Pensar la cultura en nuestro estado implica considerar dos de los varios modelos de promoción del trabajo creativo con los que contamos, me refiero al asistencial privado (organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro) y al empresarial (pequeñas y medianas empresas legalmente constituidas que venden bienes y servicios culturales). Sobra decir que ambos esquemas coinciden en el entendimiento de la cultura como un importante factor de desarrollo social y económico. Por fortuna la economía cultural adquiere cada vez más respeto entre los profesionales de las cifras macroeconómicas. Estados como Oaxaca, por ejemplo, han servido de parámetro a nivel nacional por haber desarrollado un análisis de su economía cultural, misma que representa 6.5 por ciento de la economía local y más de 7 por ciento del empleo.
A la reflexión sobre la importancia del papel de la sociedad civil que produce cultura llego por dos razones. La primera es que me emocionó mucho la inauguración del Auditorio de la Casa de Cultura de Ocuituco, uno más de los exitosos proyectos echados al vuelo por Fundación Rayuela. La segunda razón es que hay que insistir en la trascendencia del Premio Morelos a la Empresa Cultural 2012 que está por fallarse en unos días más.
¿Qué se habrá de entender por una empresa cultural? Se trata de una unidad económica legalmente establecida, que vende servicios o bienes, en su cadena incluye un elemento creativo y proyecta valores simbólicos sujetos a propiedad intelectual.
Jornadas MIPYMES Y PREMIO MORELOS A LA EMPRESA CULTURAL
Hace dos años que Eduardo Cruz Vázquez le propuso a Martha Ketchum, directora del ICM la formación profesional de emprendedores culturales. La iniciativa académica, ligada íntimamente con la labor periodística de Cruz Vázquez (su libro sobre Economía Cultural, resulta indispensable) fue evolucionando; pasó de ser un curso a ser un seminario y hoy lo que se imparte aquí es el segundo Diplomado en Cultura y Negocios. Transitaron de menos a más, en el sentido de construir los marcos conceptuales, la dotación de instrumental académico-teórico para aquellos que aspiran a ser emprendedores culturales.
En este modelo de enseñanza participan distintos maestros que se organizaron para tal efecto por primera vez en el Programa de Monitoreo en Economía Cultural de la UAM Xochimilco. La promoción del Premio Morelos a la Empresa Cultural y las Jornadas MIPYMES coronan el esfuerzo realizado por dicho grupo de docentes y sus alumnos; queda pendiente en cambio, el nacimiento de la incubadora pensada para conseguir financiar empresas, pues se trata de procesos lentos que obedecen no sólo al entendimiento de que existen recursos etiquetados para el desarrollo y el impulso de productos culturales, sino al hecho de que hay que saber desarrollar y presentar un plan de negocios de manera profesional.
Valga decir que esta es la primera vez que la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados etiqueta recursos para estos fines; las gestiones para tal evento comenzaron con la 59 Legislatura y el financiamiento con el que hoy se cuenta asciende a un millón de pesos. El fallo se dará el miércoles 5 de septiembre. Ya comentaremos más al respecto.
Asimismo, hay que decir que las jornadas dedicadas a las pequeñas y medianas empresas culturales preparadas por el ICM incluirán la presencia de destacados conferencistas la próxima semana. Entre ellos destacan Luis Miguel González, director editorial de El Economista, Alejandro Soberón, Director del Consejo de Administración de Ocesa, Lupita Gómez, de “Remedios Mágicos” y Federico González Compeán, director corporativo de CIE Internacional.
Las Rayuelas
Llego al final de esta nota destacando la labor de las señoras de la Fundación Rayuela, organización de la sociedad civil encargada de obtener recursos para fomentar el arte y la cultura entre los jóvenes de Morelos, porque operando con una estrategia que parece simple --parten de la detección de necesidades de las comunidades seleccionadas, integran a un líder cultural local y se enlazan con autoridades pertinentes--, han logrado un montón de cosas en comunidades en las que la alta cultura no era tomada en cuenta. ¿Cómo le hacen? Sin duda es la supervisión de los proyectos, la entrega amorosa y desinteresada a los mismos de estas “rayuelas” lo que las hace distintas. Hacen suyo el proyecto, logran que niños y jóvenes incluyan en sus vidas lo sensible, las emociones y la belleza y como lo hacen desde lo académico, lo hacen perdurable.
Lo que digo no es desde luego mera retórica sino el reporte de lo que me tocó ver el sábado pasado en esta fría población: me envolvió un Ocuituco progresista y hospitalario enaltecido por un coro de niños que cantó como los ángeles. Este Ocuituco se vistió de gala por obra y gracia de unas niñas y una niñita danzantes que flotaron en el escenario. La cereza en el pastel fue el Huapango de Moncayo silbado por los alumnos de flauta del lugar. Música de ángeles.
He escuchado en repetidas ocasiones que el modelo casa de cultura dejó de funcionar hace tiempo, yo misma me he preguntado de qué manera la recuperación del espacio social depende de la mera convivencia, tarde a tarde, en estos lugares a los que se va a descansar de la vida rutinaria. Lo que sé es que la respuesta no tiene que ver con el nombre que se le dé a un espacio, sino con la voluntad de poner el corazón y el cuerpo en un proyecto artístico. Ω
María Helena Noval
twitter: @helenanoval