lunes, 19 de septiembre de 2016

Vas a ver: Orgullo Mexicano


1.Este 16 de septiembre desperté muy temprano, con el ánimo exaltado porque me dirigía a presenciar el desfile cívico militar, alusivo a nuestra Independencia, en la Avenida Poder Legislativo. Salí de mi casa en son de júbilo porque sabía a mis gallardos alumnos de “La Colón” dispuestos a transitar por la ruta alterna propuesta para la marcha de las instituciones invitadas a un acto público tradicional, pero también porque sentía que los ciudadanos hemos aprendido, hoy más que nunca, a ser un México moderno y valiente a base de golpazos y crisis. Y eso enardece el alma.

Como directora adjunta del colegio, me tocaba arengar a los cadetes, felicitar su prestancia y agradecerles a ellos y a sus padres su asistencia y puntualidad.  Pero también quería decirles todo esto que hoy escribo. Como no hubo el tiempo suficiente para hacerlo, lo que ellos vieron es que ya estando frente al contingente, la emoción nos invadió y los directivos decidimos unirnos a los cadetes para encabezar un acto, que en nuestros corazones rebasó la noción de tradición: se trataba de honrar a México, no de cumplir con un protocolo. La iniciativa de la Maestra Bettina Flatow Segerskog fue todavía más significativa, porque ella es danesa de nacimiento. México y Morelos se sienten mejor cuando se suman y unen las individualidades que lo conforman.

2.Para nadie es novedad que en nuestro país el espíritu del jolgorio obnubila nuestro sentido común: el gusto por el color contrastado, el folclor, la fiesta y el mariachi nos ha hecho pensar que comer antojitos, disfrazarnos de chinas poblanas, charros y “adelitas”, además de echar cuetes durante días es ser nacionalistas. Lo peor es que ni siquiera tomamos en cuenta que al habernos invadido los artículos tricolor de papel picado “Made in China” nos convertimos en patrioteros “light”, en sumisos consumidores de adornos que nos llegan hasta con el escudo de nuestro lábaro patrio mal puesto.

Platicando de todo esto con el locutor Ray Cárdenas, coincidimos ese día en que a los jóvenes hay que hablarles de la diferencia que existe entre la superficie de los festejos y el significado profundo de ser y pertenecer a un país soberano. “Un buen parangón del mexicano orgulloso de serlo es la maternidad -me dijo-, las madres aunque estén rotas por dentro, se levantan día a día a seguirle dando a la vida y a los hijos lo que les toca darles. Así mismo, a México, hay que abrazarlo, amarlo y defenderlo no sólo de las malas intenciones de quienes nos vienen a pisotear: hay que sacar la casta cuando las crisis afectan a un país entero, como nos sucede ahorita.” Y creo que tiene razón: hoy más que nunca necesitamos concientizarnos de la nobleza y generosidad de los mexicanos, para luego cuidarnos como nos lo merecemos. Lo malo es que reflexionar sobre nuestras bondades e identidad es más complejo de lo que parece: grandes contrastes nos retratan.

3.Recientemente leí un artículo publicado en Chiapas (Cfr. “Democracia sin demócratas”, La Feria, Noticias) por el “Señor López”, que reflexiona sobre las contradicciones que retratan al país, y me parece importante repetir en esta columna septembrina algunas de sus brillantes ideas: “Raro país el nuestro. Ya desde su inicio conquistado por tlaxcaltecas en favor de los españoles y luego independizado por españoles en favor de los gringos. Tradicional, con cada vez menos tradiciones; guadalupano que no realmente católico; campesino sin producción agrícola; industrioso sin industria; con más mar patrimonial que tierra firme, pero el último que comía pescado fue Moctezuma... somos nosotros raza de raro mestizaje que se siente indigenista, pero decir ´indio´ es insulto y serlo es desgracia; amables pero albureros, entrones pero dejados; ofrecidos pero informales; humildes pero alzados; acomplejados pero soberbios; bravos pero llorones; desconfiados como novicia entre sargentos pero cada seis años, masivamente cándidos.” Y tiene todavía más razón el Señor López cuando dos párrafos después escribe que: “En el concierto de las naciones nos ven como a un pez que se broncea en la playa y nosotros tan quitados de la pena”.

4.Sí, eso somos los mexicanos y ya lo habían dicho tanto el filósofo Samuel Ramos, en su conocido libro titulado “El perfil del hombre y la cultura en México” como Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad”. El primero, siendo el padre de este tipo de análisis en torno a la construcción de identidades, habló no sólo de los contrastes heredados del mestizaje, sino que introdujo la idea de una autoestima colectiva que nos ubica ante la otredad como un cúmulo de agachados. Paz siguió el ideario de Ramos desde otro momento y en su estilo. Pero los tres escritores aquí mencionados pintan a un mismo México contradictorio, valiente y valioso. Con todo esto en la cabeza y con el ánimo levantado por ver a los jóvenes tornarse ciudadanos mexicanos a pesar de todo, me sentí orgullosa una vez más de mi país. ¡Viva México! FIN



Por: María Helena Noval

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