Con mucho gusto inauguramos Gustavo Pérez Monzón, Andrea Torreblanca y yo,
la semana pasada en la Galería de Arte del Colegio Cristóbal Colón, la muestra
titulada "Índice", y lo hicimos de muy buena gana, no sólo porque la misma se
gestó como trabajo final del primer semestre de la maestría en artes visuales de
la UAEM, sino porque recibir a dos de los artistas del colectivo Planta Baja, a
quienes no les permitieron seguir exponiendo en el mal llamado Museo de la
Ciudad por pura ignorancia, se convierte en un acto de justicia y en un llamado
de atención para las autoridades municipales, quienes dicen una cosa y hacen
otra: ¿están dispuestos o no a apoyar el trabajo de los jóvenes artistas
formados en la entidad?¿sabrán estos responsables de los espacios públicos que
el patrimonio de mañana es el arte que se crea hoy?
Andrea Torreblanca, curadora asociada del Museo Tamayo tuvo a bien guiar las reflexiones de Gabriel Garcilazo, Jaime Colín, Bela Límenes y Marie- Christine Camus en torno a esos objetos llamados libros. En el texto de sala que escribió para abrir la muestra, explica que la relación que establecemos los lectores con esos objetos es abierta y da pie a la creación de otros textos, mismos que escritos o sólo pensados por cada uno de nosotros, pueden transformarse en obras artísticas.
Para la muestra que reseñamos, cada uno de los 4 artistas escogió un libro de base: El Libro Vaquero, un libro sobre consejos de belleza de principios de siglo, uno que contiene mapas de guerra y otro sobre astronomía, con todo y sus diagramas.
Éste último fue aprovechado por Jaime Colín, quien no deja de sorprenderme con sus hallazgos y sus refinamientos en torno al dibujo --siempre el dibujo en su cabeza-- para una vez descontextualizados, hacernos pensar en la fragilidad de los conceptos frente a la pervivencia y la fuerza de la expresión lineal. Proyectados en los muros de la galería por medio de un proyector de acetatos, lo que queda de estos diagramas es la suma de valores estéticos propios del dibujo: líneas, luz, sombra, longitud, entrecruzamientos, planimetría.
Gabriel Díaz Garcilazo trabajó una serie de construcciones de papel hechas con hojas del Libro Vaquero. Las pequeñas maquetas aluden al proceso de autoconstrucción que caracteriza a las urbes mexicanas. Los mexicanos "echamos un cuartito", la familia crece, le añadimos otro cuartito y así constantemente, hasta que los complejos urbanos, sobre todo los de la periferia de las ciudades, terminan poco a poco convirtiéndose en un conglomerado desordenado de habitaciones que reflejan condiciones sociales, económicas, estéticas y emocionales de las familias mexicanas. Muy significativo resulta el hecho de que Gabriel haya añadido textos que van del "mmmm" puesto al lado de la casita que representa el anhelo de la familia naciente, a las tan significativas onomatopeyas: AAAAH!!, AY! AY!, OUGHJ !, AAAAAAAAGH!, ¿EH?, UUUUUUUUUH!,, MUJM!, UUUF!, TOC, en el caso del último escenario, una masa de voces quejumbrosas, lastimadas por el hacinamiento. Esta obra recuerda el espíritu de las obras del Bosco.
Andrea Torreblanca, curadora asociada del Museo Tamayo tuvo a bien guiar las reflexiones de Gabriel Garcilazo, Jaime Colín, Bela Límenes y Marie- Christine Camus en torno a esos objetos llamados libros. En el texto de sala que escribió para abrir la muestra, explica que la relación que establecemos los lectores con esos objetos es abierta y da pie a la creación de otros textos, mismos que escritos o sólo pensados por cada uno de nosotros, pueden transformarse en obras artísticas.
Para la muestra que reseñamos, cada uno de los 4 artistas escogió un libro de base: El Libro Vaquero, un libro sobre consejos de belleza de principios de siglo, uno que contiene mapas de guerra y otro sobre astronomía, con todo y sus diagramas.
Éste último fue aprovechado por Jaime Colín, quien no deja de sorprenderme con sus hallazgos y sus refinamientos en torno al dibujo --siempre el dibujo en su cabeza-- para una vez descontextualizados, hacernos pensar en la fragilidad de los conceptos frente a la pervivencia y la fuerza de la expresión lineal. Proyectados en los muros de la galería por medio de un proyector de acetatos, lo que queda de estos diagramas es la suma de valores estéticos propios del dibujo: líneas, luz, sombra, longitud, entrecruzamientos, planimetría.
Gabriel Díaz Garcilazo trabajó una serie de construcciones de papel hechas con hojas del Libro Vaquero. Las pequeñas maquetas aluden al proceso de autoconstrucción que caracteriza a las urbes mexicanas. Los mexicanos "echamos un cuartito", la familia crece, le añadimos otro cuartito y así constantemente, hasta que los complejos urbanos, sobre todo los de la periferia de las ciudades, terminan poco a poco convirtiéndose en un conglomerado desordenado de habitaciones que reflejan condiciones sociales, económicas, estéticas y emocionales de las familias mexicanas. Muy significativo resulta el hecho de que Gabriel haya añadido textos que van del "mmmm" puesto al lado de la casita que representa el anhelo de la familia naciente, a las tan significativas onomatopeyas: AAAAH!!, AY! AY!, OUGHJ !, AAAAAAAAGH!, ¿EH?, UUUUUUUUUH!,, MUJM!, UUUF!, TOC, en el caso del último escenario, una masa de voces quejumbrosas, lastimadas por el hacinamiento. Esta obra recuerda el espíritu de las obras del Bosco.
La francesa Marie-Christine Camus editó una serie de vídeos que presentan mapas de guerra para mostrarnos lo absurdo de éstas y lo poco que nos relacionamos con el entorno. Los mapas sólo muestran límites que se mueven, conceptos, apropiaciones del espacio. La guerra vista en papel deja de ser humana, sólo son grafías, representaciones. Imágenes que no tienen su espejo en la realidad. El vídeo que editó y presenta en un monitor, hace más absurda todavía la relación del hombre con su entorno, lo vivimos en papel, no hay ni un solo rastro de la naturaleza en este sistema de significantes llamado historia de las guerras.
Por su parte, Bela Límenes trabaja la relación de la mujer de principios del siglo XX con su cuerpo, a partir de la interpretación de un libro de consejos de belleza. Sigue los consejos y los convierte en imágenes esteroscópicas que luego pega en una mampara. Así, además de recordar uno de los artificios más gustados de principios de siglo, estas curiosidades que convierten dos imágenes en una (la mirada en tercera dimensión), evidencia los cánones estéticos del pasado, pensados siempre en función de la mirada masculina. Es importante destacar que la mirada es, en este caso, el asunto principal de su trabajo.
La muestra estará abierta en la Galería de Arte del Colegio Cristóbal Colón, Ave. Morelos 345, Centro, hasta las 6 de la tarde, durante esta semana. Vale la pena acercarse al trabajo de estos artistas, quienes están haciendo la historia del arte morelense por genuina vocación.
María Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
Twitter: @helenanoval