martes, 23 de marzo de 2010

Mis amigos

María Helena Noval

helenanoval@yahoo.com.mx

No cabe duda, en la vida se presentan situaciones inexplicables por la vía de la razón pura. Como bien dicen: “Hay razones que la razón no entiende”. Como la del amor. El amor y las pasiones no se explican ni por aquello de las endorfinas, ni por medio de las creencias religiosas, ni por medio de la teoría de las hormonas. Nada explica el amor. Si acaso que estamos locos, y el amor es tanto un paliativo para la locura, como la locura misma que nos mueve a actuar a todos. ¿Por qué nos obsesionamos con una idea o persona hasta el grado de buscarla en los demás?
Frecuentemente, me ha pasado que termino relacionándome con quien se parece a mí, sin haberlo planeado a priori. “Dios los hace, y ellos se juntan” es una explicación que en su aparente sencillez, encierra más preguntas que respuestas. “Se debe a las patologías complementarias”, me dice una admirada amiga, pero este razonamiento no acaba de explicarme por qué, queriendo escapar de mí misma, me miro en el espejo de otros. Pero no cualquiera es “otros”. Los otros que me importan son unos otros muy especiales, son los que prefieren la estética de lo sórdido, lo siniestro y lo sublime al mismo tiempo.
Todo esto para presentarles a mis amigos. Comienzo con la más nueva, la sobrina de un escritor que se presentaba “siempre con el mismo traje y el estómago vacío, desparpajado y distraído, su caso no se encuentra –dice uno de sus biógrafos-- dentro de ésos en los que la forma de vida se impone a la obra.” Tal escritor, Efrén Hernández, hoy considerado genio, “se ha ido diluyendo como personaje”, quedando únicamente para los jóvenes estudiosos la obra, dice Alejandro Toledo, especialista en su obra. El investigador ubica al escritor guanajuatense como “un personaje peculiar dentro de la literatura mexicana, tanto por su extravagancia personal como por esa postura marginal que asumió, y las mismas lo ubican dentro de un grupo de autores discretos que, a pesar de ser reconocidos en los círculos literarios, han sido poco leídos”. Sin embargo mi amiga es ella y no el escritor, su tío muerto como el mío, el protagonista de una historia que me fascina apenas me la cuenta. Esta es como yo, pienso, cae en la trampa de la seducción por el talento martirizado, la cautivan el arte y la desgracia, como a mí.
Otro de mis amigos es el nieto de un famoso muralista. Me acerco a él porque a través de sus lúcidos escritos me entero de lo que vivieron mis antepasados en el México de los años 40 y 50, sin embargo, no todos mis antepasados me interesan, me interesa, además de la pintura de Diego Rivera, quien fuera el abuelo de mi amigo el crítico de arte, el universo semántico del que pudo haber bebido Manuel, mi propio tío talentosísimo y martirizado.
A mi gran amiga, Alicia Zendejas la cultivo porque es escritora, porque es sabia y culta, porque estuvo casada con Francisco Zendejas, el más grande y respetado crítico literario que ha dado el país, y por más razones que no alcanzo a enumerar, pero sobre todo, la cultivo porque vivió el México que acoto como mío, aunque yo sea muchos años más joven que ella. Confieso además, que siendo amiga de mi tío Manuel, lo fue mía desde el primer instante en que la vi.
La sobrina de María Asúnsolo, haciendo cosas por la famosa mujer-musa; el hijo de Germán Cueto, que me invita a comer para mostrarme la obra del escultor; el hijo de Julio Castellanos, cuya obra admiro mucho, y la sobrina del museógrafo y promotor cultural Fernando Gamboa son los otros familiares de artistas que completan mi lista de “personajes a los que debo agendar para próximas reuniones”.
¿Por qué? No lo sé, sólo sé que debo convivir con ellos, sé que en algún momento en nuestras conversaciones saldrá el hilo del que debo tirar para por fin entrarle a la factura del libro que llevo en la cabeza, sin podérmelo sacar. Sé que sus historias son paralelas a la mía y a la de mi biografiado. ¿Por dónde empezar en este juego de espejos para por fin dejar a un lado a mi amado tío Manuel González Serrano?

http://www.lajornadamorelos.com/opinion/articulos/85032?task=view

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