miércoles, 28 de julio de 2010

Erotismo peruano: ¿lecciones de moral, vicios o meros rituales?


Aunque no se han dado explicaciones contundentes sobre su origen y función, la existencia de miles de esculturas dedicadas a la representación de la vida sexual pre-incáica, confirma la importancia que tuvo para las culturas Moche y Vicús tal aspecto de la vida adulta.

El Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (Lima, Perú) cuenta con la colección de vasos eróticos peruanos más grande del mundo, y en el breve capítulo del catálogo dedicado a la colección, se afirma que es en el norte del país donde hallamos el más importante centro generador de representaciones eróticas de América, siendo los mochicas quienes se especializaron en este tipo de vasos generalmente no empleados en la vida diaria.

Como sabemos, desde el amanecer de lo que hoy conocemos como arte, la sexualidad y lo sagrado –entidades concebidas como una sola--, contribuyeron a explicar el origen del mundo y a garantizar la continuación de la vida. Se ha afirmado que por ello encontramos esculturas fálicas, venus esteatopigias y escenas eróticas de muy diversos tipos, en gran parte de Europa y Asia. No obstante, es en la América pre-incáica en donde se elaboraron cientos de vasos de barro “quemado” (con el fin de endurecerlos) y policromado --siempre limitados a la exigencia de la forma básica del recipiente--, con 4 intenciones diferentes, según el arqueólogo Larco Hoyle.

En primer lugar, existen las representaciones eróticas naturales, que según el especialista, servían como ofrendas funerarias para garantizar la propagación de la especie y la fecundidad de la tierra. En segundo lugar, están las representaciones del erotismo religioso, con la idea de reverenciar o glorificar al amor entre dioses y humanos, demostrando en dónde radicaba la fuerza creadora del mundo. Hasta aquí no hay diferencias notables con las intenciones de otras culturas pre-cristianas, pero las otras dos categorías, conformadas por los llamados “vasos humorísticos” –representaciones de enormes o deformados genitales-- y los “vasos moralizadores” --siendo éstos últimos aquellos en los que aparecen esqueletos en diversas actitudes sexuales--, me resultan interesantísimas por lo “moderno” de su concepción y la lectura a la que invitan en nuestra época llena de psicologismos.

¿Qué llevó realmente a estos hombres a la representación de la vida que consideramos hoy en día privada pero que cada vez se hace más pública? ¿Por qué la burla o la necesidad de mofarse de las partes del cuerpo tradicionalmente más cubiertas y culturalmente más condenadas?

Una de las conclusiones a las que podemos llegar se basa en la lectura cultural de nuestra época, en la que abundan los objetos eróticos de aspecto grosero y los chistes rojos. No es necesario especificar que en las tiendas especializadas en la cultura erótica, abundan los genitales antropomorfizados y otras bromas similares. Las señas y gestos que forman parte de la comunicación no hablada, y las imágenes televisivas y mediáticas cargadas de representaciones sexuales en primer plano no son más que dos ejemplos de la tendencia humana a pensar en el aparato reproductor como si perteneciera a la otredad, como si fuera un ente separado y desconocido al cual hay que analizar y ridiculizar por alguna causa jamás completamente aclarada. Hasta aquí puedo aventurar entonces que esta tendencia no es exclusiva de nuestra era y que estaba ya presente en América hace más de 3000 años.

Como dice el filósofo, sociólogo e historiador francés Michel Foucault, una de las voces más autorizadas sobre el tema de la sexualidad en el mundo: “Al hablar tanto del sexo, al descubrirlo desmultiplicado, y especificado justamente allí donde se ha insertado, no se buscaría en el fondo sino enmascararlo: discurso encubridor, dispersión que equivale a evitación”

Vayámonos más a fondo y recurramos a otra voz autorizada, la de Freud, cuya teoría si bien ha sido muy cuestionada, también forma parte fundamental de nuestra cultura, de nuestra concepción sobre la sexualidad. Y ¡oh paradoja!, resulta que ni el padre Freud, quien pretendió convertir el asunto en ciencia pudo esquivar el problema. Foucault abunda al respecto: “…el sólo hecho de que se haya pretendido hablar desde el punto de vista purificado y neutro de una ciencia es en sí mismo significativo…, pues (Freud) se refirió sobre todo a sus aberraciones, perversiones, rarezas excepcionales, anulaciones patológicas, exasperaciones mórbidas. Era igualmente una ciencia subordinada en lo esencial a los imperativos de una moral cuyas divisiones reiteró bajo los modos de la norma médica”

¿Qué sucede entonces? Vistas las cosas de este modo, creo que la respuesta sobre las piezas que aquí analizamos, será verá opacada por la inexistencia de textos pre-hispánicos que den luz al asunto y nuestra incapacidad de afrontar el tema, a partir de una sana aceptación de esta parte de la vida humana. Y ojo, que no se me olvide aclarar que hay que distinguir entre las vasijas mamiformes, vinculadas con rituales dedicados a la fecundidad de la tierra (propios de las culturas prehispánicas de Mesoamérica también), y los objetos de los que hoy hablamos, y que si usted quiere podemos seguir comentando en este blog.Ω

1Michel Foucault, “ Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber”. Siglo XXI Editores, México, 1996, pág. 67.
2Íbídem. Págs. 67 y 68.

Publicado
http://www.diariodemorelos.com/index.php?option=com_content&task=view&id=26984&Itemid=68

martes, 27 de julio de 2010

POR PASION Y CON DINERO: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL COLECCIONISMO DE OBRAS DE ARTE (Continuación)


Hablábamos antes sobre el fenómeno del coleccionismo de obras de arte, que como vimos tiene varias vertientes, susceptibles todas ellas de profundos análisis. Hoy, apuntaré algunas ideas más que me vinieron a la cabeza.
Comencemos con lo más lógico y sencillo : cada colección refleja a grosso modo la personalidad de su dueño, así, hay gentes que proyectan sus patologías mediante la adquisición de objetos sorprendentes, raros o que demuestren también alguna patología . Un ejemplo de ello sería el caso de Bill Hunt, estadounidense que colecciona obras artísticas que cumplan con la característica de que los sujetos que aparezcan en sus obras tengan los ojos cegados de alguna manera ; él explica que se siente atraído por el misterio que eso conlleva ya que el sujeto retratado no hace nunca contacto con el mundo exterior desde el cual se le ve. Pero hay otro tipo de coleccionistas, los que atesoran objetos por su mensaje ideológico o político y los hay también que coleccionan objetos intrascendentes o efímeros que con el paso del tiempo son valorados en un nuevo contexto.

Cada colección está basada en un concepto que le da cohesión y la conforma como tal, lo cual hace la diferencia entre la mera acumulación de objetos y una verdadera colección. Esto, desde luego, facilita la toma de decisiones al enfrentarse a nuevos objetos coleccionables y así se deciden las preferencias en la mayoría de los casos, pero llegar a este punto, al concepto definitivo bajo el cual se conformará la colección puede tomar años y ser muy intimidante y variable. Por otra parte, la búsqueda de ciertas cualidades para el objeto artístico no se da de manera siempre consciente y es hasta que se da el encuentro entre sujeto y objeto que aparece un “click” que dispara en el comprador la idea de que en ese momento el precio ya no importa. Por medio del descubrimiento de estos valores, el coleccionista se va conociendo a sí mismo y se puede dar cuenta, a veces dolorosamente, de que el objeto de su deseo ya no es tal sino que él mismo se ha convertido en un objeto que resulta sometido por el ahora sujeto u obra de arte.

Por otra parte, el coleccionista se caracteriza por ser un poco mago, en el sentido de que cuando se le presenta la oportunidad de adquirir un objeto valioso para su colección no se lo piensa dos veces y acepta casi siempre la oferta aunque no tenga dinero para pagarla . Él verá como le hace pero lo consigue, esto es comparable a la pasión del jugador de las Vegas porque hay muchos coleccionistas que funcionan con la idea de que comprarán solamente lo mejor en calidad. Funcionan bajo la ley del “todo o el nada” y logran por ello una sensación de ser únicos y poderosos. Así, recordamos lo que Victor Frankl, padre de la logoterapia, decía: “cuando hay un porqué, siempre hay un cómo”.

Asimismo, el coleccionista se caracteriza por pensar que tiene misiones o vocaciones de vida, es decir, su misión auto-asignada es vista por él como el motivo que le da sentido a su vida, aunque junto con esta vocación venga el deseo irrefrenable de acumular cada vez más ya que la conformación de una colección es interminable y el subsecuente deseo es insaciable. Siempre aparece la fantasía de que con el siguiente objeto que se consiga todo irá mejor. Ello nos llevaría a pensar que la vida del coleccionista es más emocionante que la de cualquier otro mortal y la pregunta que surge, dadas las actuales investigaciones neurológicas, es si tales individuos no serán adictos a ciertos neurotransmisores como las endorfinas, sustancias parecidos a las drogas, que actúan produciéndonos euforia en nuestros cerebros.

También, la mente del coleccionista funciona bajo la premisa de que un artista productivo hace cientos de cosas y que éstas deben de estar en alguna parte de donde se les tiene que rescatar ; el impulso del coleccionista es ordenador. Generalmente los coleccionistas tienen antecedentes como tales desde su primera infancia.

Hay un tipo especial de coleccionistas interesados en objetos que otros no aceptan como valiosos en su momento, tal es el caso de las gentes que se han encargado de hacer a otros famosos por medio de comprar sus obras, de darlas a conocer y de tenerles fe en todo momento ; es el ojo clínico de ciertos “dealers”. Aquí desde luego hay una intención paternalista aunque no podemos descartar el hecho de que también es la opción más barata para hacerse de grandes obras de arte “a priori”.

Otro aspecto del coleccionismo es el de los propios artistas como coleccionistas, porque aunque ellos hacen objetos para que otros los coleccionen, generalmente a ellos mismos no les gusta que se les catalogue como coleccionistas pues ven a sus objetos preciados como extensiones naturales de sus intereses artísticos, además de que muchas veces los utilizan para recontextualizarlos formando con ellos nuevas obras de arte. Ejemplo de ello son las cajas y objetos de ciertos artistas como Lucero Isaac, Felipe Ehremberg, y otros “instalacionistas” y productores de collages , que juntan objetos aparentemente sin sentido hasta que éstos se relacionan entre sí adquiriendo nuevos significados.

Y hay aún otro tipo de artistas coleccionistas, los que están motivados por fines altruistas aunque también estén impulsados por su gran amor al arte. Entre ellos están los hermanos Coronel, Rivera, Toledo, Tamayo, el matrimonio Chávez Morado y por supuesto Cuevas, quienes se han visto impulsados a conformar sus colecciones con el mero objetivo de donarlas posteriormente y así enriquecer el acervo patrimonial. En este punto, hay que destacar la visión especial que tienen como artistas para escoger lo que compran. Aquí el coleccionista es visto como un custodio cultural, pero no hay que olvidar que bajo este noble acto, subsiste el deseo de inmortalidad que cada uno, como seres humanos albergamos.

En otro sentido, no debemos olvidar que el coleccionismo también es un proceso creativo que requiere mucha energía; tal vez el coleccionista deba verse como a un artista frustrado.

Finalmente, tal vez debamos ver al coleccionista como a un ser evasivo, en el sentido de que por medio de sus obras buscan conectarse con otros momentos, con historias del pasado, con ideologías de otros individuos o con mundos fuera de la realidad. Aquí, su pasión puede convertirse en una devoción, llegar a ser una prisión o simplemente ser un homenaje. Pero en cualquiera de los casos, el sujeto que colecciona obras de arte estará siempre sometido a fuerzas ajenas a su voluntad, ya sean presiones económicas o la dolorosa imposibilidad de obtener lo que quiere porque ya pertenece a otro.

lunes, 19 de julio de 2010

POR PASION Y CON DINERO : ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL COLECCIONISMO DE OBRAS DE ARTE (Primera parte)


Partamos de la base de que el coleccionismo completa el fenómeno que denominamos artístico y que consta de tres elementos básicos : el artista o productor de la obra, la obra misma y el espectador o consumidor que puede “consumirla” de manera pasiva admirándola en un museo o libro de arte pero que también puede convertirse en un consumidor activo o coleccionista si compra obras de arte y con ello promueve que se den más. Pero, ¿qué es en sí el coleccionismo ?, ¿por qué coleccionamos ciertos objetos o valores al grado de obsesionarnos con ellos ?, ¿hasta donde es sano entregarnos a ese “hobby” y en qué momento se vuelve patológico el hecho de querernos apropiar de ciertas obras de arte ?

Desde el punto de vista psicológico tenemos al menos dos tendencias : la freudiana que asume que el individuo se ha quedado fijado en la etapa anal y que el placer de retener propio de esta etapa lo ha proyectado en el placer de retener objetos con determinado valor para atraer la atención de otros. La segunda mirada a este fenómeno, sería menos patológica y hablaría solamente del placer, sobre todo estético, que da el hecho de poseer varios objetos preciados que en su conjunto hacen un todo armónico y que nos comunican ciertos sentimientos e ideas provenientes tanto del artista como de una época. Como vemos, la primera teoría se centra sobre el fenómeno del control, que puede llegar a ser sumamente destructivo ya que de hecho se tocan los límites de la locura en su modalidad de manía atesoradora, mientras que la segunda explicación se centra sobre el fenómeno del placer, y de las proyecciones personales del coleccionista, pero se trata más bien de un ímpetu ordenador y constructivo o creativo por parte del mismo y no llega a provocar angustias. Pero además tendríamos que considerar una tercera opción, la del coleccionismo por el simple y sencillo aspecto económico : la ley de oferta y demanda y el hecho de que hoy por hoy las grandes fortunas tienen que ver cada día más con las inversiones en obras de arte.

Es ya tradicional la aparición anual de un número de la revista Art News dedicado al análisis de los 200 coleccionistas de obras de arte más importantes del mundo (importantes claro está por la cantidad de dinero que invierten y de obras que poseen) . De la lectura del último suplemento dedicado a estos menesteres, se desprenden varias conclusiones : el mayor número de coleccionistas son norteamericanos, como lo hace suponer el hecho de que las grandes fortunas se amasan en el país vecino ; estos coleccionistas se centran en las ciudades de Nueva York y Los Angeles principalmente. Les siguen en importancia los coleccionistas europeos, así, en bloque para no llegar a distinciones minuciosas. Pero en tercer lugar y creciendo en importancia, aparecen los inversionistas japoneses, quienes no se miden al afirmar que : “construir una gran colección de arte es como construir una exitosa empresa” (Tsukasa Shishima, de 71 años, presidente de un banco en Fukoaka, Japón.)

Los coleccionistas latinoamericanos forman el cuarto bloque y nuestro país no hace mal papel por lo que se refiere a inversiones anuales en obras de arte a pesar de que, como afirma la revista, hemos pasado un año crítico, de severas restricciones económicas. Sin embargo, la lista de los “top collectors” mexicanos (la mayoría afincados en las ciudades de México y Monterrey) aparece relativamente igual, sin cambios con respecto a sus antecesoras ; los nombres de quienes ya sabemos se mantienen a la cabeza y no cejan en invertir en el trabajo tanto de jóvenes mexicanos como de maestros consagrados aunque sí se asegura que dejaron el primerísimo lugar que ocupaban como compradores en las subastas neoyorquinas dedicadas a los grandes maestros. Por otra parte, resulta de llamar la atención el hecho de que otros países se han aprovechado de nuestra situación socioeconómica para hacerse de algunas de nuestras obras de arte, como lo demuestra el hecho de que varios “Kahlos” se encuentren ahora en manos de un coleccionista argentino, Eduardo Constantini, quien es ahora uno de los más cortejados inversionistas por parte de los “dealers” y casas de subastas.

Lo anterior nos lleva a recordar que el mundo del coleccionismo es sumamente inestable, hoy se invierte en lo que antes ni se tomaba en cuenta como obra de arte. A partir del gradual conocimiento y aprecio de nuestra historia, se logró la combinación de la compra de antigüedades y objetos afrancesados considerados antes de “buen gusto”, con las adquisiciones de arte moderno y contemporáneo. La misma Inés Amor en las memorias sobre su galería , la primera dedicada al arte contemporáneo en México, nos asegura que las obras mexicanas en los cuarenta no eran valoradas y que sería hasta los cincuenta cuando el coleccionismo por parte de los mexicanos empezara a mirar al arte producido por nuestros compatriotas, pero que aún en los sesenta no existía una plena confianza más que en los nombres de los ya por esas fechas consagrados maestros de la Escuela Mexicana de Pintura. Pero para eso, nos dice, tuvieron que venir inversionistas extranjeros que nos enseñaron a confiar en nuestros propios productos artísticos ( Nelson Rockefeller, Edward G. Robinson, Stanley Marcus) ; así, los primeros “aventados” que conformaron las grandes colecciones de arte mexicano contemporáneo fueron Marte R. Gómez, Cesar Martino, Pascual Gutiérrez Roldán, Jacques Gelman, Lola Olmedo, Licio Lagos y Alvar y Carmen Carrillo Gil. Mención aparte merece Ricardo Pérez Escamilla, quien se ha dedicado, con una pasión pocas veces vista a tratar de rescatar del olvido a por lo menos dos artistas valiosísimos (Casimiro Castro y Manuel González Serrano).

De lo anterior se deduce que el fenómeno del coleccionismo es un poco más complejo de lo que parece, pues influyen en él varios factores : psicológicos, sociales, económicos, de moda, etc. y por lo mismo, a estas alturas es necesario reconocer que existe un triángulo, el de la valoración social de la obra de arte, que es necesario tomar en cuenta al pretender acercarnos críticamente a cualquier artista. Dicho triángulo está formado por tres catetos que serían : la crítica de arte, el coleccionismo y el mercado o circulación de las artes. Si me lo permiten, más adelante seguiré hablando de ello.

martes, 13 de julio de 2010

Presentación del libro Zapata en Morelos


Presentación del libro Zapata en Morelos, Castillo de Chapultepec, julio 5 de 2010

Me es muy grato compartir con ustedes algunas de las ideas que desarrollo en el capítulo que, en mi carácter de estudiosa de la imagen, me fue asignado por esta casa editorial.
Primero les contaré que la encomienda que me hicieron fue encontrar a Emiliano Zapata Salazar en las artes plásticas modernas y contemporáneas y desarrollar un discurso que hilara las diversas intenciones de los artistas, que por alguna razón decidieron retratarlo.
No obstante, a medida que avanzaba la investigación, me di cuenta de que la imagen zapatista excedía con mucho el ámbito de las artes plásticas; que al héroe podía encontrársele no sólo en el mundo entero, sino que sus representaciones incluían todo tipo de objetos, desde camisetas, bolsos, tazas, portadas de discos y anuncios publicitarios, hasta fotografías, películas, grafiti callejero, murales, libros y resignificaciones del discurso político.
Como soy golosa y de espíritu abarcador, tanta iconofilia no hizo más que animarme y fue así como la imagen multiplicada y multifocal de Zapata, se transformó ante mi mirada atónita en el texto titulado: La figura en el espejo: Hacia una semiótica de la imagen zapatista.

El planteamiento central es que siendo un solo sujeto, el héroe nacional deviene miles de imágenes, que en su aparente sencillez la figura ha sido leída e interpretada de diferentes maneras a lo largo de los siglos XX y XXI.
La diversidad de los tratamientos estéticos se analiza a partir de las propuestas de la iconología y la semiología de la imagen y abarca las idealizaciones, las representaciones realistas, las cristalizaciones monumentales, las irreverencias, los homenajes, las apropiaciones y los “azotes” de quienes consideran ejemplar a Emiliano Zapata.
Pongamos dos ejemplos para ver de qué se trata esto:
Por un lado el Paisaje Zapatista de 1915, de Diego Rivera, una pieza centrada en problemas estéticos. Inflamado por las noticias que le llegaban a París al pintor sobre el levantamiento armado en México, pintó un paisaje cubista al reverso de un óleo titulado “La mujer del pozo”. Una obra que vale la pena comentar porque se tendía y se tiende a pensar que el realismo es la única opción para la representación del héroe y como vemos no es así; hay apuestas modernizadoras valiosísimas como esta, o la versión contemporánea de Inda Sáenz o los maravillosos collages de Gironella, por no hablar de las desarticulaciones de Arnold Belkin.
Por otra parte, tenemos la propuesta de los diversos miembros del TGP, quienes a partir de una concepción clásica del héroe, lo convierten mediante el lenguaje vigoroso del grabado, la herencia del expresionismo y el realismo socialista, en la máxima figura de la resistencia. Ese es el Z. panfletario del arte, el más vigoroso o dinámico en términos de recepción de la imagen y su tratamiento tendrá que ver con la propaganda de la que va a ser objeto Zapata en el tiempo. Los mejores trabajos del TGP se los debemos a artistas como L. Méndez, J. Chávez Morado, A. Zalce, R. Anguiano, C. Bracho, Erasto C. J., Gabriel Fdez. Ledesma y Mariana Yampolsky. Por cierto que un grabador de Cuernavaca, heredero de esta tradición, Alejandro Aranda, logró hace poco demostrar una vez más el poder de la imagen estampada. Sus zapatas incluyen al pueblo y los neozapatistas, estando de visita en el estado, difundieron masivamente su obra.
También hablo en mi texto, de cómo Zapata no ha sido el mismo siempre: su compleja imagen incluye una “leyenda negra”, que va de lo que decían algunas publicaciones periodísticas de la época, como la Revista Cosmos –él y los zapatistas eran roba vacas, violadores y asaltantes de la gente bien--, hasta lo que J. Gpe. Posada difundió en hojas volantes para ilustrar los corridos y dichos populares. Por cierto que el apodo del “Atila del Sur” viene de un titular del periódico el Imparcial, el Moderno Atila le llamaron en 1911, respondiendo a la necesidad de ponerle cara a las ideas.

Ahora bien ¿de dónde viene el rostro zapatista?
Curiosamente, la imagen que tanto conocemos y que percibimos como muchos zapatas por los diversos fondos y tratamientos visuales, viene de unas cuantas fotografías tomadas por Agustín Víctor Casasola, los hermanos Salmerón y Hugo Brehme, básicamente. Este fenómeno, que ha sido muy bien estudiado por John Mraz, lo ha convertido en una figura icónica, en lo que el publicista denomina como tal por su capacidad de crear y explotar necesidades.
El semiólogo R. Barthes dice que estos signos no son naturales sino creados por la cultura, que al distorsionarse el valor original de la imagen, la misma se puede dinamizar infinidad de veces – ya anunciaron que habrá cerveza zapata y villa – y se prevé que surjan muchos productos zapatistas más en el mundo.

Volviendo a imágenes memorables del arte mexicano, podríamos señalar también que el componente indígena de la imagen de Zapata (acuérdense de que cuando un semiólogo habla de imagen no solamente se refiere a la que se ve, sino al significante mental) ha llevado a algunos artistas a una idealización especial del héroe, como sucede en el fresco de Rivera en el Palacio de Cortés, en Cuernavaca, en donde además de aparecer con los rasgos indígenas exaltados, se le representa vestido de manta, o en el grabado de Jesús Saldívar, en donde algunos símbolos zapatistas como las cananas aparecen vinculados a la imagen de la Coatlicue.
Añado que me parece que Zapata es el héroe nacional más representado en todo el mundo, por varias razones, la primera es que no se corrompió en el camino. No es que no se haya dejado vencer por las pasiones humanas, sí lo hizo y el hecho de que haya sido así, lo convierte en un héroe muy moderno. Pero lo importante es que es un héroe limpio y vinculado a la tierra que nos da patria.
Otra de las razones que lo mantendrá vigente como ícono y esta es una hipótesis mía que oída por expertos no me ha sido rechazada, es que su rostro tiene que ver con lo que la época de oro del cine nacional propone como un ideal: el charro guapo, bien plantado, orgulloso de sus raíces mestizas que consume lo nuestro…el galán simpático y un tanto bravucón que además se esmeraba en su arreglo, ese es Zapata; Hay testimonios de cómo ponía atención a los detalles de su vestimenta; siendo delgado, espigado y con aquella mirada profunda, fomentó el uso de su imagen en varias películas –a diferencia de Villa quien pagó por ello a una cía norteamericana de cine— y fue objeto de una resignificación política de su imagen…y no me refiero a un encumbrado político morelense que aprovechó su parecido físico, sino a las placas de los coches, al empleo de pinturas zapatistas en las oficinas de gobierno del estado y a su presencia icónica en mercados, talleres de autos, restaurantes, cantinas, etc.

Finalizo mencionando que me parece significativo el hecho de que en Morelos, la imagen de Zapata sea una especie de marca registrada, que forme parte de la identidad del estado hasta el grado de que llamándose Morelos, venga a ser representado icónicamente por Zapata y no por el héroe de la Independencia del país.
Me parece importante señalar también que si bien el fenómeno zapatista se conforma en literatura y en la cultura académica por personajes como Otilo Montaño, Pablo Torres Burgos y Eufemio Zapata, éstos sean en las artes y la cultura popular, poco representados. Lo mismo sucede con la imagen de las revolucionarias del ejército libertador del sur, quienes que se sabe acompañaron en sus lides al héroe de Anenecuilco.
Dejo en el tintero, para que me vuelvan a invitar a platicarles de Zapata, la cuestión de la escultura heroica, este asunto que tiene que ver con la noción de la religión de la patria –J A Manrique, expo 1985—y que resulta interesante porque lleva a pensar en las políticas culturales ejercidas por el Estado, habladas e instrumentadas como cuando Vasconcelos y Obregón se lo propusieron, o no teorizadas, pero sí ejercidas cada vez que se decora la ciudad con un bronce.
Es momento de señalar aquí que le debo al Dr. R. P. Montfort y a Salvador Rueda, connotados tratadistas del tema algunas de las ideas desarrolladas en mi texto.
Hace un par de días, discutía con Pablo Marentes sí Zapata es un ídolo o no. El decía que no, que el personaje que nos trae a esta mesa no incluye elementos de adoración religiosa en su presencia mediática....eso dice Marentes...pero yo digo que sí hay, que el mito Zapata tiene que ver, a estas alturas, con un sentimiento que nos envuelve a todos…una especie de religión laica muy visible en estas fechas de los festejos en torno a los centenarios.
Dice la psicoanalista H. Jacobsohn, que la imagen de Zapata es, entre otras cosas, la metáfora visual del lema "Tierra y Libertad"1, y tierra es la tierra prometida de Moises... Moisés es el Páter, el patriarca, el hacedor de la patria y del patrimonio. Probablemente no todos lo adoran a él –dice--, pero al texto subyacente sí. Zapata es el vehículo de un anhelo universal y por eso se parece a los santos.

Y yo coincido con ella y con la exposición del MUNAL “El éxodo mexicano”. Zapata es para mí una figura en el espejo que se multiplica mil veces, siempre la misma pero diferente en cada nuevo reflejo. De ese modo nos construye a nosotros como colectividad y nos infunde un sentimiento poderosísimo, el de ser orgullosamente mexicanos.

1 Reforma, Libertad, Justicia y Ley, lema zapatista.


Más información:

http://www.eluniversaltv.com.mx/detalle19166.html

http://www2.esmas.com/noticierostelevisa/cultura/182832/zapata-caudillo-mas-plasmado-historia-visuall

http://www.noticierocentral.com.mx/topico/Mar%C3%ADa+Helena+Noval

viernes, 9 de julio de 2010

Lágrimas de sangre…



…¡Y cómo no, si los cubrieron de azul turquesa! Me refiero a la escultura dedicada a Hernán Cortés y su noble caballo, ubicada en la glorieta de Teopanzolco y Nueva Bélgica, en la colonia Lomas de Cortés. Qué horror: los fans del conquistador, que es cierto, no abundan (sólo se conocen tres esculturas dedicadas al genocida), han de estar llorando de pena, como el caballo al que le escurre un rojo bermellón de los ojos. ¿Qué dirá Sebastián Aparicio, el autor de la pieza, a quien por cierto no se le da el crédito porque no se colocó la ficha técnica de la obra?

Y no sé si la audaz combinación es parte de un performance u obra de maleantes o grafiteros traviesos; no interesa, lo que hay que decir es que la pieza antes ubicada en el Casino de la Selva, escultura de bronce a la cera perdida de cerca de dos metros de altura, muy maltratada de tiempo atrás, fue “remozada” con la idea de imitar una pátina inexistente y dar la idea de una restauración artística. “Imitar” y “dar idea” son sinonimias de falsear y lo falso es, y siempre ha sido de mal gusto.

Por lo visto a la nueva administración del centro cultural (antes Muros) no le interesó conservar la pieza y como sucede comúnmente en las ciudades en las que la planeación urbana es deficiente, la reubicaron y ya. ¿Encima habrá que agradecerles el regalo?

¿Qué idea estética basa el mobiliario urbano?

Se ha comentado en simposiums especializados el asunto de la escultura urbana como un tópico de cuidado en el sentido de que el monumento al héroe ha perdido vigencia como vehículo de comunicación; la estatuaria oficial originada en la Grecia Antigua, recirculada en la Roma Imperial y retomada con ímpetus durante el neoclasicismo del XIX ha ido perdiendo su valor ejemplar, y si acaso comunica algo en el plano ideológico sería la manera en la que el héroe, frecuentemente asimilado como una caricatura humana, es desprovisto precisamente de su humanidad para convertirse en un muñeco. El valor artístico es otra cosa y de eso no estamos hablando aquí porque es materia de otro costal.

Dice Umberto Eco en su maravilloso ensayo sobre la cultura de masas y lo kitsch, que la desmesura y la búsqueda del mero efecto estético (emoción digerida y sugerida, lista para que el espectador la consuma fácilmente) son las características básicas del mal gusto. Ya con los caballotes ubicados en Río Mayo (zona de la ciclopista, Vista Hermosa) cubríamos la dosis kitsch de la zona. ¿Para qué ostentar más el mal gusto de quienes tienen el poder de decorar la ciudad? Ω

martes, 6 de julio de 2010

Es regnet, llueve sobre mojado en Cuernavaca (A los Vlady, in memoriam)


Recientemente se fue Isabel Díaz Fabela, la viuda Vlady, el ruso que tanto pintó, grabó y dibujó los frutos de su terrible imaginación y se me ocurre que podemos traerla a este suplemento para rendirle un breve homenaje y de paso honrar a la mujer del artista, la que junto con él, abre brecha, organiza las tertulias y se aguanta el hambre cuando hay que hacerlo.

Creo que muchos morelenses asistimos a las muestras de Vlady en Jardín Borda y conocemos la publicación facsimilar de uno de sus cientos cuadernos de dibujo, pero lo que no sabe mucha gente es que Isabel jugó un papel importante en la vida del México culto de los años cincuenta. Isabel fue la mujer del Vlady de Cuernavaca, pero también fue la esposa del Vlady del París de Breton y la nuera de Víctor Serge, el padre nombrado desde la más absoluta reverencia. Ella hablaba de lo leído y andado por él como si fuera lo propio y tal consciencia histórica debe diferenciarla de cualquier otra historia privada. No en balde, la crítica de arte Berta Taracena ha dicho que “Isabel era la tierra de Vlady”.

A la pobre Isabel ya nadie del mundo culto la llamaba, murió agotada y pidiendo la dejaran en paz, pero ha de saberse que hubo una época en la que ella decidía quien publicaba la obra de Vlady y quien pertenecía a eso que se ha dado en llamar generación de la Ruptura –que ni fue generación ni rompió nada--. Isabel fue una especie de Olga Tamayo, de Meche Felguérez, de Bertha Cuevas o de Lupe Marín y por lo mismo, mucha gente la respetaba y la consultaba. Aun habiendo pasado los últimos 20 años casi ciega.

Casualmente estaba visitando el breve epistolario de Vlady que guardo, cuando Carlos Díaz, el sobrino de Isabel, me llamó para informarme que a los 95 años, acababa de dejar este mundo, que iba por fin a encontrarse con su güero, fallecido hace 5 años.

Amores: sólo los torturados y no otros

Es curioso, pero también se me ocurre que la muerte de Isabel representa la muerte inconclusa de Vladimir Kibalchich Russakov ¿Por qué lo digo? Porque ella adquirió parte de su personalidad al bautizarse “Isabel Vlady” (ninguno de los dos usaba los apellidos de nacimiento de él) y porque se dieron a conocer como una de las parejas artísticas del México moderno, basándose en la premisa de que en equipo se trabaja mejor que en solitario. Y aunque la idea de la empresa no la llevaron hasta sus últimas consecuencias como otras parejas de artistas, sí sentaron precedentes en la materia, pues ella llegó a convertirse en la agente de ventas de Alberto Gironella, Josep Bartolí, Enrique Echeverría y Héctor Xavier, después de haber fundado, en 1952, la Galería Prisse en el número 163 de la calle de Londres, en la Zona Rosa[i].

No sé si lo sepas, pero cuentan que cuando se conocieron, alguien los emborrachó y los invitó a pasar a un closet, del que salieron….para casarse. Cuentan también que el compromiso amoroso no sucumbió ni cuando él se dejó encandilar por “otra” en Acapulco, una tal Guadalupe, quien por cierto lo dejó por allá en calzoncillos. Ya en Cuernavaca, él pidió perdón a su Isabel amada.

Muerto Vlady, ella no volvió a nombrarlo en casa y si acaso se le salía su nombre, pedía perdón. Creía que al no citarlo, conjuraría el dolor del abandono; no obstante, durante el sueño las imágenes se le ensoberbecían y despertaba gritando “Güero, Güero, ven”. Imagínate tú lo fuerte que pudo haber sido la embriaguez de esta pasión, que ella renunció a la maternidad en más de diez ocasiones mediante el recurso del aborto –el haber sido enfermera de un hospital en la colonia Roma, facilitó las cosas--. No sé si fue la locura de la madre de él, internada en París hasta su muerte, o el haber padecido escorbuto, malaria y epilepsia, lo que los llevó a tal grado de intolerancia ante a la vida, lo que sí sé, es que ambos soportaron el “dolor de hijo” y eso en una pareja une tanto o más que el sexo.

Termino esta nota recordando que el de ojos verdes, el Vlady de las poses duras y el discurso airado, nunca dejó de vestir colorinas camisas rusas por no perder el atractivo propio del exotismo. Tal anhelo, sin embargo, no rindió frutos rimbombantes y a lo más que llegó fue a comentarle al discreto sobrino: “Carlos, conocí a una mujer bellísima y me pidió que la pintara”. ¿Y tú qué hiciste tío? ¿Pagó en especie? –preguntaba el hoy agotado heredero de la obra vladiana--, a lo que el pintor respondía: “No la pinté” y “El día que yo me muera, no me moriré del todo. Quedarán Isabel y mi obra”. Ω

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[i] La Prisse fue piedra de toque para el desarrollo de las galerías privadas y públicas en México. Gironella contaba que cuando estaban montando la obra para la primera exposición, entró a la casa un visitante sueco que les compró un cuadro a cada uno. Casualmente pasaba por ahí un gato, y el extranjero se le acercó y le llamó cariñosamente "Prisse, prisse", por lo que como signo de buen augurio, bautizaron la galería con ese nombre. Este espacio, que se convirtió en centro de reunión de pintores y poetas duró alrededor de un año, pero la siguieron la Juan Martín, la Proteo y la de Antonio Souza con la idea de promover la joven pintura. Cfr. Germaine Gómez Haro. “La Ruptura en el Museo Cuevas”, en la Jornada Semanal, número 387. Domingo 4 de agosto de 2002.

¿Arte o jaladas?


Hoy quiero contarles un par de anécdotas chuscas, para que vean que en materia de artes plásticas no todo son disertaciones elevadas; que el arte también puede ser muy divertido.

Cuenta Thomas Hoving, quien fuera director del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que hace años, cuando asistía al seminario de escultura contemporánea del profesor A. M. Friend, tuvo que analizar junto con sus compañeros de clase un objeto plateado montado sobre un pedestal de madera. Claro está que de todos ellos se esperaban reflexiones profundas y nunca comentarios pedestres; no en balde estaban cursando un postgrado en arte contemporáneo... Así, --narra Hoving, “hubo quienes dijeron que la tensión expresiva estaba en la plata misma, que se trataba de un Ave Fénix resucitando, que parecía un humano reclinado, etc., pero cuando me tocó a mí, me atreví a afirmar que aquella pieza no tenía fuerza, que no parecía una obra de arte, que no tenía poesía, que más bien parecía un instrumento”, y cuál no fue su sorpresa cuando comprobó que en efecto, se trataba de una espátula vaginal, y que tal pieza había sido escogida por el Dr. Friend para tenderles una trampa a sus brillantes alumnos con la idea de que no se olvidaran del sentido común frente al objeto que se pretende artístico, que en materia de arte no todo debían ser disertaciones elevadas y pomposas.

¿Quieren que les cuente mi resbalón? Pues hace cuatro dos años, en una elegante cena organizada por ese sensible y talentoso coleccionista que es Eugenio López, en su ya célebre casa de los Ángeles, California, se me ocurrió preguntarle, frente a una pieza redonda ubicada en el jardín, de suyo poblado de exotismos y obras artísticas, de quién era tan singular objeto…Y ¿qué creen que me respondió? “Eso no es obra de arte, es la sombrilla del jardín”. No es necesario aclarar que no se trataba del típico quitasol sino de un objeto estilizado, salido de las manos de un diseñador, y que yo estaba influida por el resto del ambiente artístico, pero eso no me tuvo que haber llevado a tan aprontada pregunta. A tal hecho llegué porque hoy en día los límites entre el arte y lo que no lo es, son borrosos, borrosísimos.

¿Qué decir a estas alturas de la caja de zapatos vacía que Gabriel Orozco ha presentado en varios museos como obra de arte? ¿Qué decir de la instalación conformada con varias botellas de cerveza, tazas de café y ceniceros repletos, al lado de una escalera y un caballete que Damián Hirst montó en una galería en Londres hace más de 5 año?

Que las ocurrencias, por muy buenas que sean, no son arte, como decía mi amigo Vlady, y que hoy más que nunca ciertos creadores buscan llamar la atención del inversionista con base en el refrito, ya sea de las propuestas de Marcel Duchamp --quien expusiera el célebre mingitorio como obra de arte en 1917—o de otros dadaístas y conceptualistas, pero sin avisarle al espectador que están dialogando con la propia historia del arte, en el mejor de los casos. Ø