miércoles, 17 de abril de 2013

De colores, cables y anuncios: urge normatividad urbana


Fragmentadas por las complejas relaciones socioeconómicas que les dento, y asimétricas en términos estéticos, las ciudades se han vuelto un espacio administrado por autoridades casi siempre insensibles a las necesidades estéticas de la población. En México la basura, los cableados externos y la estética de la fachada de cemento son lo común.
 Al respecto recibo el día de hoy un correo de la arquitecta Eulalia Becerril, experta en conservación y urbanismo, en el que señala la necesidad urgente de la normatividad que regule la estética del centro de Cuernavaca. Su correo no tiene desperdicio, por lo que me permito citarlo casi íntegramente:
 “Cuando Hank lez era gobernador y pintó de blanco todos los pueblos del Estado de México, se generó una polémica sobre el tema. La cosa llegó hasta oídos internacionales. Yo misma, tiempo después, presenté una ponencia en Sofía, Bulgaria, que se llamó: `El color en la arquitectura´, en un congreso internacional de expertos en la preservación de sitios y monumentos. Al menos, parte de esa polémica permitió que a Tlacotalpan no la pintaran de un sólo color (me refiero a la polémica entre expertos en la materia). Francamente hubiera sido un gran atentado contra uno de los acervos culturales que la identifican.

 “Después de Hank, se puso de moda entre gobernadores, pintar de un sólo color a sus pueblos, y eso generó hasta choteos. La gente decía: Rojo Tulio (Tlaxcala), Ocre Tal, y etc. Con esa tijera sel norte de la república, en Puebla, Michoacán, en Taxco, etc. Lauro Ortega, en Cuernavaca, impuso un programa que se llamó, me parece `Identidad´, lo cual no tenía nada de identidad, era igual que los otros, una imposición gubernamental, no una expresión popular tradicional (esa es finalmente la gran diferencia). El programa consistió al menos no en un sólo color, sino en una gama de colores beige. 




 “Cuando pases por la bajada, a la altura del mercado López Mateos, aún queda por ahí una que otra fachada de esa época. Asignaron por arquitecto (de la secretaría ba sus arreglos de colores. Mira, al menos eso tenía alguna intención, pero siempre sin salirse de esa gama de colores, ya impuesta. Ahora, que Cuernavaca tampoco es que fuera un Tlacotalpan, y el centro de la ciudad ya dejó de ser habitacional y es más bien comercial. Ahí estoy de acuerdo, a Cuernavaca, ya qué le conservas. Y como la gente no tiene memoria, le parecerá sensacional y novedoso lo que se hizo hace más o menos 30 años o más. Por cierto, no sé si los urbanistas a los que te refieres son especialistas en conservación de sitios y monumentos, porque la armonía de la que esa especialidad habla es otra cosa. Se refiere a porcentajes de uso de suelo, áreas construidas y áreas verdes, áreas peatonales y vehiculares, anuncios, mobiliario urbanos, alturas de construcciones, reglamentos constructivos de fachadas, etc. 

 “Estoy de acuerdo que ante la anarquía de lo que tenemos algo es algo, sin embargo es más importante que se aplique primero un reglamento, que se ejerza, sobre la “anuncitis” y otras cosas. Ya eso sería una muy grande ayuda. ¿Te puedes imaginar todo el centro con anuncios reglamentados, tipo bandera por ejemplo, o como sea pero reglamentado? Segundo, que se defina bien cual es "el centro histórico", porque se habla mucho de eso, pero ¿tú entiendes de dónde a dónde va?, porque no es sólo la calle de Nezahualcóyotl y la de Hidalgo, hasta donde creo. No me he puesto a averiguar, pero ¿ya se emitió un decreto sobre el asunto, o el INAH hizo la declaratoria? Quizá es que no estoy enterada, he oído varias veces sobre el tema pero no estoy enterada a qué conclusión se llegó, creo que ya hay algo de eso (yo me desentendí de esos temas hace algún tiempo), pero si no existe legalmente, por ahí deberían de empezar, antes de hablar de "Centro histórico". Para ser Centro Histórico se debe de enmarcar dentro de una serie de requisitos a cumplir. Cuernavaca, está totalmente desdibujada. Hay que recordar que era un pueblito en torno a uno que otro monumento y un Camino Real desde Acapulco a la ciudad de México. En fin, eso es más importante que andar pintando de colores la ciudad. ¿Y el mantenimiento?, ¿quién lo va a seguir y pagar? Son obras paliativas y con un sentido político, no duraderas. Otra cosa, ¿y el cablerío de luz que vuelve un techo de telarañas sobre las calles? Dirán que no se puede porque no hay dinero. ¿Y qué no habrá instrumentos político-administrativos para ir poco a poco abordando ese asunto, que no es cosa sólo de fealdad sino de latente riesgo, puesto que son conexiones de cable sobre cable al infinito?
¿Qué no sería muy notorio y efectivo en positivo, quitarle a los comercios que sacan todos sus artículos sobre la fachada haciendo verdaderos tendederos que la ocultan? ¿El antiguo Hotel Palacio, por ejemplo, perdido entre calzones y camisetas y brassieres?, En la calle de Guerrero, los portales son un mugrero, los pisos son un muestrario de materiales, etc. Pero todas esas medidas, generan molestias que a ningún político le convienen para su futuro. No, si hacer mejoras de fondo es abrir la Caja de Pandora.”

Un abrazo: Lala

María Helena Noval

helenanoval@yahoo.com.mx

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jueves, 11 de abril de 2013

Vas a ver Belleza y tiempo: A cien años del nacimiento del Dr. Mario González-Ulloa



1. ¿De qué manera puede beneficiar a los demás el vivir por los sentidos? ¿Es la belleza un motivo vital? ¿De qué manera se pueden unir arte y generosidad?

Son algunas de las preguntas que debió haberse hecho durante su primera juventud el Dr. Mario González-Ulloa (1913-1995), renombrado cirujano plástico que vivió entre nosotros, los morelenses varios años, la mayor parte de ellos dedicado a exaltar el encanto de un lugar que encontró casi derruido: la Hacienda fundada por Hernán Cortés en Atlacomulco.



Hace unos días habría cumplido cien de vida el también coleccionista de arte y por tal motivo me asomo al libro-códice que le dedicó, como editora, en 1993, en su onomástico número 80, la señora Yolanda González-Ulloa a su padre.

Impreso y encuadernado a mano por Juan Nicanor Pascoe Pierce, el compendio es lo que hoy llamamos un “libro de artista”, no sólo por la arte-factura del mismo y la inclusión de grabados de Juan Manuel de la Rosa, sino porque los textos, muchos de ellos de la autoría del médico, disertan sobre asuntos filosóficos, como las relaciones entre ética y estética, el arte de ser feliz o la mejor manera de encontrarle sentido a la existencia:

“Un hombre con la pupila afocada, como si se tratara de una cámara fotográfica, puede captar permanentemente la belleza que enriquece constantemente su alma y, como reacción,  pone belleza en ejecución de los actos que forman su vida”, nos dice en Atrévase a vivir, publicado por Editorial Diana.


2. El Dr. González Ulloa fue tocado por la consciencia de la belleza, una idea que no se puede definir con palabras, pero en la cual todos coincidimos como un valor universal. Verdad, belleza y bondad son los ideales supremos del ser humano, pero dos de ellos son fácilmente condensables en uno sólo: la belleza. Quien se dedica a pensarla a buscarla en todas partes, a desagregarla tratando de reducir lo irreductible es un esteta, un filósofo del arte.  Para llegar a tal sensibilidad se necesita una educación especializada y aún así, entre los expertos habrá divergencias de opinión; no obstante, al hablar de la belleza del cuerpo, del paisaje, de una mesa bien puesta habrá consenso general sobre lo bello en cuestión. Conceptos como armonía, simetría, perfección, consonancia salen al paso cuando se coincide en que algo es bello, pero ¿cómo se logra armonizar la divagación estética con la vida práctica?  



3. Manifiestan los testimonios de la hermosa antología reunida, ordenada y diseñada por Gabriel Breña Valle, que una de las preocupaciones vitales del médico era reintegrar a la sociedad a las personas que sufrían a causa de algún accidente, defecto de nacimiento o el paso del tiempo. Es decir, las relaciones entre belleza y felicidad le eran familiares al médico especialista en labio leporino. Lo curioso es que estas mismas relaciones las llevaba a casa, en donde al lado de artistas e intelectuales vivió una vida artística sui generis.  



“Su gran pasión era la belleza, viajó buscándola por Asia y Europa --vivió un año en Florencia, me cuenta su hija Yolanda--; nos explicaba las obras de arte, becaba artistas como Pedro Coronel –quien me hacía mis dibujos para la escuela-- y José Hernández Delgadillo.  Construyó en Tetelpa, en el Desierto de los Leones, una colonia que quería para creadores.  Les comisionó obra a Ernesto Alcántara, Irma Grisá, Federico Cantú, Benito Messeguer, Trinidad Osorio, Jorge Cázares y Víctor Contreras. Era un mecenas. David Alfaro Siqueiros, José Iturriaga, Fernando Gamboa y Daniel Rubín de la Borbolla fueron sus amigos. Los domingos organizaba comidas culturales a las que acudían 20 o 30 personas. Mucha de su obra está en el Hospital Dalinde.”



En 1985 él tuvo su taller de pintura en la loggia de la hacienda y su maestra fue Elisa Cano:

“Yo le daba la clase a él, pero él estaba siempre rodeado de amigos entre ellos Gutierre Tibón. La gente lo veía pintar, era aficionado al color morado  – ¿qué usted no ve la papaya morada?”, le preguntaba a la pintora, quien agrega:

“Se pasaba un buen rato pintando, era muy simpático y acompañarlo durante el proceso creativo era divertido. Para él mujer y belleza eran lo mismo. Decía ´La mujer es importantísima en materia de belleza y eso se refleja en lo social, lo económico, lo político. No las podemos detener, y el hombre que no lo sepa está perdido´. Como Agustín Lara, quien le cantaba en su hacienda “Mujer divina”, el Dr. González-Ulloa se postraba ante la delicadeza y la armonía de las formas femeninas. Era un sibarita, le gustaba comer y vivir bien. Fue uno de los personajes más importantes de Cuernavaca, su personalidad era muy fuerte. Médica, política, humanamente fue una personalidad influyente”.



Agrega la pintora de los manzanos que han hecho historia en Cuernavaca, que Yolanda es la continuación de la obra y sensibilidad de su padre: “porque no ha parado de crear y arreglar cosas. Su interés es genuino, ella es también muy sensible.” Y yo, al coincidir con ella pregunto al lector: ¿Qué son cien años para quien trasciende en el tiempo por su legado? ¿Verdad que se toca la eternidad apostándole a un valor como este? Ω



María Helena Noval


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Desarraigo e identidad: Notas para tratar a los vacacionistas



El desarraigo de propios y extraños ha sido uno de los problemas que más nos ha afectado a los morelenses. A Cuernavaca siempre se le ha visto como una ciudad de de paso o de fin de semana (no en balde es el segundo o tercer lugar del mundo con más albercas). Si no comenzamos a pensarnos como destino valioso, como un punto de feliz llegada, las condiciones de desarrollo social y urbano que nos tocará enfrentar durante los próximos años se verán cada vez más afectadas.

Ciudadanos del mundo virtual

Fluimos. Como dice la canción, no somos de aquí, ni somos de allá. Pertenecemos a la Era de la Globalización, estamos todos virtualmente conectados y por tanto las fronteras físicas e idiomáticas no nos impiden ser ciudadanos del mundo. Ningún lugar nos niega la entrada a sus museos, a sus calles, a sus monumentos, a sus plazas, a sus tiendas y restaurantes. Y sin embargo, el principio de realidad nos hace bajar a tierra. La nostalgia nos invade.  Buscamos anclarnos en el algún momento. El cuerpo físico reclama sus dotes de realidad material. Necesitamos estar para ser. Llegar a un punto fijo.



Por eso pienso en los viajeros de Semana Santa, esos que por oleadas están llegando a nuestro estado desde el fin de semana pasado, no como turistas virtuales, ni en búsqueda del atractivo fácil, la foto rápida, la compra del souvenir insulso (por cierto ¿cuál es el “recuerdito” más típico de la entidad?), sino como aquellos viajeros que buscan, de algún modo, ser temporalmente morelenses.



Quienes vivimos aquí, de eso pedimos nuestra limosna. Queremos que quienes llegan nos quieran y nos traigan lo mejor de sí. Pero para que eso suceda, a ellos tendrá que ocurrirles algo parecido a los exploradores románticos del XIX, entusiastas caminantes extranjeros que se asombraron frente a las bondades del clima, el entorno natural, los olores, la comida y la gente de la entidad. Nuestras visitas tendrán que encontrar la diferencia con otros sitios. Y en esa diferencia, encontrarnos a nosotros.

Pero ¿qué clase de “nosotros” encontrarán los vacacionistas del 2013?


Anfitrionía morelense

Nos ha dado a los habitantes de esta ciudad por hablar mal de nuestro estado, la desesperanza se nos nota, el miedo sale a relucir en todas partes. Nos mostramos como en desbandada, hablamos de la gente que se ha ido, deshabitamos el lugar.   


Con esta actitud contaminamos la mirada de quienes llegan. A los turistas, que por su propia naturaleza de visitantes ocasionales se relacionan con nuestro estado de manera circunstancial los impresionamos negativamente, mientras que a los vecinos de fin de semana, que  han generado relaciones comerciales y de convivencia en el lugar durante determinado tiempo, terminamos por convencerlos de que hay que huir

No se trata, por supuesto, de ocultar información, las cosas como son. La violencia y la inseguridad que vivimos son problemas muy complejos que deberán resolverse mediante la aplicación de estrategias inteligentes en diversos ámbitos. Y no se dejará de hablar de eso hasta que nos sintamos más cómodos en casa. De lo que se trata es de hablar bien de las cosas que están bien. La nobleza del clima, la riqueza y abundancia de la comida típica, la calidad de los sitios turísticos siguen siendo nuestra mejor cara y son exclusivos de Morelos. En la lista de bondades debemos incluir por supuesto a mucha gente que vive del turismo y está dispuesta a tratar de manera inmejorable a sus clientes.


Piénsese en casos como Oaxaca o San Miguel de Allende, en donde los visitantes buscan sentirse locales por un tiempo. “A donde fueres, haz lo que vieres” se convierte en el lema de su actuar como vacacionistas. Si compran artesanías y se las ponen, comen lo típico, duermen como en su cama es porque reciben un trato inolvidable.


¿Cómo pedirles a los que llegan que nos vean como un punto de llegada ventajoso? ¿Será hablando de nuestra mejor cara que logremos algo de arraigo propio y ajeno? Ω



María Helena Noval


twitter:@helenanoval

La cultura del espectáculo: ¿vinimos a este mundo sólo a divertirnos?



 Nacida en Inglaterra, la especialidad denominada "Estudios Culturales" migró a Estados Unidos y Canadá y se instaló en diversos ámbitos universitarios, buscando complementar los enfoques de antropólogos, sociólogos, lingüistas, etnólogos y artistas.

Hoy los especialistas en cultura coinciden en que somos mayoritariamente acríticos: fuera de lo político y lo económico no nos planteamos preguntas importantes. No nos cuestionamos conceptos como la belleza, el valor de las imágenes, la pertinencia del urbanismo que nos rodea, la calidad de la música que escuchamos cotidianamente, el lenguaje con que se nos habla desde los medios.

Sin embargo, la reflexión sobre la cultura es importante para los expertos y los no expertos y fuera del ámbito académico, lejos de los análisis de Gilles Lipovetsky sobre los hiperconsumos y las desregulaciones[i], del mundo global--, se publican regularmente análisis sobre el pensamiento del mundo que nos toca vivir cotidianamente.

Uno de los más recientes es el del escritor peruano Mario Vargas Llosa, titulado "La sociedad del espectáculo". Se trata de un sesudo análisis que mide los tiempos que vivimos en términos de los consumos culturales que hacemos y no se anda por las ramas a la hora de revelar a una sociedad urgida de fácil enajenación. Sus reflexiones espantan porque retratan los gritos y los aplausos de un mundo exacerbado por espectáculos banales. Pan y circo es lo que más nos gusta.

Por supuesto que las condiciones que nos han llevado a tal destino vienen dándose de tiempo atrás. Ya desde finales de los años cuarenta los filósofos Theodor Adorno y Max Horheimer hablaban de las industrias culturales -- la editorial, la cinematográfica, la del gran espectáculo, la artesanal industrializada y la de los discos, entre otras--, como productoras de contenidos ideados para satisfacer gustos masivos y procurar placer sin motivar cuestionamientos incómodos.
...
Dado que en Morelos estamos viviendo una época más dada al entretenimiento que al cultivo de las artes, más enfocada en distraernos de la violencia que vivimos huyendo hacia la fiesta, el festival y la feria, traigo a esta columna una de las reflexiones del escritor peruano que más me gustó:

“¿Qué quiero decir con civilización del espectáculo? La de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad...”[ii].

La idea del escritor es que se entienda que vivimos una revolución semántica, en la cual la incultura termina disfrazada de cultura popular, una cultura que ha minimizado el seguir los ideales humanistas, una cultura que acepta que la caca de elefante puesta en un museo es obra de arte.[iii]



Una cultura que piensa que hay que matar la subjetividad, neutralizarnos colectivamente frente al sufrimiento causado por la falta de trabajo, por el miedo a la inseguridad.

Para Vargas Llosa, el desplome de la alta cultura, la aceptación unánime del término “cultura” como toda producción humana material e inmaterial, ha contribuido a la confusión sobre lo que es el arte y lo que no lo es. Dice él que junto con la alta cultura --la que nos conviene para pensarnos con provecho--, se han desplomado valores éticos y estéticos que la vieja cultura había establecido. El compromiso con el prójimo, que es tan sensible como nosotros, está a la baja y es urgente recuperarlo.

María Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
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Instinto de supervivencia: tres exhibiciones en el centro de Cuernavaca



En Cuernavaca, en estos momentos, no vemos exposiciones de arte patrocinadas por el gobierno de la Nueva Visión, más bien contemplamos el esfuerzo que hacen algunos artistas y promotores, desde su necesidad de expresión, desde su instinto de supervivencia, por seguir manteniendo vivos los espacios dedicados a la exhibición de obras de arte. El cambio de gobierno implica una reingeniería de prioridades y lo referente a este ramo no se ha echado a andar. Entre que no se ha presentado un programa de exposiciones, y entre que nos hemos quedado más en casa por el miedo a la inseguridad, lo que se pinta, se esculpe, se dibuja en nuestro estado está guardadito en los talleres donde nacen las ideas. Pero se esperan tiempos mejores. Para que eso suceda, las autoridades de cultura tendrán que voltear a ver a nuestros artistas con ojos de sorpresa y re-conocimiento. Hay que confiar en nuestros talentos.

Por mi parte, les cuento que hace un par de días hice mi recorrido a pie por Ave. Morelos, una vía que une puntos estratégicos de la cultura y que bien aprovechada podría convertirse en un circuito virtuoso lleno de atractivos para el turismo y la ciudadanía local, léase, generador de recursos y emoción humana positiva, entusiasmo y orgullo.

Sin habérnoslo propuesto, terminamos Edgar Assad --hoy encargado de artes plásticas del Ayuntamiento--, Gabriel Garcilazo, Jaime Colín, mi amiga Miriam Ruiz y yo, haciendo un análisis riquísimo de las obras expuestas y dándonos ánimo porque a pesar de que sentimos el ambiente artístico deprimido, al mismo tiempo tenemos esperanza de que las cosas mejoren.

A paso de amigos visitamos tres muestras inauguradas recientemente con mucho esfuerzo y cero recursos económicos, porque ahorita son tiempos de administrar las pobrezas propias de los cambios de gobierno.

Atraído por las luces
La primera de ellas en el Centro Morelense de las Artes del Estado de Morelos (CMAEM), titulada "Atraído por las luces"; la segunda en el mal llamado Museo de la Ciudad titulada “Donde pongo el ojo pongo la bala”, con la participación de 10 artistas; y la tercera en la nueva galería ubicada en la calle de Rayón, manejada por Fernando Delmar y Carmen Rosa Vega, entusiasta promotora de arte.

La colectiva del CMAEM tiene que ver con el paisaje, pero no aborda miméticamente el entorno; no se trata del reportaje visual de la naturaleza, como podría pensarse, sino de una traducción simbólica y conceptual del mismo. Lo de Jaime Colín, quien ha destacado de tiempo atrás por sus originales y muy bien trabajados dibujos con técnicas no tradicionales, es la interpretación de un mapa de la tierra, visto desde el cielo, elaborado a base de cientos de agujeritos por los que pasa la luz proyectada desde atrás, empleando la perspectiva de ojo de pájaro. Es una obra que provoca un sutil efecto poético realzado por la manera en la que fue colgada la pieza.

Gabriel Garcilazo, por su parte, presenta una instalación que juega con la idea de la mancha urbana. En el muro que abre la galería del CMAEM pintó en negro el perfil de unas montañas sobre las que destaca, con pequeños espejitos colocados estratégicamente, su interpretación de los conglomerados urbanos que pueblan los alrededores de la gran Ciudad de México. Su manera de destacarlos fue encuadrándolos, sí, complementando el dibujo de base con otros que están enmarcados. Se perciben como el detalle obtenido a través de la mirada con lupa. Uno sólo de ellos alude a la convivencia humana mediante un pequeño tendedero de ropa coloreado. Todo lo demás es negro. La lectura invita a pensar la ciudad que se desborda, en lo incontenible de las luces que crecen la periferia e invaden el bosque que separa el DF de Morelos.

Pavel Mora colgó unos dibujos a tinta que transforman los elementos del paisaje, unos árboles sobre la tierra nevada en declive, en una serie de dibujos que por su disposición sugieren una espiral, pero que invitan a pensar en la lectura abstracta que se puede hacer de los objetos del mundo natural. Esta pieza es sencillamente una obra que relaciona muy afortunadamente el realismo con el arte abstracto.

Lo de Pablo Vigil invita a pensar en construcciones en el mar, pero lo endeble de las mismas refiere a la precariedad de las obras humanas, mientras que el horizonte iluminado hace pensar en un futuro promisorio después de la era que vivimos. Pero ¿y qué tal si se trata no del mar y de construcciones que recuerdan al Bosco y Dalí, sino de la ciudad inundada, del diluvio final?¿qué tal si lo que vemos es el futuro inmediato, después del ahogo final de la humanidad?

Tal es el estado de cosas que pensamos mis amigos y yo durante un recorrido a pie por el centro de la ciudad. ¡Cómo nos gustaría que este tipo de reflexiones fueran masivas, que se estimulara la diferencia y el pensamiento crítico a partir de la obra de arte!, en lugar del aplanamiento que vivimos por la cultura del “infoentretenimiento” que nos toca vivir (el término es de Sergio González Rodríguez. Cfr. “El Ángel”, suplemento cultural de Reforma, domingo 3 de marzo de 2013, p. 2).

Esto va en recuadro:
El riesgo de abrir una galería en tiempos de crisis lo van a afrontar Carmen Rosa Vega y Fernando Delmar en su nuevo espacio dedicado a la promoción del arte joven local. A ella la conozco de tiempo atrás, no quita el dedo del renglón, porque le tiene fe a los artistas formados en la entidad. Comenzó vendiendo obra de artistas variados, entre ellos algunos oaxaqueños y se ha ido especializando en arte posmoderno. Se está tomando las cosas en serio como promotora y esto se agradece en un estado en el que la crisis no nos está dejando respirar a gusto, en un estado en el que no se ha entendido que nuestro puntal de desarrollo está en la cultura, la mirada puesta en el talento, la creatividad y la belleza.

El local abrió con una muestra inspirada en el teatro de sombras, las piezas de Pablo Rasgado no fueron fáciles de mostrar y la exhibición no logró eco, pero el esfuerzo valió la pena. Lo malo es que no dieron suficiente tiempo a que la voz se corriera y todos pudiéramos ver lo expuesto.

El local del que les hablo está en la planta baja de una bonita construcción en la que también se encuentra un restaurante que vale la pena conocer, por favor no dejemos de visitarlo. Se llama LÁrrosoir dÁrthur. Su decoración y comida originales le dan a Cuernavaca un aire de contemporaneidad cosmopolita que recuerda que en la suma de voluntades de la gente está la solución al estado de cosas que vivimos.Ω

María Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
twitter:@helenanoval