martes, 20 de noviembre de 2012

Miguel Ángel Madrigal: “Tránsito”, dos exposiciones en el centro de la ciudad.


Entregado por completo a la vida artística, Miguel Ángel Madrigal Pilón divide su tiempo entre la creación de una obra que goza del aprecio de varios coleccionistas locales y extranjeros, y las clases que imparte en el Centro Morelense de las Artes (Avenida Morelos 263), en donde precisamente y hasta el 25 de noviembre, presenta una instalación escultórica que implica una modificación total del espacio, una alteración arquitectónica efímera.  Esta muestra y la que se encuentra a un lado, en el mal llamado Museo de la Ciudad(Ave. Morelos 179) no debemos dejar de verlas quienes estamos interesados en las artes plásticas producidas en el estado, porque las piezas dan fe de la calidad con la que se proyectan nuestros artistas locales en el mundo.


¿Arte como ideología?
Existe una tesis según la cual el arte es ideología, o sea, una forma más o menos ilusoria del conocimiento. De acuerdo con dicha tesis, quienes nos acercamos a una obra artística tendremos la oportunidad de aprender algo, o por lo menos de hacer una reflexión que excede el terreno de la estética. ¿Qué ideas evocan estas piezas? ¿Cómo traducimos en palabras lo que vemos?

En este caso, 3 de las 4 instalaciones que expone Madrigal en ambos edificios parten de la creación en pequeño formato de espacios arquitectónicos; son como maquetas incrustadas en los muros, lo cual nos obliga a acercarnos mucho a los orificios por los que propone penetrar el espacio.  Pegamos la nariz a las aberturas y de repente nos vemos deambulando con la mirada el interior de unas loggias o arcadas iluminadas por focos desde atrás¿Y qué sentimos? Antes que nada, que el tránsito por el constructo humano es repetitivo, obsesivo, absurdo. Nos percatamos de que creemos llegar a donde queremos, y en realidad no llegamos nunca a ninguna parte. Nos queda claro el hecho de que los puentes y las escaleras son estructuras inestables, y que el tránsito de los seres humanos por las ciudades metaforiza muy bien la vida misma, ese proceso dinámico que incluye ascensos y descensos, trayectos de una situación a otra.

El contraste entre lo pequeño de las piezas y los grandes muros blancos de tablarroca que las contienen es imponente y no es casual: el artista busca, literalmente, golpearnos la cara con la realidad representada.  En una de ellas (CMAEM) descubrimos un pasillo conectado por escaleritas y puentes iluminados desde atrás de los muros a través de los orificios por donde salen las piezas arquitectónicas. Nos convertimos en espías del tránsito ajeno y propio, porque nos disociamos y nos vemos vagar de lejos, en dimensiones alejadas del natural.
La luz en este caso es parte importante de la instalación y la idea del precipicio debajo de los tránsitos sugeridos, no hace más que recordarnos la fragilidad de las decisiones humanas, el continuo y desequilibrado paso del tiempo, la vida como un pasillo que se prolonga infinitamente entre instancias imponentes y desconocidas porque nunca las vemos de frente.

Pieza de museo en el CMAEM
A partir de una serie de escaleritas y puentes inconexos de acrílico transparente, colgados del techo con hilos también transparentes, Madrigal, autor siempre de trabajos muy limpios y “dibujados”, nos presenta otra versión de su idea del trayecto humano, que puede terminar leyéndose asimismo como eso que llamamos vida.  Subimos, bajamos, nos movemos del lugar asignado, intentamos cruzar trechos inestables, habitamos universos que se prolongan, buscamos conectar espacios de manera virtual, etc., aunque tal  vez la idea más dramática que se desprende de esta pieza es que a pesar de tanta búsqueda, paseo, travesía, recorrido que hacemos, escasamente logramos la satisfacción de nuestros deseos.

El hecho de que la pieza flote y no haya sido expuesta en mobiliario museográfico es a mi modo de ver, un gran acierto, no sólo porque refrenda la necesidad de novedad continua por parte del autor, sino porque nos permite a los espectadores deambular libremente entre las piezas colgantes, vivirla.

Ante ambas instalaciones es inevitable recordar aquel juego de mesa llamado "Serpientes y escaleras" y la obra del holandés M. C. Escher, aunque en este caso no se alude a la creación de figuras imposibles y mundos imaginarios, sino por el contrario, a la traslación a términos artísticos de una idea tan sencilla como el paseo por la ciudades y el transcurso de la vida. Una vida que por supuesto compendia la vida amorosa. Ω
María Helena Noval

novalhelena@yahoo.com.mx

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