1.
Con declaraciones como la de
que a “Juan no le gustaban las consciencias morales de Jalisco y por eso es
mejor que el museo que llevará su nombre esté en Cuernavaca” se abrió este
sábado el diálogo entre la escritora Elena Poniatowska, autora del libro “Juan
Soriano: Niño de Mil Años” --uno de los textos más completos que existen sobre
la vida del pintor-- y Marek Keller coleccionista mayoritario de su obra. La
charla organizada en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, previa a
la inauguración de la exhibición del acervo del Centro Cultural Juan Soriano,
previsto para fines de este año en Morelos, logró que quienes asistimos
conociéramos no sólo los antecedentes del sitio, sino parte de los intríngulis
de la vida bohemia del México de mediados de siglo. La plática, he de decirlo,
fue una verdadera delicia porque nos presentó a un Soriano mordaz y ocurrente
que no se deja ver siempre frente a la obra. A un Soriano que entre otras cosas
se admiraba porque cuando regresaba al país (el autor vivió años en Europa) se
encontraba con que los antes amigos, sus colegas, se convertían de pronto en
férreos enemigos.
La escritora con su
característica gracia y sentido del humor comenzó por preguntarle a Keller por
qué le dedicaba su vida a un muerto y él le contestó que a diez años del
fallecimiento de quien fuera su pareja, éste seguía tan presente en su vida
como antes, que todo el tiempo dialogaba con él, que las respuestas siempre
llegaban… lo cual se traduce en una declaración de amor conmovedora. También dijo
que al pintor no le gustaban los museos de autor, que ante la idea del conjunto
dedicado a una sola mano siempre decía “que la gente haga lo que quiera con sus
cuadros” pero que él, terco, había comenzado a juntar el patrimonio que
conforma la fundación que hoy lleva el nombre de ambos con el dinero que
ganaban con la venta de la obra del pintor, por lo que éste le decía “¡en vez
de vender sorianos compras sorianos!”.
Hoy parte de este acervo
(archivos, tapices) ya están en nuestro estado y si todo sale según lo
planeado, pronto podremos visitar el museo que incluirá jardín escultórico y
teatro, un lugar, hay que decirlo, que también ha causado inconformidad y
recelos en el medio artístico del estado porque se siente que con esta decisión
se privilegia a un autor no local en detrimento del apoyo que necesitan los
creadores morelenses.
2.
La muestra abre con la
producción retratística de tono clásico del artista nacido en Jalisco y cierra
con la vertiente vanguardista, la de sabor cosmopolita que más se conoce.
Emociona ver en conjunto al Juan Soriano que se atrevió a ser moderno en un
momento en el que la Escuela Mexicana de Pintura y la influencia del
Surrealismo dictaban la tónica a seguir, causa una especie de patada en el bajo
vientre ir descubriendo como asimiló a Tamayo, a Miró y a algunos abstractos
del momento.
Soriano acudió al retrato y
al autorretrato en tantas ocasiones, que podemos decir que la figura humana es
su interés primordial. Frente a los retratos de Xavier Villaurrutia (1940),
Rafael Solana (1938), Diego de Mesa (1941), Pita Amor (1943) y Elena Garro
(1948) –todos óleos sobre tela-, sentimos el diálogo con el modelo que tenía
enfrente, al cual trataba de representar más por su aspecto psicológico que por
su simple apariencia física; no obstante, frente a uno de los muchos retratos
que le hizo a Lupe Marín –el más reciente personaje de la Poniatowska en su
estupendo libro “Dos veces única”- sentimos a un Soriano que despega hacia una
modernidad propuesta a partir de la valoración del color encendido que vibra
por obra y gracia del alto contraste, la utilización de texturas (olvidándose
de la pintura tallada) y la desarticulación de la figura humana.
3.
Juan Soriano forma parte de
esos artistas del México moderno que coadyuvaron a derribar las imposturas del
academicismo; según el escritor Alberto Ruy Sánchez, la melancolía de Soriano
es inteligente e irónica a la vez, hasta en los cuadros dedicados a “la muerte
niña” y según la crítica de arte Teresa del Conde, Soriano logra una pintura siempre
legible al mismo tiempo que extrañamente problemática porque no deja de
acercarnos a un erotismo cercano a la muerte, o por lo menos al pesimismo.
Vaya pues con Juan Soriano y
su fantástica obra coincidente en algunos momentos con la de María Izquierdo,
Manuel González Serrano, Agustín Lazo, Julio Castellanos y Federico Cantú. Hay
que ir a verla a México antes de que llegue a Cuernavaca, vale la pena. Ω
Articulo publicado en:
https://www.diariodemorelos.com/noticias/vas-ver-juan-soriano-y-el-centro-cultural-que-llevar%C3%A1-su-nombre-en-cuernavaca
María Helena Noval
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