martes, 25 de mayo de 2010

Marianela de la Hoz: ¿Hacia la revaloración de la pintura metafísica?



Escribió Giorgio de Chirico, en 1913 , que para perdurar en el tiempo, una obra de arte debe sortear los límites humanos; que una vez rotas las barreras de la lógica y del sentido común, la obra alcanza los territorios de la visión infantil y del sueño, superando fórmulas y lugares comunes. Agrega que el artista logra su visión más eficaz cuando cierra los ojos.

La afirmación echa por tierra la noción renacentista del cuadro como ventana, y hace concurrir a la consideración del espectador la posibilidad de una realidad más allá de lo concreto o de lo anecdótico; de Chirico hablaba de una realidad metafísica. Jung habría hablado de arquetipos, de valores universales.

Hago este preámbulo porque me parece que las más recientes pinturas de Marianela de la Hoz (México, DF, 1956) se dirigen decididamente a la exploración de ambientes y temas metafísicos, de asuntos tan complejos y universales como pueden serlo la soledad, el desamor, el paso del tiempo o el miedo a la muerte, sin atreverse a abandonar del todo las preocupaciones que antes la han llevado a crear: el cuerpo, la identidad y la sexualidad de la mujer del siglo XX.

Si ya antes la pintora nos había cautivado por su aplicación impecable y amorosa del temple sobre tabla , revelándonos que la pintura actual puede poblarse de exquisiteces, ahora, nos lleva de la mano por el mundo de las interpretaciones polifónicas aprovechando un recurso con el que viene trabajando de una década atrás, me refiero a la interconexión entre la palabra y la imagen. En esta ocasión, recurre una vez más a los textos y las reflexiones del escritor Juan Trigos, cuyas frases suele transcribir amorosamente en letra cursiva y en blanco matizado

Su especialísima facultad generadora de imágenes ---facultad que puede estar relacionada con su formación como diseñadora gráfica— la lleva a pintar (Mujeres unidas por la espalda), una pieza simple, simétrica y rotunda, relacionada con el mito de Jano, el dios romano de las dos caras que vigila el tránsito entre el pasado y el porvenir, que mira a la derecha y a la izquierda, al interior y el exterior. Como vemos una pieza que más allá de la lectura maniquea, alude a la toma de conciencia individual.

La ambigüedad y el desconcierto que nos provoca el (Muñeco viejo en una caja) se debe en primer lugar a la fuerza poética de las antinomias. La imagen rompe con la lustrosa limpieza, la decisión de la forma, la singular estatuaria de los juguetes . El ilusorio mundo infantil queda destrozado; el juguete deja de ser un placebo para convertirse en un solitario vejestorio, en un bárbaro representante de un mundo decadente, en un actor del drama de la vida. Aquí, el tiempo, una de las preocupaciones más persistentes de la pintora se hace evidente y curiosamente, aunque la pinturita no busca agradar, lo consigue por la contundencia del mensaje, la armonía tonal y la impecable y original estructura semejante a un rompecabezas.

En (Niño-muñeco frente a la TV), la pintora de los profundísimos, soberbios e intemporales azules, alude de nuevo a un mundo en decadencia pleno de soledades acompañadas, y la indeterminación vuelve a estar presente porque no sabemos si se trata de un muñeco o de un infante.

En fin, que en el plano estético se le debe agradecer a de la Hoz un tratamiento delicioso y minucioso de la figuración poco usual hoy en día, sobre todo si pensamos que lo gestual, el expresionismo es lo que predomina en los circuitos oficiales del arte, mientras que en el plano hermenéutico, debemos aplaudirle la creación de mundos tan plenos de significados, tan reveladores.

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1 En “Mistery and creation”, un texto originalmente aparecido en Le surrealisme et la peinture, Paris, Gallimard, 1928, Pág. 38, reproducido en Herschel B. Chipp, Theories of Modern Art. A source book by artists and critics . University of California Press, Los Angeles CA, 1984.
2 El temple (pintura elaborada con yemas de huevo y pigmentos), técnica hoy muy poco empleada por la dificultad que implica, se sustituyó gradualmente por el óleo a partir del Renacimiento
3 Permítaseme el homenaje a Baudelaire al referirme al mundo del juguete empleando algunas de sus expresiones.

martes, 18 de mayo de 2010

Derrumbado: Cual convidado de piedra, narra el “Morelotes” su historia


Para Lavinia Usigli Casas y Antonio Castellanos Basich
Dos árboles de raíces bien fuertes

Sucumbimos a la euforia de las fiestas del Bicentenario y nos disponemos –actores y observantes— a aplaudir los remozamientos que se le harán a los centros históricos de las ciudades más importantes del país. (Los pequeños poblados no asistirán a la fiesta). Pero ¿será necesaria tanta parafernalia para elevar la autoestima colectiva, para lograr un nacionalismo a ultranza? ¿Será necesario tanto maquillaje para poder vernos en el espejo sin denostarnos?
El siguiente es un divertimento mío pensado desde la mirada del “profanado”, a raíz de un paseo efectuado en días pasados por la Plaza de Armas y sus alrededores.

No me pidan relatar y relatarme de otro modo, si no es empleando el lenguaje de la pasión. ¡Sin permiso y sin aviso, el pico y la pala arremetieron contra mí añoso cuerpo, mi casa, mi entorno, mi plaza! Yo, que di nombre a este noble estado, fui acción pura e ideólogo de una nación, hoy estoy en el meritito suelo.
“La Plaza de Armas crecerá y será más amable –hecho pedazos escucho a uno de los autores intelectuales del remozamiento--, tanto desnivel no ayuda a nadie, las perspectivas se interrumpen abruptamente, los ejes visuales se cortan, los viandantes no andan, si acaso brincan escalones, taludes, muretes. El espacio se percibe muy fragmentado… Se ha decidido que las aceras se amplíen, las calles se repavimenten y se construyan plazas a juego. Ya se escuchan los ritmos del martelinado del nuevo recinto-pavimento. Ya llegan las nuevas luminarias, `del México Moderno` las llamaremos, parecen francesas y por eso la gente pensará que volvemos al pasado, siempre idealizado. Te van a gustar. Y perdón, pero habrá que tumbar tu basamento, el puente que cubre la continuación de Boulevard Juárez, en donde está el incólume General Pacheco, porque hoy es solo un estacionamiento para funcionarios menores y sólo sirve como irrisoria agencia de colocaciones para mariachis. Al general no será necesario moverlo, pero tú, a quien cariñosamente apodan el “Morelotes”, habitarás un nuevo y mejor espacio resurtido de verdores”.
No describiré lo que pienso a este geómetra del espacio porque la descripción que me hace puntualizaría la mirada sobre lo aún inexistente. Narraré en cambio, lo que me ha tocado vivir las últimas semanas. Narro porque la narración invita al tránsito y el centro histórico de las ciudades --como ideal del espacio público-- debiera transitarse fluida y amorosamente. No con el atropello que provocan hoy las tripas vomitadas de la ciudad de Cuernavaca. Tales entrañas de asfalto, acero, cables, concreto, piedra, tezontle y aguas negras dan cuenta de un abuso de 500 años. Lo que está por encima de eso, lo que motiva nostalgias por la vida pueblerina y las pomarrosas arrancadas, la roja piedra chiluca del Palacio de Gobierno, el azul del cielo cuernavaquense y tantas cosas más, es el abuso del hombre actual, infundido de afanes lucrativos y vulgares.

Los centros históricos debieran limpiarse –le digo al constructor--, prescindir de espectaculares, voluminosos tinacos, añadidos sin fundamento. “No es tan fácil, hay intereses que conciliar –responde él—, están los de la Beneficencia Española, los restauranteros, los comerciantes, los combatientes de la CFE, los que comunican a la gente vía telefónica, los que cablean imágenes, los que viven de guardar y trapear coches y los transportistas. Por si fuera poco, hay que dignificar la labor de los herederos de los antiguos oficios mexicanos, me refiero al frutero, el limpiabotas, el músico, el pajarero, el organillero, el voceador, el elotero y el cantor.”

Yo, antiguo atlante de cantera salido de las manos del escultor Juan Olaguíbel, los conozco a todos, incluyendo a quien no ha mencionado mi interlocutor, me refiero al político que de prisa cruza la plaza hacia sus asépticas oficinas ubicadas en el palacio de los mandamases, sí, el que siguiendo el ejemplo del sanguinario Cortés de enfrente, actualiza el poder cada 6 años. Por desgracia, conozco también al oscuro manifestante que concibe este lugar como depósito de basura y rimas baratas.
Hoy, mi corazón de piedra yace en el suelo. Lejos de mostrar la sangre que me hizo hombre de armas, muestra los restos de la mala argamasa con la que el arquitecto Felipe Jardel ordenó me rearmaran en el antiguo Barrio de Tecpan, hoy Plaza de Armas, por obra y gracia de uno de tantos gobiernos incompetentes. Tengo derecho a conocer mi destino. ¿Dónde me reubicarán? ¿Será a un metro de donde estoy ahora como dicen algunos, por no quedar mal con los artesanos? ¿Me llevarán a otra avenida principal? ¿Hacia dónde dirigiré la adusta mirada que me caracteriza? ¿Qué clase de público se fijará en mi pañoleta atada a la cabeza?
Es un mayo muy caliente. ¿Será por tal calor que los tiempos políticos se dilatan? ¿Por qué mi efigie hoy no es la del libertador que soñé ser, sino pura tierra crocante, plástico enrollado, pregón resignificado por mentes pacatas? ¿Será que solo pretenden protegerme de las palomas y las sobantes manos de la gente? ¿Se acordarán de mí después de tanto festejo de una mexicanidad que yo alcancé a vislumbrar grandiosa?
La calidad moral que avala mis preguntas se basa no en la estética nacionalista que me dio origen, sino en mi calidad de héroe, de superhombre. Por eso me niego a ser un convidado de piedra que se repite en calles, plazas y jardines para ornamentar. Me duele ser sólo una toponimia más. Quiero que sepan que aún conservo la esperanza de que viéndome de frente, mucha gente recuerde que fui padre, ideólogo y estratega. Que de la mano de Hidalgo anduve por las serranías y valles del país y que fui yo quien insufló el amor por lo mexicano en las venas de la gente. Un amor que a fuerza de desaires nos trataron de arrancar los perversos españoles y algunos criollos confundidos. Sí, el desplome duele porque me descubro tan ideal de piedra como pretexto de falsos festejos. Discurso simulado.

Hace unos días se reunieron en comederos aledaños un pintor de paisajes, un sensible escultor, un arqueólogo, un comunicador y el responsable de las obras, con quien he venido dialogando. Al castellano escultor le entregué hoy mi voluntad lastimada. Espero que me haya escuchado. “Quiero volver al lugar en el que nací en 1946, la llamada Plaza de las Artesanías –le dije--, en donde estuviera la cárcel de mujeres, derrumbada por órdenes del gobernador Vicente Estrada Cajigal en 1934. Ya sé que el emplazamiento es difícil y codiciado, que fue ocupado hasta por carpas de diversión y que en 1942 el gobernador Jesús Castillo López vislumbró un jardín en mi honor y a mi figura presidiéndolo en el centro.
En esta, la antigua Huerta de Cortés, Juan Olaguíbel, mi padre, me plantó. Más hacia el centro que hacia el sur, eso lo recuerdan todavía los mayores de 60 años. El rompecabezas de cantera que me da vida fue fijándose a hueso sobre cimbra muerta. Mi alma es de varilla de acero. Rodeado de plantas y rodetes a juego con la base de mi monumento, yo alcanzaba a ver las columnas de 1.80 metros de alto que sostenían en su parte superior un farol de estructura metálica. Alrededor de mi jardín había bancas de concreto de dos vistas, en las que se sentaba la gente a hacer lo que se hace en los jardines y las plazas, a vivir la vida sencilla de la gente común. Según mi defensor escultor, solo el espacio me rodeaba, mi aforo era el cielo.
Yo, gigante de piedra sólo espero que alguien escuche este mi lamento con sensibilidad de viandante, e ignore la sensiblería del político inculto, tan cuantioso hoy día. Ω


Para reflexionar: ¿Y las políticas culturales qué?

De acuerdo con investigación hecha por Jorge A. González (cfr. www.imagendeveracruz.com.mx 23 de Diciembre de 2009) con motivo del desmantelamiento del conjunto escultórico dedicado al poeta Salvador Díaz Mirón y la desaparición de una glorieta en Veracruz, hace casi seis meses, el ayuntamiento de tal ciudad incurría en dos delitos de orden federal, al intervenir una obra sin permiso del autor, así como al manipular y modificar una obra artística del patrimonio cultural de la nación. Retomo las ideas del periodista citado porque el mismo juicio aplica para el “Morelos” de Olaguíbel, según se ha venido viendo.
La Ley Federal del Derecho de Autor en México estipula en su artículo 18 que el autor es el único, primigenio y perpetuo titular de los derechos morales sobre las obras de su creación; y según el artículo 21 puede ‚"exigir respeto a la obra, oponiéndose a cualquier deformación, mutilación u otra modificación de ella, así como a toda acción o atentado a la misma que cause demérito de ella o perjuicio a la reputación de su autor".

Aun fallecido el escultor mexicano Juan Fernando Olaguíbel Rosenzweig –continúo citando a González--, el ayuntamiento de la ciudad contravendría lo estipulado por esa norma, al desmantelar e intervenir el Morelos de piedra proyectado especialmente por el artista para ese espacio urbano.
La escultura se encuentra resguardada por la Ley Federal del Derecho de Autor, que es el reconocimiento que hace el Estado en favor de todo creador de obras literarias y artísticas previstas en el artículo 13 de esa Ley, "en virtud del cual otorga su protección para que el autor goce de prerrogativas y privilegios exclusivos de carácter personal y patrimonial".

(Recuadro) Juan Olaguíbel Rosenzweig (1889-1971)

Nació y murió en México, D.F. Estudio escultura en la Academia de San Carlos, bajo la dirección de Arnulfo Domínguez Bello. Participó en el movimiento armado de 1910 y posteriormente se identificó con los periódicos libertarios del Dr. Atl, precursor de la corriente nacionalista de renovación artística. El presidente Venustiano Carranza le otorgó una beca para estudiar en Europa, pero no pudo realizar el viaje proyectado debido a que fue herido en campaña. Luego viajó a Estados Unidos, donde realizó una serie de esculturas caricaturescas que le dieron fama. Con la ayuda de su principal mecenas, el tenor Enrique Carusso, hizo fortuna. Trabajó como aprendiz en el taller del escultor Gutzon Barglum, continuador de las ideas de Maillol, mismas que Olaguíbel siguió en su obra. Tras un largo viaje por Europa, volvió a México, donde Vasconcelos le brindó toda clase de apoyo para que realizara sus obras monumentales. Su obra se inscribe dentro de los cánones clásicos.

Es autor de la fuente de Pemex, La flechadora (Diana cazadora) y la Estatua de Morelos actualmente desmantelada con vías a ser reubicada, no sabemos donde, en próximas semanas.
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1 Tomado del “Diccionario de Escultores mexicanos del siglo XX” de la Dra. Lilly Kassner. (CONACULTA, México, 1997).

Día Internacional de los museos: ¿cómo enfrentar las lagunas en Cuernavaca?



La desaparición del Centro Cultural Muros nos borró del mapa de la alta cultura, si es que un mapa de tales características cabe en el imaginario colectivo, ocupado básicamente por la cultura del entretenimiento. Ningún centro cultural de la ciudad, ninguna colección museable y ningún perfil cultural dignos aparecen en el escenario de la oferta educativa de nuestro estado, y no lo digo para ofender los castos oídos de los operarios que corren para salir en las fotos de las páginas de sociales con su mejor sonrisa, sino porque suelo escuchar al museumgoer profesional, al expertisse internacional y al turista común y corriente que busca algo diferente para el fin de semana.

Reunir los requisitos adecuados para atraer al gran público, al paseante interesado y al culto ciudadano a las exposiciones gestadas ya sea por el Instituto de Cultura de Morelos o por la Facultad de Artes de la UAEM, requiere de mayores esfuerzos que la buena voluntad de los que allí laboran. El problema comienza por la poca preparación profesional de quienes se encargan de los montajes (sirvan como ejemplo las metidas de pata de la exposición de Alfredo Cardona) y se agrava por la falta de recursos materiales, indispensables si se quiere hacer de un museo lo que debe ser: un depósito de obras de arte que invite a la interacción y el diálogo del espectador con las mismas.

Por otro lado y por más esfuerzos que hacen algunos miembros de la comunidad artística de Morelos, las galerías y los espacios de índole privada no acaban de cuajar como seminarios de ideas o semilleros de obras artísticas. El caso de la recién abierta galería “Planta Baja”, será de interés en este sentido, porque por estar sus gestores involucrados en el sistema oficial del arte –léase CONACULTA—, básicamente a través de becas y concursos, se le augura la vida larga que no tuvo “Aragón y León”, por ejemplo. El caso de la Casona de Spencer, por otro lado, es loable toda vez que trabaja con la buena voluntad de quienes deciden exponer su trabajo en los muros blanqueados de un lugar en ruinas, creando ellos mismos una museografía de sabor local. La Galería Pozos, recientemente abierta no ha motivado comentarios y las muestras de la casona ubicada en la calle de Galeana dejan mucho que desear si se las compara con lo que en otras ciudades se produce.



Este mes y no sólo el cacareado día 18, se celebra la existencia de los museos, inaugurados en su época moderna, por primera vez en Francia en el siglo XVI a partir de las colecciones reales. Pero ¿cómo se celebrará la existencia de estos recintos culturales en el estado? ¿Qué se dirá con respecto al Museo de la Ciudad cuyo comentado fracaso –entre los cultos que aquí habitan-- no alcanza los oídos de la militancia política ocupada en grillas pedestres?

2.

En contraste, se anuncian buenos tiempos en la Ciudad de México. El miércoles se inaugura el nuevo Museo del Chopo, perteneciente a la UNAM. El mismo, promocionado con bombo y platillo como “mucho más que un museo” ha sido remodelado y adecuado para la modernidad de los grandes formatos, las instalaciones y la vida virtual.

A cargo del arquitecto Enrique Norten, al mismo se le construyó un edificio por dentro para ampliar el espacio de exhibiciones y a las seis galerías con las que cuenta ahora el que estuviera dedicado hace más de cien años a la arqueología, se le suma un centro de información para especialistas en arte, mismo que será, pienso en este momento, el complemento ideal del Instituto de Investigaciones Estéticas de la propia universidad, ya que como sabemos, el CENIDIAP del CNCA no cuenta ni con el número de investigadores que requiere un país como el nuestro, ni con la información básica sobre algunos de los artistas mexicanos que más han propuesto en materia de artes plásticas.

Según boletín enviado a los medios el Chopo se caracterizará por “la pluralidad y la apertura que caracterizan a…un centro multi y trasdisciplinario, sensible al debate, a la manifestación libre de ideas y a la reflexión.” Ya iremos comprobando la veracidad de estas afirmaciones.

Las exposiciones con las que se inaugura son: Afecto diverso/ Géneros en flujo, curada por Karen Cordero; Efecto Drácula/ Comunidades en transformación, a cargo de Víctor Zamudio; y Defecto común/ Identidades en disolución, preparada por José Antonio Rodríguez. Las tres las veré esta semana.

3.

Mientras tanto, por allá por el rumbo de Polanco, en Irrigación se sigue trabajando en la construcción de dos nuevos museos, mismos que abrirán sus puertas no cuando se había dicho, sino en 2011, ya que van atrasados en materia de acabados, seguridad y tecnología. Ambos se originan en el prestigio de sus dueños y colecciones, aunque difieren completamente en materia de vocaciones.

Me estoy refiriendo a los museos de Eugenio López Alonso y Carlos Slim, quienes respectivamente han decidido apoyar al medio artístico difundiendo sus productos visuales con algo de sus enormes fortunas. Hablaremos primero del de López.

Como se deja ver en las revistas dedicadas al Jet Set, el coleccionista y promotor de arte Eugenio López, se interesa en las propuestas artísticas de vanguardia, aunque también hay que decirlo, lo hace sin arriesgarse demasiado, ya que por lo general invierte en firmas probadas, seguramente asesorado por especialistas en el mercado del arte.

Si usted no conoce las instalaciones de su museo en Ecatepec, en el Estado de México, es momento de visitarlas porque se topará con piezas hermanas de las que se muestran en los grandes museos estadounidenses y europeos.

Se espera que la colección de Eugenio López complete el panorama del arte contemporáneo que ofrecen museos de la zona norte como el Museo de Arte Moderno y el Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo, mismos que no cuentan con los recursos monetarios para adquirir piezas continuamente.

No deja de llamar la atención, por otro lado, que a Eugenio López se le vea frecuentemente entre los ricos y famosos: sabemos que el arte es en buena medida elitista –no sólo porque sus postulados más contemporáneos se dirigen a unas cuantas minorías iniciadas, sino por los precios que alcanzan en el mercado ciertas piezas--.Ω

lunes, 10 de mayo de 2010

El Dibujante de sombras


1.
La idea de la sombra, esa zona oscura producida por la interposición de un cuerpo opaco entre un haz luminoso y una superficie cualquiera es el hilo conductor del trabajo más reciente de la multifacética creadora Ana Clavel. Sólo que ella no aborda, como se ha hecho en casos memorables, la idea de la sombra que adquiere autonomía; Clavel en cambio concibe a la sombra como la parte más importante de cualquier imagen salida de la mano de un artista que se precie de serlo, e incluso como el asunto primordial de la escena visual.

Acostumbrada a degustar imágenes en los museos, poco suelo encontrarlas tan concretas y gozosas en los libros, sin embargo, no dejo de buscar entre las más recientes publicaciones los temas que más me interesan, a saber, la historia del arte y en específico la de la pintura y la escultura. Así, he ido conformando una sección especial en mi librero que conjunta novelas sobre pintores, escultores, falsificadores, historiadores y restauradores: los oficios de las artes visuales convertidos en materia de reflexión del novelista avezado. De tanto leer estos trabajos, no dudo que terminaré escribiendo una obra en la que un loco pintor de autorretratos endemoniados hable de mí como el personaje que lo ha perseguido dolorosa, machaconamente. Pero esta es todavía una historia inconclusa.

2.
A Ana Clavel le escribí la semana pasada para felicitarla por su libro (Alfaguara 2009) dedicado a un tema tan cojo en los libros de arte y haber rescatado las propuestas de Johann Kaspar Lavater, el pastor protestante del siglo XVIII que escribió sobre las relaciones, para él evidentes entre la fisonomía y el carácter de las personas. No habla Clavel de que estas ideas sobre la fisiognomía llevadas al extremo dieron con la famosa frenología, aquella rama de la criminalística que en el siglo XIX midió cráneos buscando el germen de la mente asesina. Sí imagina Clavel en cambio, que a Lavater lo siguió un tal Giotto productor de retratos silueteados y que al joven émulo del renacentista lo amaron un par de gemelas de imaginación tan desbordada como la suya. Aquí Clavel le da un twist a la idea de la sombra, esta vez mudada en aquellos que pare una sola matriz al mismo tiempo, y que vienen a ser siempre casi el doble uno del otro.

La sombra como doble del cuerpo, dependiente de él pero al mismo tiempo oscura y variable, indujo a Clavel a incluir asimismo en su historia los inicios de la fotografía. Como sabemos, la Camera Oscura, aquel ingenioso aparato empleado desde el Renacimiento para proyectar imágenes sobre superficies planas (para poder silueterlas o dibujarlas con facilidad), se siguió empleando en los ateliers hasta inventarse, después de sucesivas modificaciones, el daguerrotipo y la cámara fotográfica.

Los gabinetes de curiosidades y la magia que acompaña a la mentalidad no acostumbrada a la imagen mecanizada no faltan en esta novela de aventuras, arte, amor y ciencia, porque hasta Goethe viene a aparecer dada su amistad con el pastor alemán.

3.
Hace tiempo me tocó ver una exposición dedicada a la sombra en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid. La misma me cautivó porque siendo un asunto común del arte, presentado en retrospectiva y como tema principal, invocó su importante papel como agente de verosimilitud en el caso de las representaciones realistas y nos hizo concientes de sus implicaciones en el campo de la psicología cuando se trata de obras simbolistas o surrealistas.

Cuenta la anécdota narrada por Plinio el Viejo (muerto en 79 D. C), que la hija del alfarero Butades inventó la pintura cuando dibujó el contorno de su amado en la pared a la luz de una vela; lo cierto es que este mito de origen corintio refleja la debilidad humana por la figura dibujada, el apego a las formas, el potencial que nos distingue de los animales, o si usted quiere la naturaleza fisiológica que nos hace pensar en términos visuales –cualidad de la que hablara Platón mucho antes de conocerse los vericuetos del cerebro--, porque como lo hace notar Clavel en esta su deliciosa novela, no podemos negar que lo que imaginamos, aunque sea imperfecto, suelen ser con mucho sombras, vislumbres, manchas.

Yo, por mi parte, prefiero pensar que mi cabecita loca funciona en términos visuales enriquecidos por el arte, y que las teorías lingüísticas que privilegian como materia primigenia el discurso y el concepto en mucho se equivocan. ¿Usted que opina? Ω

Arte y Locura / Locura y Arte

1.

Camille Claudel, Federico Nietzsche, Hyeronimus Bosch, Antonio Gaudí, Hugo van der Goes, Vincent van Gogh, Antonin Artaud y Martín Ramírez son algunos de los que, en su momento, pasaron por el temible rasero de la “razón”: de ellos se dijo que sufrían el mal de la locura, y por lo mismo, sus obras, el fruto de sus brillantes mentes creativas, ha quedado condenado a ser visto a la luz de la patografía del arte. Tendemos a los juicios simples, ni modo. Se olvida que cuando se habla de arte, se tiene que partir de la obra misma, debe juzgarse el resultado, lo que se tiene ante la mirada, las manos o el oído. Nunca a la persona que lo hizo. Quien juzga lo creado a partir de referentes biográficos, parte de una limitación brutal: su poco criterio.


Todo esto porque le he oído decir al Dr. Luis Tamayo que históricamente, la locura ha sido considerada como una maldición (Platón en “La República”, Libro X) o como una bendición (Heidegger en “De la experiencia de pensar”). Siendo un experto en Heidegger y conociendo el valor de la poesía, la interpretación del Dr. Tamayo deriva, por fuerza, en la experiencia artística, la posibilidad de la poiesis (creación en griego), como la vía de renovación, de revitalización de lo establecido, de valoración de la experiencia humana. Entre las dos posturas, Tamayo aboga por la locura que permite al individuo ser lo que es, salir de la rutina, evitar un poco las “malas” tablas de salvación a las que nos aferramos gran parte del tiempo (instituciones, religiones, dogmas), ponernos en camino a las estrellas, para retomar a su Heidegger.


Ante la brillante exposición del psicoanalista, a quien todos conocemos por su labor en el C.I.D.H.E.M. (Centro de Investigación y Docencia en humanidades del Estado de Morelos) concluyo: la idea tradicional de locura, aquella que es tratada desde la ciencia y nos convida a rebanarnos el cerebro buscando la fatal semilla, nos impide ver lo que los poetas y creadores aprovechan para sobrellevar el mundo. Benditos sean.

Yo, por mi parte, invitaré muchas veces, en estas páginas, a atender la brillantez de la creatividad humana a través de la observación del arte. Para redondear esta reflexión, citaré al loco Nietzsche: “Siempre hay algo de locura en el amor. Pero también hay algo de razón en la locura” y a la sensible Poniatowska: “Una locura creativa produce mejores frutos que una razón improductiva”. [1] ¿Quién se atreve a negar que la locura sea una bendición?

2.

Hace tiempo en el Centro Cultural de la Universidad Autónoma del Estado, se convocó a una mesa redonda sobre arte y esquizofrenia, y se presentaron los trabajos de algunos seres afectados por tan terrible enfermedad. Claro quedó el hecho de que el arte como terapia es de inmensa importancia. La psicóloga Juanita Bahena y un miembro de la asociación AFAPE (Asociación de Familiares y Amigos de Esquizofrénicos), comentaron que se ha descubierto que el arte es un medio de expresión muy útil, ya que permite comunicar emociones e ideas con imágenes más precisas que lo oral. Explicaron, asimismo, que casi todas las actividades artísticas, por sí mismas, poseen numerosas cualidades terapéuticas: satisfacción, relajación, evasión y distracción, lo cual ayuda a reestablecer el equilibrio perdido.


Agregaron que en pacientes esquizofrénicos, el objetivo real de este tipo de terapia tiene que ver con la búsqueda de un lenguaje que permita al paciente expresar lo que existe en su inconsciente, y que no puede exteriorizar de manera verbal. La comprensión que pidieron los pacientes esquizofrénicos para su condición, y la narración de algunas de las escenas vividas durante la vida diurna, remite a lo visto en museos y libros, pero que conste que el valor estético o artístico de las obras de arte[2] no es lo que está a discusión aquí; lo que quiero enfatizar es uno más de los valores agregados de la práctica artística: la terapia. Ω

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[1] Cfr. Las siete cabritas, de Elena Poniatowska, pp. 64 y 65.

[2] Mismo que dependerá, como siempre, del talento del creador, del oficio logrado a través de la experiencia y del presupuesto estético que base la obra.