miércoles, 7 de marzo de 2012

Manuel González Serrano y Lagos de Moreno

Me cuenta Lya Gutiérrez que acaba de estar en Lagos de Moreno y la sola mención del lugar basta para ponerme emotiva: “¿Fuiste a la Casa de Cultura? Tienen una sala de exposiciones dedicada a Manuel González Serrano, pintor excelso del que quiero platicarles en el seminario un día”, le digo. Y sé de qué se va a tratar mi columna del miércoles, concluyo.

Así es la identidad.  Tiene que ver con el espejo y el apellido, tiene que ver con la imagen y con la actividad que uno escoge, pero antes que nada, tiene que ver con lo que a uno le han contado sobre la familia. Y la mía, paterna, proviene de Lagos, la tierra de los mejores dulces de leche, el lugar donde nació la nana Tata –preparo sus “metateados” (pacholas) en mi casa muy seguido—.  El lugar retratado frenéticamente por Manuel merece una y mil visitas. Y por supuesto un artículo morelense. Algo hay en el rojo de su tierra, en el señorío de sus casas, que invita a llorar de gusto. ¿Es esto la añoranza?
 
 
Con sabor a dulce de leche
 
 
Hoy en día Lagos de Moreno es una de las principales entidades del Estado de Jalisco, localizada en Los Altos, ha sido visitada por los Reyes de España y declarada monumento colonial. Su parroquia bellísima y monumental, lo mismo que muchas de sus construcciones habla de una población que ha tenido señorío e importancia. Durante la época prerrevolucionaria era una localidad en la que vivían grandes terratenientes cuyas propiedades abarcaban hasta el estado contiguo de Guanajuato y con menos de 15 000 habitantes ya se jactaba de prosperidad, movi­miento y de dar nacimiento a hechos importantes ya que allí se fraguó parte importante de la historia de nuestro país, pero con la Revolución y el movi­miento agrario cedió su lugar de importancia a otras ciudades, ya no de terratenientes y aristócratas sino de gentes revolucionarias pertenecientes a la nueva burguesía, con el nuevo poder económico y político en las manos.  El libro "El Alcalde de Lagos y otras Consejas" de Alfonso de Alba, habla ya de la importancia de la gente que ha vivido allí, pero también habla de la rivalidad que existía entre ésta y la ciudad contigua de San Juan de los Lagos, que con el tiempo pasó a ser el lugar de peregrinaciones religiosas por excelencia de esa zona del país, ganándole la figura religiosa de San Juan a San Hermión, el Santo cuyas reliquias de cuerpo completo Roma regaló a la entidad; sin embargo Lagos de Moreno es y ha sido tierra de hombres ilustres, se habla por ejemplo en el mismo libro de las tradiciones que han hecho famosa a esta región, de las buenas costumbres de su gente, y de la buena cuna que poseen; una de las familias mencionadas es la iniciada por Don Primitivo Serrano, de quien desciende en línea directa el pintor, siendo él uno de los grandes artistas que Lagos de Moreno ha dado a México.
 
 
Manuel González Serrano: el monólogo apasionado
 
 
Su obra se nutre de una deformación de la realidad que aflora para crear toda una simbología. Pintor sólo conocido y sumamente apreciado por especialistas” Teresa del Conde
La obra de Manuel González Serano es fuerte, profunda, pero no violenta, como sí parece haberlo sido él personalmente” Raquel Tibol.
La locura...una manera heroica de ejercer la libertad” Mario Vargas Llosa
Las opiniones de dos especialistas sobre la pintura de Manuel González Serrano (1917-1960), hablan sobre su genio y su asombrosa y atormentada pintura. Quienes hemos sido cautivados por su espíritu, nos vemos fascinados cada vez que se presenta de nuevo al público. Sirva el presente texto para adelantar que el próximo año se comenzará a preparar una muestra muy completa de su obra.

Entre sus pinturas se cuentan sus cristos-autorretrato, esos hombres avejentados y adoloridos que sin embargo se muestran pasivos, inmersos en su dolor; los paisajes desolados influidos por la pintura chiriquiana que conoció a través de sus lecturas y sus pocas amistades del medio artístico; los antropomorfismos de origen manierista tan gustados por él y algunos otros; el retrato de Andrea Hanckock, la mujer con la que se casó en 1945, aquella que aparece con los pies metidos en las aguas del inconsciente, tumbada sobre la tierra seca y erosionada, repetida al fondo por su imagen vista de espaldas; el retrato del periodista y escritor Rubén Salazar Mallén acompañado de un papel arrugado, posado en sangre del color de la tinta; los caracoles marinos y terrestres que nos hacen pensar en la sexualidad, la permanencia del ser y la muerte y el soberbio sofá herido por un paraguas, un mueble fuera de contexto que nos recuerda la estética daliniana aún sin querer hacer asociaciones fáciles.  Están por todos lados sus azules, tan profundos como un sentimiento enterrado, tan sordos como el dolor del abandonado.
 
 
 
El periodista Javier Aranda Luna bautizó al pintor como “El Hechicero” en un texto escrito con motivo de la exposición retrospectiva del pintor en Guadalajara (1998) y en el Palacio de Bellas Artes (1999). A Aranda Luna hube de corregirle sin embargo, que la historia clínica de González Serrano no ha sido debidamente rastreada y que hablar de tratamientos sin acreditarlos correctamente, conlleva a quitarle seriedad a su estupendo y emotivo texto.
 
 
 
Digo todo esto y me inflamo de pasión cuando se trata de González Serrano, porque crecí oyendo hablar a mi familia sobre Manuel, el tío pintor amado profundamente por todos. A mi padre, Alfonso González Serrano le pedí que me narrara anécdotas sobre su excéntrico hermano y mil veces repasé con la mirada cada una de las pinturas que colgaban de las paredes de su oficina y de nuestras casas.  La Tata, la nana que nos cuidó a todos de chicos nos hizo notar siempre que “su hijo” consentido fue el Nene, Manuel, con quien vivió años y de quien se hizo cargo, junto con mi padre, en repetidas ocasiones a lo largo de su vida. Visité a varios de sus coleccionistas desde niña, y afortunadamente poseo algunas sus pinturas más importantes.



La historia de mi relación familiar con él la he narrado muy pocas veces, no la conté en mi tesis de licenciatura en historia del arte, misma que les regalé hace  años a los investigadores Teresa del Conde, Raquel Tibol, Enrique Franco Calvo y Ricardo Pérez Escamilla, curador y especialista en su obra. Tampoco la he expuesto en los artículos que en diversos medios he publicado con este tema o en el librito que escribí para CONACULTA (Círculo de Arte). En lugar de eso, me he remitido a tratar asuntos propios de su formidable pintura, tratando siempre con respeto su vida personal.
 
 
 
Hoy cuento esto porque el oír hablar de Lagos me abrió el corazón. Volteé a ver el último autorretrato del pintor y pensé “hace tiempo que no hablo de los muros descascarados de las haciendas laguenses y de la tristeza de tus ojos. Me dejé llevar por la nostalgia. Iré pronto, estoy segura.

Maria Helena Noval





4 comentarios:

  1. ¡Qué buen artículo!

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  2. Es muy emotivo el artìculo y es un tema que también a mí me apasiona. Soy de Lagos de Moreno y escucho con placer lo que señalas de mi ciudad. En relación a Manuel González Serrano, efectivamente hay una sala dedicada él, pero regularmente vacía; además, su obra es desconocida en Lagos, lo que me parece injusto.
    Espero seguir visitando tu blog.

    Dante Alejandro Velázquez

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  3. Un artículo muy bello. Muchas gracias por compartirlo. Sólo una observación: la tierra roja alteña inicia más cerca de Guadalajara que del Bajío, no en Lagos.

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  4. Ahora en Lagos hay una escuela de artes que lleva su nombre.

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