1 .Asco, miedo y peligro, es lo que el otro representa ahora para nosotros. El prójimo no es alguien a quien podamos tocar con gusto estos días. La sana distancia se impone. Se antojan el abrazo, el beso, el apretón de manos, pero el instinto de supervivencia nos impide hacerlo. Los limpiadores, jabones, desinfectantes y demás agentes con olor a hospital sustituyen al perfume de antaño: quien huele a gel de alcohol, es mejor persona que el que se atreve a salir a la calle simplemente bañado.
Y no hablemos del nuevo look que nos impone el tapabocas: hay de todos colores y diseños, pero ni eso nos inspira confianza, rehuimos hasta la mirada del otro, porque la paranoia nos hace pensar que somos culpables de no estar en casa. Así las cosas, volver a la “Nueva Normalidad” -eso que se escribe con mayúsculas, como si fuera el mejor eslogan político jamás inventado- será muy difícil.
Tiene razón Jorge Volpi cuando dice que México nunca ha sido normal, por lo que no podemos volver a la nueva normalidad, sino a la “Vieja Anormalidad”. Mientras unos salen a la calle como si nada, otros están aterrados, pensando que se dictarán nuevas normas para lo social. No creo equivocarme si digo que en breve la moda será querer los espacios limpios, que los pisos y mostradores rechinen de brillantes, que huelan y parezcan laboratorios. Que el prójimo permanezca detrás del improvisado acrílico. Como de ciencia ficción.
2. En este ánimo es en el que tendrán que abrirse los espacios públicos una vez actuado el semáforo verde. La gente buscará una sana y segura convivencia, pero como los protocolos de atención al público no preveían una pandemia como el COVID-19, que se puede eliminar con simple jabón y/o alcohol, pero llegó para quedarse y matar a los organismos más débiles, tendremos que examinar el tema con detenimiento.
3. Invitados por el reconocido promotor cultural Carlos Villaseñor, el jueves pasado cerca de 80 directores de museos nacionales escuchamos vía zoom a la especialista en conservación de obras de arte y sanitización de museos Dora Méndez, quien nos pasó información avalada por el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos. Tal parece que los protocolos de los espacios públicos -entre ellos los museos- incluirán lavar el uniforme de los empleados diariamente; echar a andar los aires acondicionados días antes, para que los filtros estén en óptimas condiciones en el momento de la reapertura -y habrá que limpiarlos diariamente-; trapear con la técnica 3 x 3, es decir, con agentes ácidos, luego con agua, y terminar con productos alcalinos pues unos matan bacterias, los últimos acaban con virus, proteínas y grasas. Recordemos que el coronavirus no es un agente vivo, sino una reacción química. Habrá que solicitar micronizaciones y micronibulizaciones con desinfectantes probados para que no decoloren los objetos circundantes y desde luego no usar cloro de manera irresponsable, ya que los vapores del mismo irritan y afectan a las obras de arte.
4. El gran problema son los presupuestos; no sólo se tratará de que las requisiciones a las unidades responsables del gasto, las llamadas UEFAS rebasen los escritorios de los encargados de contestar los oficios, sino de que muy probablemente no habrá suficiencia presupuestaria para convertir los espacios públicos en símiles de quirófano. También hace falta socializar cuál será el aforo permitido en los diversos sitios a los que acuden muchedumbres, de qué manera se pondrán las barreras físicas (los acrílicos que hoy vemos en los supermercados) en los parques y plazas. Y de qué manera nos encapsularemos frente a las obras de arte, u objetos expuestos en los museos. Sin duda la tarea de investigación, capacitación y divulgación será ardua y personalmente no creo que estemos en condiciones de volver a la vida social en breve. El aislamiento sanitario apenas comienza. El futuro ya nos alcanzó.
MARÍA HELENA GONZÁLEZ
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