1. Dados los vergonzosoS tropiezos del presidente Enrique Peña
Nieto con la lectura, es lógico que tanto los precandidatos de Proceso
Electoral Federal 2017-2018, como quienes van en pos de las gubernaturas y los
municipios de los estados estén preparándose para contestar la demoledora
pregunta que le ganó a nuestro presidente el mote más inculto de los
mandatarios de la historia reciente del país: ¿qué libro o libros han marcado
su vida?
Por otro lado, es natural que quienes piensan en un país de
avanzada incluyan programas de desarrollo social basados en la educación y la
lectura: nada como proyectar a un niño con un libro en la mano para ganar las
simpatías del votante, pero no todos los líderes le llegan a los talones a Don
Vasconcelos (el inventor de las cruzadas culturales a principios del siglo XX)
y lo cierto es que ni impulsados por la SEP, por CONACULTA –hoy Secretaría de
Cultura- o por las instancias estatales encargadas del tema , los programas de
fomento a la lectura han logrado que la gente hable de libros en las calles,
que se le vea al ciudadano portándolos bajo el brazo, que se revierta la
cultura del entretenimiento light.
2. En administraciones anteriores, especialmente en la panista
de Marco Adame, destacó el programa “Mujer, escribir cambia tu vida”, promovido
por las escritoras Ethel Krauze y Elena de Hoyos, mientras que apoyadas por Lidsay
Mejía, 77 salas de lectura patrocinadas por la Secretaría de Cultura Federal y
estatal han continuado impulsando diversos talleres de lectura; no obstante,
podemos asegurar que escribir y leer en Morelos son todavía actividades de “juntapalabras”
elitistas. Y si no cuente usted a los asiduos a las presentaciones de libros. No
llegamos ni a una centena de personas quienes acudimos a la Sala Ponce del
Borda, la cafetería que abría sus puertas para tal efecto en el Cuexcomate, el
jardín de Marcela del Río o los eventos que organiza Graciela Salas, directora
de la Sociedad de Escritores de Morelos, en el Museo de la Ciudad.
3. Carlos Anaya Rosique hace una radiografía del sector
editorial en uno de los capítulos del libro titulado “Es la reforma Cultural,
Presidente” (Editarte, México, 2017), que provoca horror. La misma informa que
en Cataluña se producen 8 veces más libros que en nuestro país –recordemos que
además los catalanes son minoría lingüística en el mundo-, mientras que en
Estados Unidos el mercado editorial es 40 veces mayor. Agrega el experto, que
según la ONU, en México sólo el 2% de los 125 millones de personas censadas son
considerados lectores frecuentes, mientras que en Chile y Japón esas cifras
oscilan entre el 18% y el 91% respectivamente, cosas que debería helarnos la
sangre, porque ya sabemos que existe un vínculo entre la educación de calidad y el comportamiento del lector.
Y no es que no exista una oferta en materia de libros, los
hay de todos los sabores, colores y precios, lo que sucede es que no existe una
cultura de la lectura asociada al desarrollo personal y económico del
individuo. Se piensa que leer es perder el tiempo o actividad para “nerds”. (No
puedo evitar contarle, querido lector, lo que me contestó hace años el empleado
de una amiga cuando le llamé por teléfono: “ahorita se la paso, no está
haciendo nada, está leyendo”).
4. Los informes de la Cámara Nacional de la Industria Editorial
Mexicana (www.caniem.com) indican el número
de puntos de venta de libros en el país, pero según Anaya Rosique, además de la
escasez de los mismos existe el problema de que si bien las empresas
editoriales no pagan IVA, las librerías sí lo hacen. Es decir, no se considera
a la industria editorial como un todo cuyos componentes hay que apoyar.
¿Usted cree que alguno de los candidatos que tenemos por acá
en nuestras tierras morelenses estén enterados de que en España la industria
editorial participa con 4% del PIB? ¿Será que los políticos co-hablantes piensen
acercarse a los editores independientes del estado o los talleristas de lectura
y escritura para saber cómo apapacharlos?
Señalamos en esta columna que los candidatos seguramente
propondrán salir de la barbarie intelectual en la que estamos mediante la educación
y la lectura. Pero yendo de lo general a lo particular, ¿cómo es que pensarán
activar el amor por el libro, hermoso y útil objeto de papel que en el mejor de
los casos y dada lo vibrante del diseño editorial termina siendo un “coffee
table book”? FIN.
Artículo publicado en: Diario de Morelos
Por: María Helena González
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