“Somos fieles sin fe”, decía T. S. Elliot el poeta de la desesperanza moderna sobre nosotros. Y yo desde el domingo no hago más que pensar en el efecto poético de esta paradoja, porque me recuerda el proceso democrático que nos ha tocado vivir esta semana: El deseo de creer en algo, en alguien, a pesar de la pesadumbre que nos habita nos llevó a las casillas. Nunca una ciudad tan politizada, nunca un voto más anhelado.
El autor de tan importante cambio fue Sergio Fajardo, un profesor de matemáticas que ha insistido en ciertas nociones poco conocidas en el mundo de la política -----honestidad, conocimiento, pasión y alta sensibilidad social—como puntales del cambio de paradigma.
Ganador de premios como el de Personaje del año y el de Mejor alcalde del país (lo fue entre 2004 y 2007), el proyecto impulsado por Fajardo hoy es ejemplo mundial de gestión pública. La cultura de la droga, el crimen y las guerrillas comenzó a revertirse como resultado de su estrategia. Conectó el centro urbano a través de un teleférico con los barrios de montaña antes sin ley. Invirtióen educación, políticas sociales y urbanismo. Quiso que su ciudad resucitara de entre los muertos. La embelleció porque sabe que no se debe vivir como si la belleza no existiera.
Una entrevista que se puede consultar en youtube (CNN), muestra al exalcalde hablando de un caso que parecía imposible: la transformación de la cultura del miedo en la cultura de la esperanza, en una ciudad con dos millones de habitantes. En Medellín –como en nuestro estado--, se asociaba la existencia cotidiana con el dolor y la muerte, hasta que de la mano de este hombre, se comenzó a recorrer un camino, para muchos imposible. Las desigualdades sociales y las grandes deudas disminuyeron. Su estrategia incluyó un mapa en el que trazóíndices de desarrollo. Elaboró un diagnóstico. Así de fácil.
En Morelos, si nos centramos en construir a partir de lo que hay, estaremos acertando. Tocar lo que hay es básico. ¿Qué hay bueno? Trataré de irlo analizando en este este espacio.
Comienzo por señalar que no me parece descabellado hablar a estas alturas de una escuela morelense de las artes. He venido siguiendo la carrera de varios jóvenes egresados del CEMA y la Facultad de Artes de la UAEM y he comprobado que hay un estilo identificable con lo morelense, a pesar de la globalización y su impacto inmediato en técnicas y estrategias de producción.
Existe además una historia de la vida cultural por rescatar. No olvido lo que me ha contado la gente sobre lo sucedido entre los muros de las viejas casonas de Cuernavaca:
"Era cosa del lugar, en Cuernavaca se sabía a qué hora llovía, a qué hora se comía, a qué hora salía el sol. Los amaneceres y las idas al mercado preveían el menú y la tertulia. Como se dormía a pierna suelta, abrir los ojos a la mañana siguiente del tronadero, de los rayos y centellas del aguacero nocturno era un verdadero deleite. La tertulia se hizo alrededor de las flores de Cuernavaca, Basia Batorska trajo el árbol del pan y lo pintó muchas veces y cuántas veces se armaba una gresca de órdago y -vámonos para Cuernavaca, con parada a hacer pipí y comer pambazos en Tres Marías", dice mi querida amiga Alicia Zendejas, secretaria de la Sociedad Alfonsina y el Premio Xavier Villaurrutia.
De esa Cuernavaca es de la que podemos echar mano a la hora de construir y reconstruir, propongo generar imaginarios nobles.
Hay que llegar con toda la fuerza de un mejor presupuesto y el rescate de la dignidad de la gente . Educar de nuevo en la belleza.
Maria Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
Se avecina, según se nos anunció hace poco, el gobierno de la cultura. Éste comenzaría a aterrizarse de inmediato, aprovechando la sinergia que nos llevó antier a amanecer en un Morelos diferente. Pero ¿de dónde partirá? ¿Con qué cuentan para arrancar?
Lo bueno de los malos tiempos es que hay cosas por hacer
Independientemente del diagnóstico que se tendrá que elaborar antes de perfilarse la vocación para el plan cultural del estado, hay que decir que en Morelos, afortunadamente no todo está por construirse. Contamos con una amplia gama de productos culturales de primerísimo orden listos para ser aprovechados en nuestro favor. Y la gente lo sabe. Existe además un instituto de cultura que a través de los años ha trabajado en la difusión y conservación del patrimonio histórico y cultural con el que contamos. La gente no es tonta y sabe que nuestras tradiciones y costumbres nos hermanan y que los monumentos y las ruinas arqueológicas generan noción de belleza y pertenencia. Lo que no existe masivamente, es la creencia, la fe en que con ello se puede lograr un verdadero cambio en materia de transformación del espíritu.
Entre los interesados en estos temas se habla mucho del caso Medellín, una ciudad colombiana en la que se logró un cambio notable a partir de la inversión de recursos en la cultura y la mirada puesta en el deseo de la gente. El autor de tan importante cambio fue Sergio Fajardo, un profesor de matemáticas que ha insistido en ciertas nociones poco conocidas en el mundo de la política -----honestidad, conocimiento, pasión y alta sensibilidad social—como puntales del cambio de paradigma.
Ganador de premios como el de Personaje del año y el de Mejor alcalde del país (lo fue entre 2004 y 2007), el proyecto impulsado por Fajardo hoy es ejemplo mundial de gestión pública. La cultura de la droga, el crimen y las guerrillas comenzó a revertirse como resultado de su estrategia. Conectó el centro urbano a través de un teleférico con los barrios de montaña antes sin ley. Invirtióen educación, políticas sociales y urbanismo. Quiso que su ciudad resucitara de entre los muertos. La embelleció porque sabe que no se debe vivir como si la belleza no existiera.
Una entrevista que se puede consultar en youtube (CNN), muestra al exalcalde hablando de un caso que parecía imposible: la transformación de la cultura del miedo en la cultura de la esperanza, en una ciudad con dos millones de habitantes. En Medellín –como en nuestro estado--, se asociaba la existencia cotidiana con el dolor y la muerte, hasta que de la mano de este hombre, se comenzó a recorrer un camino, para muchos imposible. Las desigualdades sociales y las grandes deudas disminuyeron. Su estrategia incluyó un mapa en el que trazóíndices de desarrollo. Elaboró un diagnóstico. Así de fácil.
Del debería ser al será
Comienzo por señalar que no me parece descabellado hablar a estas alturas de una escuela morelense de las artes. He venido siguiendo la carrera de varios jóvenes egresados del CEMA y la Facultad de Artes de la UAEM y he comprobado que hay un estilo identificable con lo morelense, a pesar de la globalización y su impacto inmediato en técnicas y estrategias de producción.
Existe además una historia de la vida cultural por rescatar. No olvido lo que me ha contado la gente sobre lo sucedido entre los muros de las viejas casonas de Cuernavaca:
"Era cosa del lugar, en Cuernavaca se sabía a qué hora llovía, a qué hora se comía, a qué hora salía el sol. Los amaneceres y las idas al mercado preveían el menú y la tertulia. Como se dormía a pierna suelta, abrir los ojos a la mañana siguiente del tronadero, de los rayos y centellas del aguacero nocturno era un verdadero deleite. La tertulia se hizo alrededor de las flores de Cuernavaca, Basia Batorska trajo el árbol del pan y lo pintó muchas veces y cuántas veces se armaba una gresca de órdago y -vámonos para Cuernavaca, con parada a hacer pipí y comer pambazos en Tres Marías", dice mi querida amiga Alicia Zendejas, secretaria de la Sociedad Alfonsina y el Premio Xavier Villaurrutia.
De esa Cuernavaca es de la que podemos echar mano a la hora de construir y reconstruir, propongo generar imaginarios nobles.
Hay que llegar con toda la fuerza de un mejor presupuesto y el rescate de la dignidad de la gente . Educar de nuevo en la belleza.
Maria Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
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