jueves, 25 de noviembre de 2010

Emiliano Zapata: De cómo la idea del héroe nacional nos habita y perpetúa su imagen.


Como figura de culto, Emiliano Zapata Salazar (1879-1919) habita amplios círculos de lo público y rescinde su contrato como figura histórica. A Zapata se lo han tragado un sinfín de discursos y de esto dan cuenta no sólo los homenajes orales que se le han venido haciendo a partir de su trágica muerte, sino los miles de imágenes que reproducen su efigie y figura en todo el mundo, en todo tipo de soportes, desde los murales pintados por Diego Rivera hasta los graffittis chiapanecos; desde las camisetas que se venden como pan caliente, hasta los emails que lo reproducen ataviado como boxeador; desde la pintura morelense de caballete, hasta el diseño gráfico de las revistas que lo colorean y recomponen.
Con ello quiero decir que el héroe ya no nacional, sino mundialmente alabado, viene a representar para cada mirada un significante que no dejará, en última instancia de recordar lo propio, lo que se anhela, lo que se espera de la figura idealizada, de la figura que podría lograr que se cumpla el orden establecido, la ley. Viendo la diversidad de la imagen zapatista, nos sentimos orgullosos mexicanos, conseguimos dignificar la pobreza --el neozapatismo es acaso el movimiento civil que más ha honrado al indígena desprotegido pidiendo un arte que lo represente en su territorio-- y le damos sentido a una historia nacional, poblada de héroes a estas fechas medio despeinados.

Se sabe y se repite, pero sobre todo se ve y se copia
Hace unos meses salió a la luz un libro titulado “Zapata en Morelos” (Planeta-Lunwerg) en el cual me fue dado participar como coautora. El mismo, ilustrado estupendamente por el fotógrafo Adalberto Ríos Szalay, abre con un refrescante capítulo escrito por el Dr. Salvador Rueda Smithers en el que se narran algunos hechos revolucionarios partiendo de las entrevistas realizadas por él a algunos veteranos zapatistas, hace casi 30 años.
Por mi parte y como historiadora del arte, de lo que me he venido encargando de tiempo atrás, es de la imagen gráfica, visible del caudillo. Para ello he echado mano, entre otras herramientas, de la semiología de la imagen: me ha interesado destacar la incidencia del héroe en nuestras vidas posmodernas.
¿Por qué se le representa en todo tipo de objetos?, ¿por qué se banaliza?, ¿por qué se idolatra?, ¿cómo se fue convirtiendo en figura icónica?, ¿qué nos dicen los monumentos de bronce? ¿Cómo pasó de la historia del arte al ámbito de la comunicación de masas?, son algunas de las preguntas que intenté resolver en dicho texto; un texto que para estas fechas ha dado origen a otro más abundante, un ejemplar hoy en busca de editorial. Cuento con cientos de imágenes.
Pero mientras llega el caso de dar a la luz los asombros a los que me ha llevado el descubrimiento de un Zapata multiforme --y sin embargo el mismo de siempre--, me gustaría compartir con ustedes, los lectores de este diario, algunas ideas. Acaso las mismas respondan en parte a una gran interrogante: ¿cómo interpretamos la historia de nuestro país los mexicanos?

El Zapata que habita el mundo del arte
La evidencia es contundente: algo hay en la figura de este personaje que genera una vida icónica que rebasa las diversas intenciones del homenaje propias del personaje histórico. No se trata sólo de esculturas públicas y fotografías reproducidas en libros de texto, o colgadas de las oficinas de gobierno, se trata del secuestro de una imagen por parte del público que busca convertirla en un nuevo mensaje, asociado, generalmente con la resistencia civil.
Lo que he venido proponiendo es una lectura de la imagen a la luz del contexto marcado por el mito surgido hace casi cien años. No es que no me interesen la biografía del revolucionario, el problema agrario o las apologías del zapatismo. Es que me maravilla la capacidad del artista visual que ha reinterpretado cada una de estas instancias a la medida de sus necesidades. Me deja con la boca abierta, la creación pictórica de un Zapata idealizado por Diego Rivera en una de las máximas obras del cubismo hecho en París, me emociona verlo transformado por el muralista, en el indígena más puro que se pronuncia en contra del conquistador español y del norteamericano que interfiere en la política mexicana, de los años treinta del siglo pasado (Mural del Palacio de Cortés). Me imagino la sonrisa de Rivera al haber convertido el entierro zapatista en un homenaje a las costumbres prehispánicas y a la propia Revolución Mexicana al pintar el maíz floreciente sobre los cadáveres enrollados de Emiliano Zapata y Otilio Montaño (mural en la escuela de Chapingo).
Ya convertido en un símbolo –que nunca será fijo porque la historia, como discurso, está hecha de subjetividades--, a Zapata le es dado habitar un universo completo de pinturas diversas creadas por artistas contemporáneos, entre ellos Arnold Belkin, quien ve al héroe como el motor de la historia. Los “zapatas” del canadiense-mexicano Belkin, reconstruyen por medio de geometrismos, la famosísima imagen atribuida a Hugo Brehme y al mismo tiempo le devuelven el cuerpo al héroe que la sociedad le arrebató; son la reinterpretación del hecho histórico a la luz de lo humano.
La pintura morelense comprende un gran número de obras en las que el nacido en Anenecuilco en 1879, aparece retratado a partir de copias de las escasas fotografías que existen en primeros planos de su figura. Lo interesante es que Zapata, para los creadores locales, constituye una extensión de la identidad local, nacional y acaso personal, tratándose de quien adquiere las obras porque se identifica con los ideales del luchador social.

“San Emiliano Zapata”
Si pensamos que a Zapata lo hemos estado construyendo desde la mente mágica y el ámbito de lo simbólico, entonces nos quedará más claro por qué este fenómeno es en gran medida inexplicable. Dos muestras colectivas recientemente montadas en museos capitalinos y una más añeja, curada para el Palacio de Bellas Artes en la década de los ochenta del siglo XX, dan fe de cómo los héroes nacionales han venido conformando una especie de santuario especial habitado por figuras tan idealizadas como los santos. Sin ánimos de abundar, diré que he visto “zapatas” en altares domésticos con veladoras delante y que Zapata convive en el imaginario popular con Cuauhtémoc. Según el investigador Jaime Cuadriello, por su identificación con el mundo indígena (aunque Zapata haya sido un mestizo vinculado recientemente con otro tipo de valores) al revolucionario se le ha pintado o dibujado siempre vinculado con elementos prehispánicos y agrarios por esa razón.
Recuerdo que un notable historiador del arte, acuñó hace años el concepto “religión de la patria” para explicar la idea de un nacionalismo revolucionario hoy engrandecido, a más no poder, con la figura del héroe que nunca se corrompió: Emiliano Zapata. ¿Reflejará este hecho el anhelo de borrar de la historia la historia de la corrupción humana hoy tan destapada?
La estatuaria y el charro más charro de la historia nacional
Zapata aparece ataviado con traje de charro (media gala y gran gala) en la mayoría de las fotografías que se le tomaron en la época y tal característica compone una imagen única en la historiografía nacional. De ahí, que la estatuaria oficial haya hecho del dominio de estas artes campiranas y de la osadía de Emiliano Zapata, la imagen más perdurable del héroe de bronce. Esto sucede así, porque se sabe que él prefería este atuendo como vestimenta y se esmeraba mucho en su arreglo personal, pero también porque las labores del campesinado adquieren una gran dignidad así representadas y paradójicamente acercan, o funden en el imaginario colectivo, al hombre de campo con el hacendado.
Ya sea en la fotografía atribuida a Hugo Brehme --en la que Zapata porta sable, carabina y cananas-- (copiada por muchos artistas, entre ellos José Guadalupe Posada) o a partir de las reproducciones de las imágenes capturadas por H. J. Gutiérrez o Protasio Salmerón, a Zapata no deja de admirársele por su apostura frente a la cámara. A él le gustaba posar para la lente instalada en el estudio, como se demuestra en varios casos. Es fácil constatar que estas imágenes fueron construidas después de minutos de análisis luminosos y retoques escenográficos. Se trata pues, para el caso de la iconografía nacionalista, de uno de los hombres más engalanados de la historia del país. Zapata fue un tipo guapo, pero también vale decir que lo hicimos guapo entre todos.
Zapata entre políticos
El encargo oficial de la imagen zapatista, por su parte, ha pretendido darle un lugar de honor al héroe a partir de la idea de las nociones de honor y patriotismo. Para ello, la dinámica del hombre a caballo, del hombre que domina la naturaleza, del hombre físicamente poderoso y los momentos antes de la muerte, han sido cosa suficiente. Ningún político en cambio, ha visto en la figura sintetizada o semi-abstracta de un hombre a caballo, la posible condensación del hombre ideal, de aquel que compendia o condensa a todos los otros hombres que a caballo hicieron el México de hoy. Tal era la propuesta de una escultura proyectada por el morelense Víctor Hugo Núñez muy lograda, aunque nunca llevada a cabo por falta de interés de quienes toman las decisiones sobre el aspecto de la ciudad quienes esgrimían la falta de un presupuesto que luego fue gastado en menesteres menos decorosos. Y estoy empleando la palabra en su sentido literal: decoro es aquello que aplica al posible embellecimiento de una ciudad a la que le urgen huellas artísticas, manifestaciones estéticas de alto valor. Dignificación a través de la alta cultura que aquí se da. Ω

2 comentarios:

  1. Hola, tu blog es muy interesante, me gusto bastante lo voy a seguir. Tambien me podrias decir donde puedo conseguir el libro q habla de semiología de la imagen zapatista? en q año lo escribiste y por q editorial, desde ya gracias!

    DARDO

    ResponderEliminar
  2. Un saludo cordial estimada Mtra. María Helena González. Escribo estas líneas desde Cartago, Costa Rica. Soy un interesado en la historia de México y del análisis de la iconografía del poder. Escuché su interesante conferencia en Youtube, y ahora leo sus extraordinarios aportes en su blog. Su prosa y su exposición son muy claras y didácticas. Muchas gracias por permitirnos conocer sus aportes.

    ResponderEliminar