1.Anda
una tan metida en resolver la vida diaria, “persiguiendo la chuleta” en plena
época de vacaciones, que cuando llega el “día de salida” sucede que el alma
canta “rete juerte” porque yo me escapo a museos, dándose el caso de que el
gozo puede extenderse varios días más, durante la lectura del catálogo de la
muestra visitada. Y como eso me está sucediendo desde la semana pasada, quiero
recomendarle, querido lector y lectora, que no se pierda la exposición titulada
“Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo” actualmente colgada en
el Palacio de Bellas Artes y próximamente en el LACMA (Los Angeles County
Museum of Art), porque la misma es, como dicen los gringos, “un must see”,
(asunto obligado).
¿Por
qué lo digo tan tajantemente? ¿Se trata de que los apellidos que conforman el
título son sinónimo de identidad nacional?
En
parte sí: no podemos negar que Picasso es a España lo que Rivera a México: los
personajes del arte con los que se luce cada país, algo así como los “DO”
(denominación de origen) de la cultura, con todo y las excentricidades que los
caracterizaron, mismas que nos encanta presumir, tanto a quienes engullimos
tacos y nopales, como a los de la fabada y la paella. (Por excentricidades
entiéndase que ambos fueron “ojo alegre” y señores de varios hogares, ambos
fueron consentidos de la élite política del momento, ambos fueron mitoteros y
controvertidos y ambos gozaron de la vida a sus anchas).
2.
Por
otro lado, y más allá de ofrecer sólo un discurso sobre las propuestas
estéticas de vanguardia del momento -el cubismo y la Escuela Mexicana de
Pintura-, la muestra ofrece también la posibilidad de entender parte del
entramado que soporta la creación artística, a veces mal concebida como un
“azote” solitario (aquí puede ponerle usted imaginación al asunto, pues se nos
ha enseñado que los artistas son desde genios e iluminados hasta, alucinados y
“bohemios”), cuando en realidad es una actividad humana como cualquier otra,
que nace de la admiración por el trabajo del colega y el diálogo constructivo,
incluyéndose en este apartado la tertulia, la correspondencia y los regalos o
intercambios de obra, como puede verse en la expo de la que hablamos, pues
Diego y Pablo sostuvieron una cercana relación amistosa entre 1914 y 1915,
período en el que Picasso adquirió “Composición cubista (naturaleza muerta con
una botella de anís y tintero)” de Rivera, obra que se muestra al público
nacional por primera vez, además de que le regaló al mexicano una fotografía de
un collage que incluye una dedicatoria que dice: “de acuerdo en todo”, en
español y francés.
Pero
cabe aclarar que no todo fue miel sobre hojuelas, pues cuenta Angelina Beloff
en sus Memorias (la estupenda aguafuertista rusa era en ese entonces la mujer
de Diego), que la amistad entre ambos se enfrió porque éste descubrió ¡que
Picasso le copió el procedimiento por medio del cual representaba árboles
cubistas!
3.
Esto
lo cita Juan Rafael Coronel Rivera en el capítulo titulado “Diego Rivera:
argumentos americanos”, en el que va dando cuenta de la parte “visible” del
proceso creativo de su abuelo (lo no visible corresponde al inconsciente y con
ese asunto ni Freud pudo). “Nada como ver a un artista fajarse los pantalones:
una lección ética”, dice, después de irnos demostrando quiénes fueron las
influencias de Rivera y cómo se fue desligando de ellas. Cómo recuperó el
guanajuatense para su obra lo que llevaba en la sangre, cosa que desde luego no
fue un proceso sencillo, porque Diego ya había asimilado a su maestro Antonio
Fabrés (catalán que estudio en la escuela de La Lonja, igual que Picasso), a
Chicharro, a Zuloaga y al Greco, entre otros.
Nos
recuerda el crítico de arte que en 1911 Rivera llegó a París con algunos
“artefactos” mexicanos, cargó en la maleta petates, sarapes y blusas tehuanas y
poco a poco las fue incorporando a su obra cubista (junto con los volcanes y
otros objetos). Completa la idea cuando introduce la noción de una modernidad
riveriana compleja, no eurocentrista, forjada a partir de su cosmovisión no
sólo influida por la admiración del pintor por lo prehispánico, sino
panamericana.
Y
por ese atrevimiento al que Juanito ve como una aportación esencial a la
historia del arte, por eso me atreví a titular esta colaboración invirtiendo el
orden de los apellidos que dan titulo a la muestra que estará colgada todavía
hasta el domingo 10 de septiembre.
Cuando
acuda, compare y contraste, ya verá que se encuentra estructuras similares con
paletas diferentes, apoyos museográficos y museológicos que aligeran la visita
y dedíquele tiempo a las ilustraciones que realizó Rivera para el Popol Vuh,
mito maya quiché de Guatemala sobre la creación y la Suite Vollard de Picasso,
pues se expone parte del conjunto de 100 grabados que realizó el malagueño
entre 1930 y 37 para su art dealer Ambrosio Vollard. Y luego me dice si no sale
de allí tan fresco y jocoso cómo está tarde de domingo. FIN
Articulo publicado en: https://www.diariodemorelos.com/noticias/vas-ver-rivera-y-picasso-nada-como-ver-un-artista-fajarse-los-pantalones
Por: María Helena Noval
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