jueves, 28 de abril de 2011
Zapata: crónica en imágenes
En días pasados asistí al centro de documentación estatal, lugar en el que se ha venido armando desde hace casi un año, una muestra fotográfica única, deliciosa. La misma está dedicada a la iconografía zapatista –incluyendo en el concepto tanto al héroe de la Revolución Mexicana, como a algunos de sus más fieles seguidores, además de la tropa y algunas mujeres— y destaca no sólo por la innovación museográfica, sino por la delicadeza con la que María Gabriela Dumay, la curadora, decidió abordar el asunto: a estas alturas hablar de Emiliano Zapata y sobre todo en nuestro estado, resulta comprometedor porque puede caerse muy fácilmente en lugares comunes o en abordajes panfletarios.
Respondiendo a su gran creatividad, la señora Dumay se pronunció por la idea de la representación escenográfica (la idea de la crónica en imágenes no se completa si no aparece el concepto tiempo involucrado), evitando con ello interpretar tendenciosamente, e invitó a tres artistas a colaborar en el proyecto, uno de ellos el reconocidísimo pintor Xolo Polo, quien se ha destacado en los últimos años como el creador de algunos “zapatas” posmodernos de gran interés, entre ellos, el que nos presenta a un GQ-Zapata que ha dejado de ser personaje histórico para convertirse en un “modelo de héroe”, en un “galán contemporáneo de la historia” (fuera de esta muestra pero puede consultarse por internet en su página web). Por su parte, Enrique Lambarri resolvió toda la parte técnica de la muestra y nos propone la recreación del vagón de un tren coronado por unas estupendas pinturas elaboradas por Xolo Polo, que invitan a pensar en el dramatismo del movimiento armado, en el pueblo que fue habitado por una idea, la idea del cambio social aunque costara la muerte y grandes pérdidas. Zelindabeth Reyes-Retana completa la triada de estos generosos creadores dedicados al asunto desde hace meses.
El universo zapatista en pleno
Se dice que existen cerca de 250 mil fotografías de la Revolución Mexicana, de ellas, casi 300 aluden al zapatismo y siguiendo con esta puntualización, podemos decir que asombra sobremanera el hecho de que a Zapata lo conocemos a partir de menos de 10 fotografías multirreproducidas en diversos soportes, desde la propia fotografía impresa en papel, hasta el grabado, la pintura (reinterpretación) y los medios electrónicos.
Ya sea en la fotografía atribuida a Hugo Brehme –una de las más multiplicadas en el mundo entero--, o a partir de las reproducciones de las imágenes capturadas por H. J. Gutiérrez o Protasio Salmerón, a Zapata no deja de admirársele por su apostura frente a la cámara. A él le gustaba posar para la lente instalada en el estudio, como se ha demostrado y registran los anecdotarios.
Las fotografías de Emiliano Zapata conforman lo que hoy se conoce como fotografía de estudio, pues las imágenes fueron capturadas después de minutos de análisis luminosos y retoques escenográficos. Se trata pues, para el caso de la iconografía nacionalista, de uno de los capítulos más interesantes de estudio, porque además de tratarse de uno de los héroes más apuestos de la historia del país[i], se trata de un personaje cuya vestimenta como un atributo, contraviene la tradición de la industria del retrato individual para el burgués, quien era el que habitualmente consumía y difundía este tipo de trabajos.
Lo que quiero decir, es que las fotografías que conocemos de Zapata proponen por lo menos una contradicción: su tipo físico y su gesto (Zapata con rifle y espada), rompen la convención de acuerdo al medio que lo difundió como personaje histórico, aunque luego como héroe nos parezca muy natural verlo en actitud de hombre de guerra. Esta es una cuestión que hay que tomar en cuenta frente a la famosísima imagen atribuida al fotógrafo de origen alemán Hugo Brehme, quien vino a Cuernavaca a conocer al general en 1911, hace 100 años, y que por supuesto aparece en la instalación fotográfica que comentamos.
El Zapata de rifle y espada
Se ha dicho que esta fotografía tomada según el especialistas Ariel Arnal antes de 1913, responde a la tradición representativa de los “tipos”, aquellas codificaciones iconográficas que nos hacían reconocer al charro, el aguador, el lechero, el tlachiquero, etc., en el México colonial, pero también podemos reconocer en el Zapata de rifle y espada que fue fotografiado en el antiguo Hotel Moctezuma, en el centro de esta ciudad de Cuernavaca, al hombre de armas envestido con un poder militar que no proviene del Estado: Emiliano Zapata buscó semejarse, con los atuendos que se dice le prestó Manuel Asúnsolo, al militar de carrera. Dejaba de ser, por ello, un advenedizo, un simple guerrillero, dejaba de ser del montón zapatista y por ello, tampoco era el charro tradicional.
¿Con quién se identificaba el Zapata? ¿Con el campesino o con el hacendado, quien como Maximiliano de Habsburgo gustaba del sofisticado traje?
Casi como si fuéramos al teatro
Son casi sesenta las ampliaciones fotográficas pegadas en MDF, las que conforman las diversas escenificaciones que recibirán al espectador en la explanada en la que se encuentra el monumento funerario de Zapata, en Cuautla en próximos días (la itinerancia de la muestra no se ha confirmado hoy que escribo esto). El objetivo es darle una visión “viva” de la Revolución Mexicana a la gente, sacar del muro habitual a los personajes históricos, buscar una identificación entre el ser actual y el de antes, borrar la noción de que el pasado ya no nos atañe. Para lograr tal efecto, Dumay tuvo el tino de hacer crecer esas reproducciones mecánicas de la realidad llamadas fotografías, además de incorporar, esta vez en color, las imágenes de unos espectadores ataviados como nosotros. Dichos personajes, pensamos, acuden al enfrentamiento estético con la curiosidad natural de quien se busca en el otro, antes de disponerse a entrarle al rollo conceptual y cultural; se esos personajes se acercan, como usted o como yo, con la actitud de quien quiere darle un sentirlo humano a la historia.
Los hermanos Emiliano y Eufemio Zapata con sus mujeres, Zapata con sus generales, la firma del Plan de Ayala, el papel de la mujer en la Revolución Mexicana (las hermanas Serdán, enfermeras, soldaderas, esposas, madres, hijas), y la muerte de Zapata –evitando la conocida imagen del cadáver--, son los temas que invitan, no obstante, la noción de la llamada micro-historia también está presente de otro modo: ¿Cómo se vestía la gente? ¿Cómo era su tipo físico? ¿De qué manera interactuaban entre ellos? ¿Qué comían? Son algunas preguntas que nos podemos hacer frente a las fotografías tomadas en la mayoría de los casos por Agustín Víctor Casasola o algunos de los fotógrafos que trabajaban para su agencia.
Para completar la información que nos brindan las imágenes, aparecen las fotografías de los 10 presidentes que se sentaron en la silla presidencial durante la lucha zapatista, desde Porfirio Díaz hasta Carranza.
Una notita más para que usted entienda porqué vale la pena un esfuerzo como este:
Dice el investigador y escritor Carlos Azar Manzur, que la teatralización se ha impuesto para contar la historia, especialmente en su versión de melodrama, aunque también se dan el relato en forma de comedia y de aventura. Dice él que nos gusta el artificio, que solemos aplanar a los personajes, que no cuestionamos las convenciones sociales.
Nos empeñamos en ver la Revolución Mexicana a partir de los ojos de Gabriel Figueroa, quien la retrata bajo los cielos y paisajes más bellos del planeta. La entendemos como sinónimo de balazos por todos los rincones del país, como causa del progreso y el desarrollo social priísta…y por si fuera poco, pensamos que nuestro melodrama es especial, nos gustan las águilas que caen, los héroes que pierden….
Vistas así las cosas, hay que aceptar que una escenificación fotográfica nos da la oportunidad de hacer una lectura fresca de la historia, de hacernos la propia idea alejada del relato edulcorado de la historia oficial.
Escribió Zapata en 1911:
“Por último diré a ustedes que yo me he levantado no por enriquecerme, sino para defender y cumplir ese sacrosanto deber que tiene el pueblo mexicano honrado y estoy dispuesto a morir a la hora que sea, porque llevo la pureza del sentimiento en el corazón, y la tranquilidad en la conciencia.”
Este Zapata real cabalga por nuestro imaginario colectivo como un ser etéreo.
Yo lo invito a usted, querido lector a acercarse a la reproducción de algunas imágenes de la lucha armada que vivió nuestro país a principios del siglo XX. Entre otras cosas para poder ver de frente a nuestros antepasados. Ω
Publicado Diario de Morelos 14 de abril de 2011
http://www.diariodemorelos.com/index.php?option=com_content&task=view&id=85595&Itemid=80
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