lunes, 10 de mayo de 2010

Arte y Locura / Locura y Arte

1.

Camille Claudel, Federico Nietzsche, Hyeronimus Bosch, Antonio Gaudí, Hugo van der Goes, Vincent van Gogh, Antonin Artaud y Martín Ramírez son algunos de los que, en su momento, pasaron por el temible rasero de la “razón”: de ellos se dijo que sufrían el mal de la locura, y por lo mismo, sus obras, el fruto de sus brillantes mentes creativas, ha quedado condenado a ser visto a la luz de la patografía del arte. Tendemos a los juicios simples, ni modo. Se olvida que cuando se habla de arte, se tiene que partir de la obra misma, debe juzgarse el resultado, lo que se tiene ante la mirada, las manos o el oído. Nunca a la persona que lo hizo. Quien juzga lo creado a partir de referentes biográficos, parte de una limitación brutal: su poco criterio.


Todo esto porque le he oído decir al Dr. Luis Tamayo que históricamente, la locura ha sido considerada como una maldición (Platón en “La República”, Libro X) o como una bendición (Heidegger en “De la experiencia de pensar”). Siendo un experto en Heidegger y conociendo el valor de la poesía, la interpretación del Dr. Tamayo deriva, por fuerza, en la experiencia artística, la posibilidad de la poiesis (creación en griego), como la vía de renovación, de revitalización de lo establecido, de valoración de la experiencia humana. Entre las dos posturas, Tamayo aboga por la locura que permite al individuo ser lo que es, salir de la rutina, evitar un poco las “malas” tablas de salvación a las que nos aferramos gran parte del tiempo (instituciones, religiones, dogmas), ponernos en camino a las estrellas, para retomar a su Heidegger.


Ante la brillante exposición del psicoanalista, a quien todos conocemos por su labor en el C.I.D.H.E.M. (Centro de Investigación y Docencia en humanidades del Estado de Morelos) concluyo: la idea tradicional de locura, aquella que es tratada desde la ciencia y nos convida a rebanarnos el cerebro buscando la fatal semilla, nos impide ver lo que los poetas y creadores aprovechan para sobrellevar el mundo. Benditos sean.

Yo, por mi parte, invitaré muchas veces, en estas páginas, a atender la brillantez de la creatividad humana a través de la observación del arte. Para redondear esta reflexión, citaré al loco Nietzsche: “Siempre hay algo de locura en el amor. Pero también hay algo de razón en la locura” y a la sensible Poniatowska: “Una locura creativa produce mejores frutos que una razón improductiva”. [1] ¿Quién se atreve a negar que la locura sea una bendición?

2.

Hace tiempo en el Centro Cultural de la Universidad Autónoma del Estado, se convocó a una mesa redonda sobre arte y esquizofrenia, y se presentaron los trabajos de algunos seres afectados por tan terrible enfermedad. Claro quedó el hecho de que el arte como terapia es de inmensa importancia. La psicóloga Juanita Bahena y un miembro de la asociación AFAPE (Asociación de Familiares y Amigos de Esquizofrénicos), comentaron que se ha descubierto que el arte es un medio de expresión muy útil, ya que permite comunicar emociones e ideas con imágenes más precisas que lo oral. Explicaron, asimismo, que casi todas las actividades artísticas, por sí mismas, poseen numerosas cualidades terapéuticas: satisfacción, relajación, evasión y distracción, lo cual ayuda a reestablecer el equilibrio perdido.


Agregaron que en pacientes esquizofrénicos, el objetivo real de este tipo de terapia tiene que ver con la búsqueda de un lenguaje que permita al paciente expresar lo que existe en su inconsciente, y que no puede exteriorizar de manera verbal. La comprensión que pidieron los pacientes esquizofrénicos para su condición, y la narración de algunas de las escenas vividas durante la vida diurna, remite a lo visto en museos y libros, pero que conste que el valor estético o artístico de las obras de arte[2] no es lo que está a discusión aquí; lo que quiero enfatizar es uno más de los valores agregados de la práctica artística: la terapia. Ω

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[1] Cfr. Las siete cabritas, de Elena Poniatowska, pp. 64 y 65.

[2] Mismo que dependerá, como siempre, del talento del creador, del oficio logrado a través de la experiencia y del presupuesto estético que base la obra.

2 comentarios:

  1. Muy interesante, ¿Por qué nos fascinan las obras de los artistas esquizofrénicos? Quizá se deba a que sus creadores miran en abismos que el resto de los mortales sólo es capaz de atisbar...

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  2. Marianela de la Hoz27 de mayo de 2010, 13:49

    Simplemente nos llaman las obras que nos hacen pensar y sentir, las demas , a las que podemos definir como "lindas" a la vuelta de la esquina se nos olvidan, en cambio aquellas que cimbran algo dentro de nosotros nos dejan huella.
    No hay censura ni prohibiciones para estas expresiones y asi, llegan puras y como golpe de campeon boxeador a nuestras consciencias....

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