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1.Le comparto, querido lector y lectora, que para quienes
estamos interesados en la vida cultural del estado, el cierre de espacios
dedicados a dicha vocación se torna una noticia como de huracán nivel 3 (son 5
en total), porque nos habla de la falta de recursos para operar y aunque
estamos viviendo una época de patrocinios mixtos, también nos habla de la
preocupante falta de apoyo gubernamental, en sus tres niveles, por cuanto
respecta al tema de los subsidios.
El asunto es complejo, pero valga la introducción porque
recientemente cerraron las galerías La Caja de Ramona y La Turbina, en
Tepoztlán (a Las Bodegas no les ha ido tan bien como se esperaba y
particularmente le deseo lo mejor al taller La Hoja, de Anelée Rossell, porque
enseña grabado a niños) y en Cuernavaca dijeron adiós La Galería Simón y los
foros culturales La Baraque y Pepe El Toro, además del famoso SieteOcho de
Carlos Kubli, quien por teléfono me dice: “cerré porque Cuernavaca se ha vuelto
inviable, cierran las calles por culpa de los botines políticos y la falta de
público no ayuda. Hoy me dedico al la gestoría cultural en otros espacios”.
Patricia Couto, fundadora de La Caja de Ramona me explica que
la situación en Tepoztlán es difícil porque quienes quieren mostrar y vender
obra artística se ven obligados a abrir ofreciendo otros productos -comida y
bebida, mucha bebida- y a organizar eventos, lo cual termina haciendo de estos
lugares espacios híbridos que no le dan la debida importancia a lo expuesto.
Ella “no tira la toalla”, lo va a volver a intentar, pero afirma que no se
puede trabajar si no hay gente interesada en el coleccionismo.
No está por demás recordar que un estado de cosas como este,
que privilegia el ocio en lugar del gozo estético es el resultado de una
educación de la que no nos hemos beneficiado en este país. No es culpa de unos
pocos, ni es actual el problema, es culpa de todos. Ya les conté que de varios
expertos he oído que estos amores al arte comienzan desde la infancia, en las
casas, oyendo a los padres, viéndolos leer, yendo al museo o al sitio
arqueológico juntos.
“¿Cómo llegar a la base de la sociedad?”, me preguntó Couto
ayer, y no supe cómo responderle sin mencionar que esto al mismo tiempo es como
la marea, que sube y baja, porque el arte no morirá debido a que es producto y
necesidad del espíritu.
2.Y ¿por qué digo que sube? Porque también se han abierto
nuevos lugares. Platiqué esta semana con mi amigo Miguel Izquierdo al respecto
y enlistamos nombres de cafés con vocación cultural recientemente abiertos en
la ciudad (nótese que escribí “cafés”, ahí tiene usted lo que dijimos antes:
“barriga llena, corazón contento”).
Ahí les van algunos, a los cuales deseamos mucha suerte:
Ataraxia, La Fauna, El Artista Frustrado, La Guardilla, Toscana (Jiutepec) y el
Mercadito de la calle Comonfort, frente al ya conocido restaurante Gabilondo,
éste último en donde el Chef Fer Hernández nos conquista con su perejil frito y
luego nos platica de las expos que preparan él y María Gabriela Dumay.
3.Sin ganas de echar rollo teórico, hay que decir que la obra
artística se da dentro de un sistema en el que intervienen el creador, el
consumidor (coleccionista o espectador en un museo o galería), los académicos,
los promotores culturales y los periodistas especializados, por nombrar a los
más evidentes, pero urge entender que para que el sistema siga existiendo más o
menos bien hay que trabajar en los ámbitos en donde el ser humano está todavía
fresquecito, me refiero a la infancia y la primera juventud.
Habemos quienes ponemos galerías en las escuelas con la idea
de entrenar el ojo del niño y la niña, pero también hay docentes que de manera
super generosa enseñan fuera del aula, poniendo sus recursos, su casa, su
taller y su tiempo al servicio de los jóvenes con la idea de sembrarles la
semilla que los llevará a ser sensibles frente al mundo natural y al de los
objetos creados por el hombre.
Esto se los cuento porque ayer sábado acudí al taller de la
escultora Miriam Pérez, ubicado a orillas de la carretera federal México-Cuernavaca
para observar la quema de las piezas de cerámica que elaboraron sus
preparatorianos alumnos y he de decirles que me emocionó profundamente la
experiencia. Los vi ataviarse con prendas resistentes al calor extremo,
acercarse al infernal horno, sacar con palas los objetos torneados, meterlos
dentro de tambos de aserrín (para lograr el color del humo), esperar el tiempo
necesario para provocarles el choque térmico necesario para lograr los
craquelados típicos del estilo Rakú y durante horas gozar la experiencia del
trabajo colectivo.
No cabe duda qué hay empresarios como Raúl Miranda del CUAM
(patrocinador de algunas de las quemas de la escultora), que creen en la
educación artística como apoyo estructural de la persona y no como parte de un
programa con el qué hay que cumplir “por culpa de la SEP”. A él y a otros
empresarios que laboran en este estado en pro de la cultura (aunque tengan que
vender o regalar bebida) muchas gracias. A los que no les interesa, que Dios
los guarde de tener que ver a sus hijos y nietos convertidos en narco-fans.
FIN.
Articulo publicado en:https://www.diariodemorelos.com/noticias/vas-ver-la-marea-de-la-producci%C3%B3n-y-el-consumo-art%C3%ADsticos-en-morelos
Por: María Helena Noval
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