1.No me dejarán mentir los morelenses: se han poblado de aves nuestros jardines y están que revientan los árboles de nidos, las mañanas de cantos, los frutos comidos.
En esta zona del país la primavera se renueva con enjundia cada año, y con el calor de marzo, CUERNAVACA vuelve a ser motivo de orgullo en el mundo.
Sus cuerpos calientes palpitan, sus patas nerviosas rascan las ramas de los árboles, sus suaves plumas enfilan sin miedo.
2.Está mal decirlo, pero la pandemia que nos aqueja ha contribuido a que la naturaleza descanse de nuestra insidiosa presencia. Busque usted en redes sociales y en los periódicos lo referente al medio ambiente relacionado con el coronavirus, y verá cómo se encuentran fácilmente publicaciones sobre el bien que hemos hecho quedándonos en casa.
No es que no me acuerde de que en la Antigua Roma se creía que el canto y el vuelo de los pájaros presagiaban desgracias -de ahí las aves de mal agüero-; es que prefiero pensar que la gran epidemia viral tiene su lado amable.
Como se ha dado cuenta, querido lector, voy pergeñando una “Estética del COVID-19” semana a semana en esta columna y hoy pretendo contribuir a la misma, con un brevísimo memorial de las aves.
2.En el “arte animalista” aparecen estos seres alados desde los inicios del arte figurativo, ya no como decoración de una escena religiosa, ni como acompañantes en las pinturas de caza, o mezclados con los cuerpos de hombres y mujeres en la mitología, sino como protagonistas, por ejemplo, en las famosas pinturas de Audubon.
Por su belleza y la peculiaridad del vuelo que las engalana, a las aves se les confirió un sentido altamente simbólico desde tiempos inmemoriales. Tal vez sea el hecho de que unen el cielo con la tierra, lo que llevó a la gente a pensarlas como almas, ángeles y mensajeras. La ornitomancia nació de relacionarlas precisamente con el orden de lo esotérico. Luego, artistas como Remedios Varo y Leonora Carrington se inspiraron en el antiguo “lenguaje de las aves” por su afición a los temas alquímicos.
Hubo una exhibición en el Museo del Prado con el tema en 2010, que consultada en la web me resulta fascinante. En el catálogo resultante se nos dice que aparecen aves en 729 pinturas de las 8000 del acervo museístico.
No parece una exageración entonces, que lo raro es que en las artes contemporáneas aparezcan en contadas ocasiones. Como se corre el riesgo de caer en el “pintoresquismo”, del que tanto huyen los creadores por ser sinónimo de “lo cursi”, se les ha permitido aparecer mayormente, con todo su esplendor en las artesanías.
3.No sé si surgirá un arte de las aves morelenses en estos días. Quienes están creando en sus estudios en este encierro, reportarán cosas distintas de lo vivido. En este momento recuerdo, de los pintores locales, Lalo Lugo como creador de escenas en las que abundan los pájaros.
Avísenme, por favor si por ahí hubo alguien que se maravilló estos días con el volar de las golondrinas y el habla de los cotorros, porque estoy pensando en juntar nombres para una muestra con este tema. Estoy de acuerdo con Alex Wengraf -art dealer retirado- en que urge recuperar el valor del hedonismo, que es profuso, divertido y sensual, en el arte actual. Un arte que se ha llenado de conceptos y se ha definido más por la vía del minimalismo, encerrándose en sí mismo, aparentemente sin escapatoria. Dionisio y Baco en su eterno conflicto. FIN.
María Helena González
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