lunes, 12 de diciembre de 2016

Vas a ver: Rafael Tovar y de Teresa

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1.Levantaba la poblada ceja y así uno sabía que había logrado captar su atención; no había mucho tiempo en su agenda para todos los asuntos de su interés y sin embargo prestaba educados oídos y ojos al tema en cuestión, respondiendo siempre con acertada información. Rafael Tovar y de Teresa fue un sensible y culto hombre vinculado al poder y no al revés.
Para entender la importancia del su papel como funcionario público, hay que entrarle a la historia del porfiriato y de la aristocracia mexicana encargada de perpetuar aquello que se considera buen gusto y refinamiento. No solía mencionar su linaje vinculado con los Habsburgo, pero se le notaba en las maneras, la pasión por la ópera, su colección de arte. Dicen que el tema de la cultura popular le costaba trabajo, pero eso tiene que ver con otras cosas, no sólo con lo elitista que pudiera haber sido.
No en balde dicen que infancia es destino: cuando murió su padre, el Dr. Rafael Tovar y Villa Gordoa, él y su hermano Guillermo eran muy jóvenes y tuvieron que ser amparados por su abuelo Guillermo de Teresa y Teresa, en un ambiente en el que los libros, las antigüedades y las obras de arte eran importantes. Eso consolidó la vocación de ambos. Guillermo llegó a ser notable historiador y coleccionista (falleció hace tres años, siendo el portador de un cerebro que aseguran pesaba más de lo normal). En el libro “Quintas de Tacubaya” (Delegación Miguel Hidalgo, 2012) aparece retratado el ambiente en el que ambos crecieron. No porque fuera su casa, sino porque su familia buscó perpetuar esa manera de vivir en la Colonia Juárez. De allí nace la nostalgia que llevó a Rafael a escribir “Paraíso en tu memoria”, su única novela.
2.Con su partida este sábado, se cierra un ciclo que comienza con la consolidación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) -creado por Víctor Flores Olea en 1988- y termina con la creación de la Secretaría de Cultura federal, cargo al que nunca consideró renunciar, a pesar de saberse enfermo de gravedad.  
Su liderazgo como gestor y funcionario durante la segunda mitad del siglo XX es innegable. Tal legado brilla, en primer lugar, porque por genuina vocación se propuso subirle el tono al tema en un momento en el que se consideraba que el mismo debía depender de la Secretaría de Educación Pública (la malísima idea de que ser culto estriba en aprenderse los nombres de los artistas y sus obras de memoria viene de allí), sin tomar en cuenta que la formación de juicios de valor frente a un mundo que se percibe por los sentidos tiene que entrenarse en museos, salas de cine, conciertos, bibliotecas y que todo esto requiere recursos y autonomía de decisiones, un aparato propio.
Tovar de Teresa echó a andar los tres ejes que se mantienen como esenciales de la política pública dedicada al sector, me refiero a la preservación del patrimonio, el estímulo a la creación y la difusión cultural.  Entrenado por lobos de mar -fue yerno de López Portillo-, enfrentó con brío los retos que le presentó la necesidad de transformar las instituciones culturales afincadas en el viejo prísimo, en el cual se formó. Sus logros incluyen la creación del Canal 22, el Centro Nacional de las Artes, el Sistema Nacional de Creadores de Arte y el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados (PAICE). También hay que mencionar que nuestro estado era particularmente querido por él y que amablemente favoreció la colaboración entre las instituciones a su cargo y las asociaciones civiles dedicadas al ramo.
3. La última vez que lo vi, durante la inauguración de la exposición dedicada al pintor alemán Otto Dix en el MUNAL, tal vez el museo de sus mayores afectos-, se veía decaído, blanco como un papel. Llegó del brazo de María Cristina García Cepeda “Maraki” y se portó como todo un diplomático frente al micrófono; me pareció que el tic que lo caracterizaba había desaparecido. De allí para acá la especulación por su enfermedad volvió a reanudarse. Al final ya no atendía en su oficina de la calle de Arenal, sino en el Auditorio Nacional, a donde llegaba rozando el mediodía.
La incertidumbre con respecto a su estado de salud se presenta como un desaseo de parte del gobierno y se extiende al destino de la institución que dirigió. Se abre la incógnita de quién podría ocupar su cargo, no hay en el panorama ninguna figura suficientemente sólida. Se habla por supuesto de María Cristina García Cepeda,  Saúl Juárez y Teresa Franco porque cumplen con la travesía necesaria en el ramo, pero también se menciona a José Carreño Carlón por su vínculo con el círculo salinista y a Carolina Monroy, secretaria general del PRI, cercana al presidente Peña desde el Edo. Méx.
Lo cierto es que como dice el experto en cultura Eduardo Cruz, Tovar deja muchas viudas y no un delfín. De la Ley de Cultura luego hablamos. Lo que aquí adelanto es que no se resolverá en este período de sesiones del congreso y a la mejor se va hasta el siguiente sexenio. Descanse en paz nuestro querido amigo Rafael Tovar y de Teresa. FIN.


Por: María Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx


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