viernes, 10 de septiembre de 2010
Da Vinci vs. Ingres
Me postré, la semana pasada frente a una pintura interesantísima no sólo por su contenido manifiesto: el último suspiro del anciano Leonardo da Vinci en su cama, siendo sostenido en una posición muy incómoda por el Rey Francisco I de Francia, acompañados ambos por 5 personas más en la habitación del castillo en el que vivió sus últimos años el pintor, cerca de Ambiose; sino por el contenido latente de la obra, me refiero al hecho de que salida de la mano de Jean Dominique Ingres, la obra puede leerse como la puesta en escena del “conflicto” entre las concepciones de lo que debe ser la pintura para cada uno de los artistas involucrados. Se trataría, en este caso, de la metáfora visual de la prevalencia de lo dibujístico sobre lo pictórico e Ingres estaría “matando” a Leonardo simbólicamente.
Expuesta dentro de la muestra colectiva titulada “Drama and Desire: artists and the theatre”, en la Galería de Arte de Ontario, Canadá, el pequeño óleo de 40 x 50 cm, pintado en 1818 (habitualmente expuesto en el Petit Palais), pretende en el contexto de la misma hacer evidentes los intereses de los artistas en la representación del pathos, en demostrar que la pulsión actoral ha influido desde tiempos inmemoriales en los artistas visuales, quienes representan (nótese la importancia de la palabra en este doble contexto) a sus personajes no con en una actitud corporal normal, sino obedeciendo a una gestualidad acentuada.
Tal lectura de las piezas incluidas en la exposición me parece fascinante toda vez que solemos dar por hecho que sólo los artistas barrocos martirizaron en exceso a sus personajes con la intención de atraer fieles, siendo que desde los mitos griegos nos encontramos con la idea del drama y el “Wunsch” (deseo, anhelo entendido en términos freudianos) representados, escenificados, actuados, patetizados. Somos morbosos y nos atraen los deseos y emociones de los demás.
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Leonardo da Vinci (Vinci, 1452 - Amboise, 1519 ) es considerado el padre de la pintura renacentista por derecho propio. Insistió el mismo, en la importancia de la perspectiva aérea, que es aquella cualidad nos hace percibir tendiendo a lo azul los planos más alejados del paisaje. Dicho de otro modo, las montañas van cambiando de coloración a medida que se alejan, pasan de los cafés y verdes a lo azul. Por otro lado, en el famoso retrato de Mona Lisa del Giocondo, Leonardo pinta además empleando el sfumato, es decir, mezcla la pintura o hace borrosos los límites entre las zonas de colores diversos para lograr atmósfera. Por esto y por el interés del pintor en el color, Leonardo viene a representar en la historia de la pintura al equipo de los pintores, más que a los dibujantes.
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Por su parte, Ingres (Montauban, 1780 – París, 1867) es considerado el padre de los pintores interesados en destacar la importancia del dibujo como estructura o soporte de la pintura. Sus retratos nos dan la idea de esculturas más que de personajes de carne y hueso, sus zonas de color son casi planas y en los espacios que representa se entienden perfectamente los límites entre los objetos. A Ingres le interesaba la claridad de la imagen y evidenciar el proceso creativo basado en la planeación de la pieza y su esqueleto fue su principal propuesta artística.
No digo más, que siendo tema de pintores para pintores, la representación de la muerte de un pintor por otro pintor, adquiere lecturas significativas interesantísimas que van más allá de lo anecdótico; inciden en los terrenos de la teoría del arte y del psicoanálisis y esto me parece mágico en una época en la que los discursos sobre el arte insisten en la muerte de la pintura y en conceptualismos ñoños. Ω
La muerte de Leonardo da Vinci, Ingres, 1818, óleo sobre tela, 40 x 50 cm, Petit Palais, París.
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¿Còmo es posible que la muerte, pasada por el pincel del artista y la pluma de la artista, se transforme en lo màs vivo en mì en èste instante ?
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