1.Recorro las 4 salas del Museo de la Ciudad de Cuernavaca en las que se expone la obra del ingeniero Carlos Campos Campos y me sorprende cada vez más la pasión que lo inscribe en la historia del arte local. El autor es conocido en Cuernavaca como el alumno más antiguo del Centro Morelense de las Artes, pero comenzó su trayectoria hace más de 25 años, desde el antiguo IRBAC (Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca). Luego formó parte del grupo de acuarelistas del reconocido Maestro Huáscar Taborga, se ensució las manos de plastilina y barro siendo aprendiz de escultura en los talleres del guatemalteco Edgar Guzmán y la alemana Ulli Solner; le entendió al arte del dibujo partiendo de modelo en vivo con el respetadísimo Maestro Alejo Jacobo, aprendió grabado con el talentoso Luis Lombardo y con el Maestro Enrique Cattaneo -hoy Director de la Facultad de Artes de la UAEM- entendió que a fin de cuentas la historia del arte es un proceso en en el que se van sumando ensayos y sobre todo descubrimientos sobre la compleja e interesantísima psicología de la percepción visual, misma que involucra enormemente la noción de textura (propia del tacto), a pesar de que estamos hablando de ojos y de miradas.
Todo esto indica desde luego, que Carlos Campos es un goloso de la arte-factura; significa que a diferencia de muchos, él parte de una imperiosa necesidad de probar las diversas técnicas y materiales que ofrece la contemporaneidad. Por otro lado, hay que reconocerle al Maestro Campos el hecho de que al coleccionar el trabajo de sus colegas incentiva también el mercado del arte local y el diálogo constructivo.
2.En el segundo piso del museo, la primera sala cercana a la escalera ofrece piezas que parten de sus investigaciones sobre la proporción áurea y por ello muestran un realismo colorido de raíces academicistas fácil de “entender”, es decir, las piezas son simplemente ejercicios que resignifican fotografías conocidas de Emiliano Zapata y la imagen guadalupana.
Pero al irnos topando con las esculturas que van sintetizando el cuerpo humano y al tocar con la mirada sus pétreas piezas abstractas la cosa cambia, pues nos encontramos con un artista diferente, con un ser libre que afirma que “contra la naturaleza no se puede y que en ella todo está dicho”.
Frente a mí Carlos desensambla una pieza de madera tallada que me da la idea de que juega y se divierte mientras realiza su obra, pero cuando me enfrento con la pieza de acero pulido que me recuerda un poco la obra de Manuel Felguérez, me convenzo de que en la libertad de la abstracción reside ya lo que podemos llamar el estilo de Carlos Campos. Un estilo al que de hoy en adelante habrá que irle sumando “fortuna crítica” y espacios de exhibición y venta.
3.“PAPUSETICHI” es un acrónimo formado por las palabras “papel, acuarela, punta seca y tinta china” y esta técnica inventada por él, es la que se exhibe en la última sala de la muestra temporal que se desmontará la primera semana de agosto. Las piezas se perciben a simple vista como abstracciones líricas, pero no dejan de recordar el geometrismo orgánico que ofrece la naturaleza; sin embargo, mirándolas de cerca, se da uno cuenta de que es el llamado “accidente controlado” lo que nos cautiva. Me refiero al comportamiento del material sobre el papel, al escurimiento natural de la tinta, a la mezcla de los materiales entre sí y a la línea propia de la punta seca, que es ejercicio gráfico y no materia del universo de los acuarelistas, por lo que las piezas no podrían entrar en un concurso ortodoxo de acuarela, pero sí en una muestra de las técnicas del agua.
En los “papusetichi” hay poco color, el lenguaje cromático que impera es el contraste entre el blanco y el negro que no deja de lado las gradaciones propias del gris. Y al respeto, espero no aburrirlo con la teoría, querido lector, pero recuerde usted que pensamos la mayoría de nuestras cosas a partir de la “lógica difusa” estudiada por el matemático Lofti A. Zadeh, quien habla de la teoría de los conjuntos borrosos o difusos (fuzzy sets), mismos que involucran la noción de matiz y la capacidad que tenemos de percibir minucias, mínimas diferencias, sutiles gradaciones. Es decir, aquí reside uno de los valores estéticos más agradables de las piezas que comentamos.
Mientras que si hablamos de figuraciones, podemos decir que el volumen está dado a base de interesantes flotaciones logradas mediante manchas y líneas superpuestas o que se cruzan entre sí.
4.Por favor acuda al museo ubicado en Avenida Morelos, frente a la Catedral, perteneciente al Instituto de Cultura de Cuernavaca, pues en sus salas se expone lo que aquí se produce en materia artística: Cuernavaca no se merece pasar a la historia por el socavón -palabra nueva en los medios-, Cuernavaca merece que se hable bien de ella por su gente talentosa. FIN
Articulo publicado en: https://www.diariodemorelos.com/noticias/el-papusetichi-y-el-accidente-controlado-de-carlos-campos
Por: María Helena Noval
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