miércoles, 14 de marzo de 2012

De mujeres, lugares comunes y zombis

Hace unos días se inauguró en el Jardín Borda de esta ciudad, una muestra colectiva planteada En torno a los sobadísimos asuntos de género. No vale la pena abundar en el hecho de que los discursos del 8 de marzo abusaron --en todas partes y aquí no podía ser la excepción--, del lugar común: “unidas somos fuertes”, “no somos objetos”, “hemos salido avante de la opresión, pero todavía nos falta”, etc.

No es que esas verdades tan contundentes hayan decrecido en importancia, es que el lenguaje que se usa para comunicarlas se gastó. Tenemos que encontrar la manera de hablar de nuestros deseos y esencia profiriendo nuevas estructuras, frases que se escuchen y que no se echen al basurero en el que sistemáticamente botamos los comerciales televisivos, los aturdidores slogans, la martirizante nota roja.

Es en este sentido en el que debemos entender el valor de la exposición propuesta por el Instituto de Cultura de Morelos, a través del coordinador de Museos y Exposiciones Edgar Assad. Se trata de destacar el valor funcional, comunicativo del arte.

Discurso Social y Arte
Interpretado desde tiempos inmemoriales como el retrato de la sociedad, el arte se ha venido explicando como un instrumento empleado en rituales para la subsistencia de las hordas de cazadores primitivos; como medio de propaganda de dioses y reyes; y más recientemente, dice Arnold Hauser: “en épocas de una relativa seguridad o de neutralización del artista, el arte se retira del mundo y se nos presenta como si existiera sólo por sí mismo y por razón de la belleza, independientemente de toda clase de fines prácticos” 
 
Esto no quiere decir que la función mimética del arte hoy en día esté ligada únicamente con el placer estético; alejado en tiempo de la época de Hauser, el arte contemporáneo ha sumado a esta posibilidad discursiva (la del placer estético) el discurso social como eje temático. 
 
Hoy en día una poética afortunada puede lograrse bordando con gusto, trabajando con paciencia en términos de contenido y de forma problemas como el embarazo de las adolescentes, los tan terribles feminicidios, o la violencia intrafamiliar, por poner tres ejemplos. La percepción del espectador puede transformarse en mirada atenta si el discurso se traduce al lenguaje artístico.

Teterismos

Interesada en un tema previamente abordado desde el arte, me refiero al pecho femenino, la ceramista María del Carmen Castrejón, exhibe en la primera sala del Borda teteras y platos chorreados de engobes azulados. Acompañando a las piezas de barro, las fotografías que retratan el cuerpo como soporte de palabras terminan de darle a la muestra una lectura funcional.  

Casi todas sus piezas incluyen mamas, la creadora aborda el pecho femenino como una metonimia: este órgano representa al cuerpo completo de la mujer. Las ideas que basan su trabajo tienen que ver con el cáncer de mama y con su preocupación por el hecho de que se ve comúnmente a la mujer como el objeto de deseo del varón

Concluyo mi postura sobre sus piezas diciendo que cuando habla con las manos, Castrejón logra piezas memorables. Los platos por ejemplo, por su factura libre y el dibujo a línea continua que los habita. En cambio, cuando quiere traducir literalmente palabras, nos hace sentir que su trabajo es superficial. El ejemplo más claro es la balanza en la que pesa más el corazón sobre plumas que el cúmulo de pechitos. 

Por otro lado, una instalación como esta recuerda la práctica académica que le pide al artista en ciernes abordar con varias técnicas un asunto dado. Eso habla de compromiso con la búsqueda de un lenguaje y un discurso dado

Los zombis de Paola Esquivel

La sala Juárez, la que da al exuberante jardín exhibe El baile final, una pieza de la artista Paola Esquivel que vale la pena observar con el detenimiento con el que miramos las escenas de las películas de horror: su instalación incluye monstruos, se trata de un espectacular montaje de zombis ideados desde una poética que reposa en el barroquismo de una orgía y en el manejo artístico del detalle trabajado a consciencia y con placer.  

Por otro lado, siendo zombis, los personajes de Esquivel invitan a pensar en la noción de “tipo”.
Dijo el poeta Guillermo Apollinaire, en un texto dedicado a sus amigos los cubistas, que ha sido facultad del arte, su función social, crear TIPOS” a lo largo de la historia. Ponía él como ejemplo el arte egipcio: las momias se parecen a sus representaciones. En el caso de la pintura de Rubens y de Manet, pedía comparar las obras con las fotografías de la época para dar cuenta del acuerdo que existe entre la gente y sus representaciones. Las ilusiones o apariencias ideadas por los artistas terminan siendo los tipos de la época. 
 
Pero ¿se trata en el caso de la obra de Paola Esquivel de personajes tipo? De acuerdo a su texto de sala y lo platicado con ella, sus zombis son como nosotros, actúan como nosotros: se comen entre ellos, abusan de sí mismos y de otros. La pieza es contundente.  

Platicaba con Edgar Assad durante la inauguración, que el éxito (o la controversia) que pudiera originar esta obra reside en la manera de decir las cosas. Una idea tan sencilla: “somos como zombis: muertos en vida, seres desalmados, medio animales, es llevada a un grado de reflexión inolvidable por la transgresión del orden social que eligió Paola para su instalación hecha de barro de Oaxaca quemado a baja temperatura.

“Las piezas cuando son íntimas se vuelven perturbadoras. Si las redimensionara a escala humana, perderían ese encanto personal, íntimo. Se volverían grotescas. Su barro tiene el color de la carne, son trocitos de carne. El erotismo no se distrae ni siquiera por los pliegues que trabaja con maestría. Sus rictus son de muerte, pero al mismo tiempo son lúbricas y muy eróticas. La dimensión de las piezas consigue un efecto doblemente erótico, concluye Edgar Assad, con quien sostengo esta tarde del lunes una deliciosa plática, de esas que tanto me complacen. Ω

[1] Arnold Hauser, Introducción a la historia del arte, Guadarrama, Madrid, 1961. Pp. 79-83

Maria Helena Noval

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