lunes, 23 de noviembre de 2015

JAVIER CRUZ: EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

1.
Jugando con la idea de la realidad, que a su mirada provee ricas alternativas de orden ontológico, el pintor Javier Cruz dice que la inspiración para la creación de sus imaginarios fantásticos viene en buena medida de la literatura, pero también observamos que en el espacio pictórico de su obra conviven bestiarios y paradojas con seres que "se mueven" a la manera del vanguardista Futurismo, vuelan a lo Chagall, se copian a sí mismos en escala decreciente o se repiten sin caer en fáciles simetrías, en representaciones especulares.




Pero no se crea que en esta serie de reiteraciones el trabajo es obsesivo como ocurre con ciertos artistas: no, no se trata de acumulaciones compulsivas, a pesar de que en su obra la saturación del espacio es frecuente. El caso de las resonancias figurativas de Javier Cruz está sustentado por un lado en la intención narrativa de lo que podría ser un cuento para niños y por otro, en la magia de la poesía. 

2.
Cuando uno asiste al estudio del pintor en Alpuyeca, Morelos, sorprende el orden en el que se encuentran las bolsas de pigmentos, las espátulas, los frascos y los pinceles. No es raro que la lectura que hacemos del espacio contraste francamente con el sabor fantástico de su obra. Como hemos dejado asentado, es la imaginación la anima, pero hay que agregar que es la voluntad del orden dentro del caos la base de su poética y que esta voluntad ordenadora la articulan el sentido del color, la textura y la composición.





Y es que poseedor de un estilo sumamente personal, Javier Cruz es el creador de una serie de equilibradas construcciones en las que no destaca ninguno de estos elementos, sino que se combinan para crear esa especie de surrealismo mexicano poblado de juegos oníricos, huellas arcaicas, ceremonias mágicas, amores perdidos, encuentros nocturnos y animales enamorados, como bien dijo la crítica de arte Raquel Tibol[i]. 

Tratándose del color Javier Cruz aborda con maestría los análogos, siendo los azules, los rojos y los ocres los colores que más ocupa para regalarnos hermosas sublimaciones. Cuando aborda la familia de los azules, como en Lagarto, sus tonalidades van del índigo al ultramar y no se arredra ante lo tímbrico de un amarillo, o el estruendo de un bermellón que transita al coral y al vino.

No obstante a veces se convierte en el maestro de los complementarios, siendo el rojo y el verde, con sus respectivas familias, los contrastes que prefiere, como en esos signos casi arcaicos que son Pez 1 y Pez 2.



"Se muele la alúmina con el óleo, se va cerniendo el material y pasado un tiempo, que puede ser un mes o más, "se moja" la obra con una barniceta que tiene que estar lo suficientemente espesa como para que no escurra cuando pongo vertical la pieza y lo suficientemente aguada como para que corra y cubra la superficie entera de la obra. Luego suelo dibujar - esgrafiando comúnmente- y aprovecho el accidente y lo que la misma obra va dando, en un proceso que incluye descubrir durante meses".


3.
De lo anterior se desprende que la obra también responde a una voluntad lúdica: no podemos dejar de imaginar al artista jugando ante el rojiverde Cocodrilo comelunas y más cuando, haciéndole un homenaje a la ola de Hokusai (El viaje de la luna), nos hace cerrar los ojos de tanta salpicadura de agua. Se desliza en cambio al mundo de la poesía, cuando deja caer hojas que son peces, en un espacio pictórico que es un paisaje, que al mismo tiempo quiere ser una masa de agua, que es un delicioso doble campo semántico.

En La liberación de los pájaros vale preguntarnos quién libera a quién, porque es evidente que Cruz logra trastocar la idea del protagonista que redime, con sólo pintarle la mirada anhelante. En cambio, en Remolino de los sueños Macondo vuela, desaparece en una composición centrífuga.



Tratándose del mundo humano, hay en la obra cruciana de la presente muestra pictórica una escena azul en la que dos personajes imaginan o recuerdan una ciudad. Lo interesante de esta obra es que evidencia la aparente contradicción entre soñar -que se entiende como imaginar o visualizar el futuro- y recordar como recreación del pasado, sólo para descubrir que no hay tal conflicto, porque como dijimos en un inicio, para Cruz lo importante es la demostración de que la realidad no es una, sino muchas y todas dependen de los ojos con que se mira.


María Helena Noval



[i] Tibol, Raquel, “La dimensión poética de Javier Cruz” en Espejismos. Javier Cruz.. Catálogo de exposición. Casa Lamm,  México, D.F.,  Abril de 1990. Pág. 8.




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