Cuando un escritor se sienta a construir
frases se convierte en otro. Algo del orden de lo mágico le sucede: el impulso
narrativo se apodera de su voluntad y si se da el caso de que no se ha alejado
de su hogar, se convierte en alguien capaz de describir tierras ignotas.
En el mismo sentido, cuando este relator
desconoce el temblor del amor apasionado, a base de puros deseos termina por
convencernos de que sabe lo que es haber vivido una vida envidiable.
Con ello se quiere decir que quien tiene el don de la narración, es capaz de convertir un hecho nimio en un asunto trascendente.
Con ello se quiere decir que quien tiene el don de la narración, es capaz de convertir un hecho nimio en un asunto trascendente.
La mordida a una fruta, una travesura, una tarde de lluvia pueden resultar hechos inolvidables si se bordan con las palabras correctas.
Me parece interesante pensar este orden de
ideas alrededor del libro de Laura Fernández MacGregor Maza, “Pasos al amanecer”
(Porrúa), pues el trabajo de esta morelense por adopción, presentado hace poco
como novela, habla no sólo del insight o viaje al interior necesario como motivo
de inspiración, sino del proceso creativo, el oficio que hay detrás de un texto
que comenzó como un mero ejercicio.
Memorias o novela
¿Qué sucede cuando el narrador cuenta su propia historia recreando diálogos, disponiendo en gran medida de su imaginación? ¿Se trata en ese caso de un libro de memorias, de una autobiografía o de una novela? Lalis, la protagonista de Pasos al amanecer, revela detalles de la historia familiar de Laura Fernández MacGregor: el General Zapata le agradece a su abuela el haber amamantado a su hijo; Lalis explica la relación de consanguinidad que había entre sus padres; la historia del pirata que da origen a su apellido de origen escocés se nos revela cuando lo cree necesario; se ocupa de la enfermedad paterna, la que la hace perder la inocencia con cautela y dolor, etc.
Memorias o novela
¿Qué sucede cuando el narrador cuenta su propia historia recreando diálogos, disponiendo en gran medida de su imaginación? ¿Se trata en ese caso de un libro de memorias, de una autobiografía o de una novela? Lalis, la protagonista de Pasos al amanecer, revela detalles de la historia familiar de Laura Fernández MacGregor: el General Zapata le agradece a su abuela el haber amamantado a su hijo; Lalis explica la relación de consanguinidad que había entre sus padres; la historia del pirata que da origen a su apellido de origen escocés se nos revela cuando lo cree necesario; se ocupa de la enfermedad paterna, la que la hace perder la inocencia con cautela y dolor, etc.
Con lujo de detalles y, cuando es necesario, haciendo aclaraciones a pie de página (aunque en el caso Zapata nombre Eulalio a Eufemio), la narradora -a veces niña, a veces una voz que narra en flash back-, cuenta la historia de su infancia y primera juventud desde la plenitud de su vida.
El don del narrador
No obstante, lo que nos hace “re-vivir” con ella su historia no es la información que podría ser la de cualquier descendiente de aquellas familias perjudicadas por la Revolución Mexicana, aquellos a quienes ella bautiza como los hijos de las familias “Deltuvo” (tuvo esta hacienda, tuvo este apellido, tuvo este prestigio), sino la manera de contarnos cómo su amiguita del colegio pierde un dedo, cómo la aterra el pasar frente al ataúd de la madre de la condiscípula, cómo sortea las dudas sobre la fe católica y cómo descubre su sexualidad. Sobre todo esto. Orgullosamente recordado, re-vivido.
La información queda por momentos apocada por el brillo de las introspecciones que hace Lalis, la protagonista, a quien imaginamos perfectamente sin que ella nos dé demasiadas pistas sobre su aspecto físico. La conocemos por como habla y piensa. Así le damos existencia al personaje. Y esto es precisamente lo que más vale la pena del libro de Fernández MacGregor: la voz conducente de la niña que está a punto de convertirse en adolescente. Poca literatura narrada por voces infantiles tenemos, que no sean libros para niños.
Placer femenino inédito
Otro de los aciertos de la narradora reside en el
hecho de atreverse a abordar el placer del cuerpo desde el punto de vista
femenino. La poesía erótica de Laura ha merecido varias publicaciones y no sólo
en nuestro país ha recibido reconocimientos. De ahí que podamos afirmar que el
erotismo femenino es lógicamente uno de sus temas mejor trabajados por la
autora. Esa vertiente del lenguaje, el lenguaje-cuerpo es lo que la presenta
mejor.
¿Por qué? Porque no se trata de la voz de un hombre traducida por una mujer, no repite lo que le ha dicho el poseedor sobre su cuerpo, se trata de la voz de una mujer que se sabe carne y que goza siéndolo, sin vergüenzas y sin ambages. Se trata de ella con ella y sobre ella misma. Son las vivencias de alguien a quien le ha costado quitarse costras y culpas. Y eso se agradece.
Helena Noval
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