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Vestido con la colección que conformara hace años el especialista Guillermo Helbling, también autor del libro “Morelos hecho a mano”, se inauguró el sábado pasado el Museo Morelense de Arte Popular (MMAPO), ocupando el lugar del exiguo CRIDA, el centro regional dedicado a promover el trabajo de los artesanos morelenses. Como el mismo no tuvo la resonancia esperada porque no se promovió lo suficiente, ni dentro ni fuera de la entidad, la administración actual pensó que sería mejor convertirlo en un museo. Es decir, transformaron un modelo de empresa cultural con fines de desarrollo social, en un espacio de exhibiciones ideado para complementar la oferta cultural de la localidad. Es necesario agregar que la mayoría de estas piezas estuvieron expuestas en Chinameca, en una muestra temporal montada para recibir a ilustres personajes hace meses. El tema que invita es el arte popular, sin embargo, la muestra incluye artesanías, ampliaciones de artesanías -como los Cuexcomates elaborados en Chalcatzingo-, apoyos museográficos –como la madera de bugambilia-, y muestras de los cinco barros que se elaboran en el estado, destacándose el de Cuentepec por ser el más refinado y conocido.
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Surgidos en el siglo XIX, los museos modernos cuentan con una historia que oscila entre proponer al espectador una serie de objetos admirables por su belleza o por su rareza. No obstante, el valor simbólico de algunos objetos ha llevado a la creación de museos especializados, entre estos destacan los enfoques nacionalistas. A este tipo de exposiciones pertenecen los museos dedicados al arte popular, creados en nuestro país después de la Revolución, cuando la búsqueda de identidad se convirtió en un imperativo. Iniciativas como el FONART (fomento a las artesanías) creado por iniciativa de López Portillo, dirigido 9 años por nuestro amigo Rodolfo Becerril, fueron hermanas gemelas de esta idea de que el color, la fantasía, los materiales mexicanos son altísimos valores que deben ser fomentados mediante la investigación, la intermediación, la asistencia técnica, la capacitación y la promoción del trabajo artesanal.
En el caso de nuestro estado, hay que decirlo, no hemos conseguido destacar a nivel nacional en la materia, no sólo porque estados como Michoacán, Jalisco y Oaxaca cuentan con una tradición que impone preferencias en el mundo, sino porque nunca se ha puesto especialénfasis en promover esta área de oportunidad. Por otro lado, habría que diferenciar el arte popular, del arte realizado con técnicas artesanales y ambas categorías saberlas separar de las llamadas artesanías, productos mercantiles. El asunto no sólo es de matices: las artesanías se hacen en serie, sus modelos se repiten por años y en el proceso suelen intervenir varias personas, mientras que el arte popular responde a intereses distintos: empleando procesos artesanales se manufacturan objetos únicos que buscan la innovación en el modelo, el tamaño, el acabado y la función de las piezas. Además de eso, hay concursos en los que se premian piezas todavía más originales, realizadas muchas veces exprofeso para los museos. Aquí la pregunta, sin ánimo de confundir es: ¿son los cuexcomates -reproducción en gran formato de los graneros que se ven en el campo morelense- artesanías o arte popular?
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Una de las cosas que más llama la atención del nuevo museo es la museografía, pues responde a criterios de exhibición internacionales. Grandes fotografías en blanco y negro y ciertos explicativos dan cuenta de la importancia que tiene el diseño gráfico como apoyo para destacar los detalles y los procesos creativos de lo que se exhibe. Acaso el área de deambulación pudiera ampliarse más para que no se sientan ahogadas las piezas.
Como conclusión diremos que estando ubicado en plena zona turística, el MMAPO podría formar parte de un circuito virtuoso, si se lograran alianzas estratégicas en pro del desarrollo turístico, social y económico del estado. Desgraciadamente el centro cultural Jardín Borda, la Casona Spencer, el CMAEM, el Museo Brady, el Centro Cultural Universitario y el mal llamado Museo de la Ciudad no destacan a nivel nacional como sitios de exhibición por falta de fondos (acervo y dineros). ¿Cómo hacer para perfilar un escenario en el que se considere al peatón que decide pasear, aprender, comer, gastar y divertirse en el centro, como un consumidor de cultura merecedor de lo mejor? La respuesta es compleja porque implica mucho trabajo y voluntad política y ciudadana. Ω
María Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
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