Hace una semana asistí, con enorme placer, a la inauguración de la muestra titulada “Trascendencia de un mecenazgo: Manuel Suárez y Suárez 1896-1987”, dedicada a revisar la trayectoria como promotor y coleccionista de arte de uno de los empresarios más destacados de la historia del país. Como el Polyforum Cultural Siqueiros cumple 40 años y se cumplen cien de su llegada a México, su familia acordó mostrar 45 obras, parte de la Colección Suárez A. C. en el Museo Mural Diego Rivera, ubicado en el D.F.
Cuenta Inés Amor en las memorias sobre su galería, la primera dedicada al arte contemporáneo en México, que fue la mirada extranjera la que nos enseñó a confiar en nuestros propios productos artísticos. Nelson Rockefeller, Edward G. Robinson y Stanley Marcus –entre otros menos reconocidos--, le pusieron el ejemplo a los primeros “aventados” que conformaron las grandes colecciones de arte mexicano moderno y contemporáneo a partir de la década de los cuarenta: Marte R. Gómez, Cesar Martino, Pascual Gutiérrez Roldán, Jacques Gelman, Lola Olmedo, Licio Lagos, Alvar y Carmen Carrillo Gil y por supuesto don Manuel Suárez, quien fue pionero en asuntos de mecenazgo pues encargó en 1934 a Josep Renau un primer mural para el restaurante Lincoln.
Emprendedor razonante, coleccionista de corazón
Manuel Suárez y Suárez nació el 23 de Marzo en Téifaros, Navia, Asturias, España. Fue el segundo hijo de diez que procrearon Manuel Suárez Fernández y Balbina Suárez Rodríguez, ambos primos hermanos que vivieron de la cosecha de papa, maíz, centeno y forraje.
A la edad de 15 años, desembarcó en el puerto de Veracruz, gracias a que su hermano Joaquín costeó su viaje. Conoció al villista Roque González Garza con su nombre de pila suplantado por el de Ramón Bermúdez, con quien viajó a Coahuila, para conocer al general Villa y unirse a la Revolución Mexicana (fue nombrado teniente coronel y puso en circulación billetes emitidos como moneda propia de 1 y 10 pesos).
Con las ganancias de la primera tienda que tuvo en La Merced, don Manuel Suárez compró unos terrenos en las afueras del Puerto de Veracruz e inauguró una segunda tienda de abarrotes: El Lazo Mercantil. En 1923 Se asoció con el catalán Falguera de la Peña en la empresa La Peña y Cia., y poco después compró la totalidad de la empresa, cambiándole el nombre a Asbestos Cemento Eureka, al asociarse con el hijo de Plutarco Elías Calles.
La Eureka fue contratada por la Compañía Hispano-Mexicana de Hoteles, para que construyera una casa de juegos en Cuernavaca, la que sería conocida posteriormente como el Hotel Casino de la Selva. Cabe mencionar que los dueños del casino adeudaron a Manuel Suárez el pago de la construcción, abierta para su funcionamiento en 1931.
Techo Eterno Eureka fue contratada por la Secretaría de Obras Públicas para la reconstrucción del edificio de la Aduana Marítima de Veracruz.
El 2 de abril contrajo segundas nupcias con Raquel Ruiz Ramón, hija de Marcos Ruiz Cantera, un empresario español radicado en el puerto de Veracruz, y Susana Ramón, nacida en Campeche.
Con motivos de remodelación a largo plazo, el Hotel Casino de la Selva fue cerrado pero siempre abrió las puertas para exiliados, amigos y personalidades del arte y la cultura.
A fines de los años 30 Manuel Suárez ayudó a refugiados españoles, creando la compañía “Vida y Obra”, que dio trabajo a aquellos compatriotas que venían huyendo de la Guerra Civil Española, entre ellos al arquitecto Jesús Martí Martín (1899 1975), Félix Candela (1910-1997), Josep Renau (1907-1982), Carlos Gaos, Enrique Segarra (1908-1988) y Arturo Sáenz, quienes crearon la Casa de Cultura en México.
Golpe de suerte morelense
El Casino de la Selva fue otorgado en pago a Manuel Suárez, reabriendo sus puertas con el Primer Congreso Rotario Mundial; en esta época adquirió 1millón de mts2 de terrenos en nuestro estado y Eureka fue contratada para iniciar la construcción integral de escuelas, mercados, hospitales, centros deportivos, acceso a aduanas, alumbrado público y empedrado de calles, entre otras necesidades urbanas que solicitaba el puerto de Veracruz. Durante varios periodos sexenales don Manuel Suárez construyó a lo largo y ancho del país, iniciando desde Ávila Camacho (1941-1946) hasta Adolfo López Mateos (1953-1958).
Manuel Suárez ingresó a la industria azucarera por invitación del presidente Manuel Ávila Camacho, junto con Aarón Saénz y Roberto García. En 1946 junto con el Dr. Ignacio Chávez fundó el Instituto Nacional de Cardiología. El aporte altruista del el empresario fue la Sala de Fisiología. Con Eugenio Garza Sada y Víctor Bravo Ahuja colaboró para fundar el Instituto Tecnológico de México. De igual manera apoyó a la Orquesta Sinfónica de Xalapa y a los hospicios de la Divina Infantita.
En 1947 Manuel Suárez adquirió el jardín “José de la Lama”, para el proyecto de construcción de un hotel, dicho proyecto fue encargado al arquitecto Guillermo Rosell de la Lama, nieto de José de la Lama.
Entre 1948 y 52 invitó a Josep Renau a pintar en el Hotel Casino de la Selva el mural titulado “España hacia América” y adquirió el Banco Regional del Pacífico, con sucursales en Sonora, Sinaloa y Nayarit.
Entre 1959 y 62 José Reyes Meza (1924-2011) realizó diversos frescos en los muros del Hotel Casino de la Selva.
La revista Mañana del mes de febrero de 1959 publicó una reseña sobre las bondades que ofrecía el Hotel Casino de la Selva, describiéndolo como un hotel con magníficos servicios, alberca olímpica, playa y cascada artificial, así como bellos murales patrocinados gracias a su esfuerzo, pues quería transformarlo en el mejor hotel de América.
Poco después, el 7 de Septiembre del mismo año, se celebró el contrato entre David Alfaro Siqueiros y Manuel Suarez, con siete cláusulas que determinaban la realización de 18 cuadros de cuatro metros de largo por tres treinta de alto para la Sala de Convenciones del Hotel Casino de la Selva.
En 1965 el empresario organizó a sus colegas del sector turístico del estado de Morelos para crear el Comité Organizador y celebrar el primer Carnaval de Cuernavaca y le asignó a su hija Lilia Suárez Quezada la dirección del proyecto Casino de la Selva, que contemplaba conferencias, ciclos de cine experimental, clases de teatro, talleres de cerámica, conciertos, exposiciones, clases, etc.
A la edad de 70 años vio iniciados los trabajos de cimentación del magno proyecto “Conjunto Urbano, Cívico, Turístico, Comercial y Cultural del Hotel de México,” llamado México 2000, proyecto en el que intervinieron Guillermo Rosell de la Lama, Joaquín y Fernando Álvarez Ordóñez, Luis Enrique Bracamontes, Heberto Castillo y Juan Wörner Baz, entre otros.
En 1967 encargó al pintor Taro Okamoto, a quien conoció por el señor Mario Oguri, encargado de los jardines del Casino de la Selva, el mural “Mito del mañana” hoy en la estación del metro de Shibuya, en Tokyo Japón.
En 1971 se inauguró el Polyforum Cultural Siqueiros, obra que se divide en cuatro zonas: La marcha de la humanidad hacia la revolución democrático-burguesa, La marcha de la humanidad hacia la revolución del futuro, Paz, cultura y armonía y Ciencia y tecnología. El hotel ganó un premio internacional como proyecto de vanguardia por la decoración prototipo del futuro.
En 1975 la editorial Talleres Manuel Quezada Brandi publicó el libro Los Murales del Casino de la Selva, pintados por José Renau y José Reyes Meza, libro impreso en Cuernavaca.
En 1987, a los 91 años y estando consciente de que su proyecto del Hotel de México era poco menos que inalcanzable por la gran cantidad de recursos que requería, falleció este gran emprendedor, mecenas y coleccionista, quien no dejó nunca de pensar que un sueño puede convertirse en realidad si se trabaja duro y se buscan las alianzas correctas.
Su personalidad: su colección
Cada colección refleja la personalidad de su dueño, así adquiere la cohesión particular que la diferencia de la mera acumulación de objetos. El caso de Suárez y Suárez es inolvidable y debe sentar precedentes en nuestro estado --tan ajeno al mecenazgo y el buen coleccionismo hoy en día--, porque se trata de un ejemplo clarísimo de cómo el cazador de negocios puede convertirse en un connaisseur: se puede disfrutar de la vida a partir de los sentidos sin dejar de lado el razonamiento práctico. ¿Por qué? Porque como diría Schiller: “La belleza junta y enlaza dos estados opuestos, sentir y pensar, entre los cuales no cabe término medio.”
Cuando he preguntado a la gente que conoció a don Manuel cómo era, me han dicho que su seriedad rayana en la hosquedad cedía al entrar en contacto con lo que le gustaba. Que buscaba estar entre artistas y que incluso se dio el caso de que llegó a comprar una exposición completa cuando la propuesta lo conmovía. La Tallera, la casa estudio en la que trabajaba Siqueiros la compró don Manuel para que el artista tuviera donde trabajar.
Se trata pues de un coleccionista consciente de su vocación de vida; su misión auto-asignada era entendida por él como el motivo que le daba sentido a su vida de hombre de negocios, aunque esto incluyera el deseo irrefrenable de adquirir la siguiente pieza: no debemos olvidar que el coleccionismo también es un proceso creativo que requiere mucha energía.
…
La curaduría de la prestigiada investigadora María Estela Duarte, en cuyos textos he basado este artículo, se podrá ver en el museo ubicado a un costado de la Alameda capitalina hasta finales de agosto y créanme, vale la pena el viaje porque entre las sorpresas que ofrece esta colección privada, se encuentra una escultura de un desembarco de Colón, talla en mármol, de finísima factura; un estupendo González Camarena, un paisaje de nuestro querido Jorge Cázares y un Guillermo Ceniceros inolvidable.
María Helena Noval