veces sin contar con el apoyo de la secretaría de la que depende. Ahí les va un ejemplo: este domingo no se repartieron programas de mano a la entrada; el subsecretario de cultura encargado de este detalle no pensó en la importancia de la inversión en material didáctico y el director de orquesta tuvo que comenzar la función destacando la falta, para luego explicar el programa que iban a ejecutar.
Vaya un abrazo al maestro Jesús Quintero, quien siempre recibe al público en la puerta, pase lo que pase antes de cada función, pues se trata de un profesional para el cual no hay días de descanso ni pretextos: él saca el trabajo como sea.
Vaya un abrazo doble porque desde los inicios de su gestión ha mostrado vocación y entereza, además de gran experiencia en su materia.
La gente de los libros no es cualquier gente.
Este año nuestro estado fue seleccionado como invitado a la FIL del Palacio de Minería. Tal participación destaca no sólo porque para la feria ídem de Guadalajara, hace un par de meses se dio todo en contra: quienes dirigen cultura se mostraban renuentes a que los libreros, editores y escritores fueran hasta allá. Por fortuna el subsecretario Jesús Zavaleta insistió y los libros morelenses viajaron.
En la XXXV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (19 de febrero-3 de marzo) se presentarán 130 actividades, 600 títulos producidos por más de 30 editoriales de libros y revistas morelenses, tanto institucionales como independientes. Los temas serán variados, desde literarios hasta científicos.
Y aquí hago un alto para destacar la labor de la gente de los libros, dado que desde la promotoría de la lectura, hasta la edición de esos objetos cada vez más en desuso que son los libros de papel, se requiere una vocación a prueba de todo. Entre esa gente encontramos al maestro Ángel Cuevas, a quien debemos agradecer un montón de cosas, comenzando por su gran sensibilidad cuando escribe sobre los autores a quienes va a presentar.
A Ángel todos quienes gustamos de la lectura lo apreciamos mucho. Y lo apreciamos por el respeto que se ha ganado: es lector agudo, es experto en la materia de libros escritos y publicados en el estado, es prudente amigo de escritores. Es poeta, es escritor el mismo. Cuando uno lo ve trabajar olvida que es funcionario de gobierno. Cosas nada fáciles, si tomamos en cuenta que la cultura del libro va en contra de la cultura de masas.
Galería de arte del TEC de Monterrey El viernes 7, el TEC de Monterrey inauguró un espacio para exposiciones de artes plásticas. Unas 60 personas celebramos la iniciativa a pesar de las reducidas dimensiones y la pobreza de los recursos museográficos, no sólo porque a esta institución le hacía falta el complemento humanista por cuanto respecta a los servicios educativos que ofrece, sino porque inauguraron el espacio con una muestra fuera de serie.
Se trata del trabajo de la familia Silva-Pantoja, artistas morelenses por amor al arte y al estado. Como muchos saben Adriano Silva Castañeda, Yolanda Quijano, Alejandro Quijano y Adriano Silva Pantoja viven entregados al trabajo artístico y han hecho carreras destacadas, cada uno a su manera y sin embargo con un hilo conducente que los aglutina: me refiero al arte fantástico y la paleta colorística que emplean.
Sobre ellos y sobre la noción de familias de artistas (¿Genética, influencias, estilo de vida?) hablaré en otro espacio. Queda decir, que el texto de inauguración de Fernando Silva, miembro de la Sociedad de Artistas Plásticos de Morelos fue espléndido. Habló con tanto tino sobre cada uno de ellos, que nos puso la piel chinita a los espectadores. Fernando demostró cómo un pintor es también un espectador hipersensible.
Este domingo vino la Orquesta Sinfónica de Acapulco al Teatro Ocampo a interpretar a Paganini y Rossini. Como para esto se necesita un violinista, quién mejor que el maestro Adrián Justus, experto en ambos músicos italianos.
Imagínenselo vestido de color gris alpaca y corbata azul, enamorado de su instrumento y desde que salió al escenario dando lo mejor de sí. ¿Cómo se sabe esto? Porque la complicidad con el director de orquesta fue notable, porque los stacattos fueron nítidos, porque puso la máxima atención en su ejecución, al mismo tiempo que se dejó llevar por ésta. Porque la música fluyó entre nosotros con facilidad.
“Mira qué pies tan largos tiene” –me dijo una amiga- y esa reflexión hecha al calor del sentir no fue banal: pronto caímos en la cuenta de que la manera en la que un artista se para en su ámbito de trabajo nos lleva a respetarlo.
A la salida, tal metáfora me llevó a valorar también el trabajo del maestro Jesús Quintero, quien ha sacado esa chambotota que es la continuidad de la vida artística del Teatro Ocampo, con mucha firmeza y muchas veces sin contar con el apoyo de la secretaría de la que depende. Ahí les va un ejemplo: este domingo no se repartieron programas de mano a la entrada; el subsecretario de cultura encargado de este detalle no pensó en la importancia de la inversión en material didáctico y el director de orquesta tuvo que comenzar la función destacando la falta, para luego explicar el programa que iban a ejecutar.
Vaya un abrazo al maestro Jesús Quintero, quien siempre recibe al público en la puerta, pase lo que pase antes de cada función, pues se trata de un profesional para el cual no hay días de descanso ni pretextos: él saca el trabajo como sea.
Vaya un abrazo doble porque desde los inicios de su gestión ha mostrado vocación y entereza, además de gran experiencia en su materia.
La gente de los libros no es cualquier gente.
Este año nuestro estado fue seleccionado como invitado a la FIL del Palacio de Minería. Tal participación destaca no sólo porque para la feria ídem de Guadalajara, hace un par de meses se dio todo en contra: quienes dirigen cultura se mostraban renuentes a que los libreros, editores y escritores fueran hasta allá. Por fortuna el subsecretario Jesús Zavaleta insistió y los libros morelenses viajaron.
En la XXXV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (19 de febrero-3 de marzo) se presentarán 130 actividades, 600 títulos producidos por más de 30 editoriales de libros y revistas morelenses, tanto institucionales como independientes. Los temas serán variados, desde literarios hasta científicos.
Y aquí hago un alto para destacar la labor de la gente de los libros, dado que desde la promotoría de la lectura, hasta la edición de esos objetos cada vez más en desuso que son los libros de papel, se requiere una vocación a prueba de todo. Entre esa gente encontramos al maestro Ángel Cuevas, a quien debemos agradecer un montón de cosas, comenzando por su gran sensibilidad cuando escribe sobre los autores a quienes va a presentar.
A Ángel todos quienes gustamos de la lectura lo apreciamos mucho. Y lo apreciamos por el respeto que se ha ganado: es lector agudo, es experto en la materia de libros escritos y publicados en el estado, es prudente amigo de escritores. Es poeta, es escritor el mismo. Cuando uno lo ve trabajar olvida que es funcionario de gobierno. Cosas nada fáciles, si tomamos en cuenta que la cultura del libro va en contra de la cultura de masas.
Galería de arte del TEC de Monterrey El viernes 7, el TEC de Monterrey inauguró un espacio para exposiciones de artes plásticas. Unas 60 personas celebramos la iniciativa a pesar de las reducidas dimensiones y la pobreza de los recursos museográficos, no sólo porque a esta institución le hacía falta el complemento humanista por cuanto respecta a los servicios educativos que ofrece, sino porque inauguraron el espacio con una muestra fuera de serie.
Se trata del trabajo de la familia Silva-Pantoja, artistas morelenses por amor al arte y al estado. Como muchos saben Adriano Silva Castañeda, Yolanda Quijano, Alejandro Quijano y Adriano Silva Pantoja viven entregados al trabajo artístico y han hecho carreras destacadas, cada uno a su manera y sin embargo con un hilo conducente que los aglutina: me refiero al arte fantástico y la paleta colorística que emplean.
Sobre ellos y sobre la noción de familias de artistas (¿Genética, influencias, estilo de vida?) hablaré en otro espacio. Queda decir, que el texto de inauguración de Fernando Silva, miembro de la Sociedad de Artistas Plásticos de Morelos fue espléndido. Habló con tanto tino sobre cada uno de ellos, que nos puso la piel chinita a los espectadores. Fernando demostró cómo un pintor es también un espectador hipersensible.
Caravana locochona
El mismo viernes partió a bordo de un camión un puñado de artistas dispuestos a vivirlo todo por amor al arte. Movida por iniciativa de Lázaro Valiente por un afán que es experimental pero también jocoso, la aventura redundará en un rico intercambio de experiencias al cabo de una semana. Seguro bajarán de la nave con influencias recibidas y anécdotas inolvidables. Vamos a ver qué nos cuentan.
El mismo viernes partió a bordo de un camión un puñado de artistas dispuestos a vivirlo todo por amor al arte. Movida por iniciativa de Lázaro Valiente por un afán que es experimental pero también jocoso, la aventura redundará en un rico intercambio de experiencias al cabo de una semana. Seguro bajarán de la nave con influencias recibidas y anécdotas inolvidables. Vamos a ver qué nos cuentan.
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