lunes, 4 de mayo de 2020

Vas a ver: Museos y Covid-19 (otro más)

1.En tiempos del COVID-19 se plantea un cambio de paradigma: los museos no pueden volver a abrir sus puertas considerándolos como tradicionalmente se hacía.
Enfocados en exhibir el patrimonio cultural de la humanidad, los museos además de educar al espectador para que sepa apreciar las artes -y otros productos culturales como los arqueológicos, el diseño industrial, la memorabilia de algún personaje, etc.-, tendrán que contribuir a generar las condiciones y estrategias para el bienestar social. Tendrán que encontrar urgentemente, la manera de que la gente los deje de concebir como sitios “aburridos” y “para especialistas”.
Por supuesto, esto es lo que se escucha en los foros de especialistas, a los que he asistido virtualmente, en días pasados. Días virales. Pero ¿esto ya lo sabe la gente?
2.Mucho se ha hablado de la voluntad democratizadora de la cultura. Es fácil recordar genuinos esfuerzos para pulir esas piedras preciosas en bruto que somos. Vasconcelos es el pilar de la educación cultivada en México. Como lo fue Malraux en Francia. Sus propuestas de sensibilización del pueblo, para conseguir un espíritu elevado, dejaron atrás los tiempos anteriores a la Revolución Francesa, en los que los artistas creaban básicamente para las elites empoderadas.
Dicho esto, se cuentan por decenas las buenas intenciones de conseguir que los educandos en las escuelas y los asistentes a los museos se transformen, mediante el continuo contactos con el producto de la creatividad -sea este arte o lo que más se le parezca-, en seres empáticos y amables con el otro, la otra, los otros.
Diego Rivera pedía un arte para el pueblo, creyendo que este sería el antídoto contra  la ignorancia y la pobreza. Pero como sabemos y bien lo dice el pintor Arnaldo Coen, lo que seguimos necesitando es un pueblo para el arte. Y más que eso, un pueblo para el pueblo. Gente que piense en la gente.
He insistido en esta columna, en que necesitamos cultura de la cultura, porque no hemos logrado que sea masiva la entrada a los museos, a los centros culturales, como lo es a los espectáculos gruperos o las ferias.
3.Querido lector, no sé si es que hoy ando desanimada por saber a tanta gente en la calle, por oír tanto cuete y bailongo allá afuera, y saber a tantos echando fiesta por el 3 de mayo, descuidando la salud de todos, o es que los webinars virtuales en los que nos hablan de una nueva tarea para los ya de por sí debilitados ($$$) museos me pone mal, me asusta.
Estoy consciente de que los museos son dispositivos de mediación, centros culturales que ofrecen sus puertas al público para más de una actividad. Que quienes laboramos en sus recintos tenemos una responsabilidad social, que va más allá de la simple educación artística.
También me queda claro que hay expertos como el Antropólogo Néstor García Canclini, que hablan de un “Post Museo”, en el que cuenta la “experiencia” obtenida. Y que por lo mismo, competimos con un montón de ofertas que entretienen y agradan más fácilmente los sentidos. Pero ¿podremos con el paquete que nos deja el llamado Coronairus?
4.Replantear el papel del museo implica preguntarse quién será el usuario, el nuevo o renovado beneficiario. Nos vemos muy bonitos con este lenguaje de tono socialista, democratizador de los espacios múltiples, pagados por los gobiernos del mundo.
La bronca está en cómo llegarle al consumidor de cultura ligth, que hoy no sabe para qué le sirve ir al museo. A ese que aún no sabe que allí se habla de otras cosas.
Lo que sucede es serio. El Metropolitan Museum de Nueva York cumplió 150 años de edad, sin festejo, en días pasados, porque con la pandemia perdió millones de dólares por falta de entradas (y productos financieros). ¿Qué será de nosotros, que somos pobres? FIN.

María Helena González

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