martes, 19 de octubre de 2010

“Los placeres de Alma”, un grabado que cuenta una historia de amor


Las siguientes son las declaraciones del artista plástico Alejandro Quijano sobre una de las piezas de su autoría que más me han gustado en los últimos tiempos:
“Hace un par de años realicé una pieza que se llama ´Los placeres de Alma’, con la idea de participar en el homenaje que se le realizó a Freud en la Galería Pedro Gerson, del Centro Deportivo Israelita. Durante la breve investigación que realicé sobre el padre del psicoanálisis, encontré que uno de los casos más difíciles que se le habían presentado en su vida profesional a Freud, había tenido que ver con Alma Mahler, como mujer del famoso músico de nombre Gustav, de quien ella toma el apellido Mahler. Cuenta la anécdota, que Mahler no era un hombre muy expresivo emocionalmente, que ella se sentía sola y que al tener frecuente contacto con diversos artistas y ser una mujer atractiva, se le dio la oportunidad de vivir una relación amorosa con Walter Gropius. Lo interesante del caso es que el marido engañado se fue a enterar de todo por un ´error´ o acto fallido. Resulta que Gropius le envía una carta de amor a ella, pero en lugar de dirigírsela escribiendo ´Sra Mahler´, escribe ´Sr. Mahler’, por lo que el marido la abre y se da cuenta de la infidelidad de la esposa.
“Enfurecido, lleva la misiva a Freud buscando tratamiento; la sesión duró más de 7 horas y se dice que para el psicoanalista esta fue la sesión más cansada de su vida, que quedó agotado.
“A mí, como artista, se me ocurrió plantear la historia de ella y no la representación del triángulo amoroso. Por eso esta pieza se llama los ‘Placeres de Alma´. Se refiere a la maternidad –aunque también sufrió la pérdida de dos hijos--, el amor a las artes y el amor al Gropius que la completó, porque no se enamoró de cualquier instructor del gym o persona insignificante, sino de una persona carismática y talentosa. ´Los placeres de Alma’ se refiere a la capacidad de ella enamorarse, de vivir en un mundo de artistas, de ejercer su sexualidad, de ser artista ella misma, de ser mujer cuando no se podía más que ser madre o esposa. Hay que saber además, que no sólo la cortejó Gropius; otros personajes de la época también voltearon a verla.
“La técnica de la pieza: está realizada en placa de aluminio entintada a rodillo, para buscar altorrelieve a partir de placas metálicas –gofrados—que tienen a su vez pequeños grafismos. En términos reales, la lectura de la pieza debe ser simbólica, porque los pechos no corresponden a la anatomía, el vientre está abultado por su maternidad, la flecha que señala el pubis habla de los placeres del cuerpo. El amor y la censura están indicados por los pechos que son ojos al mismo tiempo. El azul Prusia de su cuerpo da la profundidad a la pieza, pero además lo quise así porque es sedativo. Quise representar la serenidad que le dio a su vida ésta relación. Lo que me interesó no es el hecho de que el marido se sintiera traicionado y ella se sintiera censurada, sino el hecho de que ella buscara la felicidad y la placidez en medio del desánimo. Además, quise decir algo de Freud que no fuera lo cotidiano, ni proviniera de la academia. Yo quería proponer que el psicoanálisis está construido por factores humanos, eso es lo inagotable y lo valioso de esta disciplina. Habla de que el ser humano no puede ser destruido ni abordado con teorías parciales. El psicoanálisis es cuestión terapéutica, pero el factor humano incluye la aventura de la vida y eso es lo importante de la lectura de esta imagen, de este grabado que realicé movido por el asombro.”

Alma Marie Schindler (1878-1964) destacó en su Viena natal por su belleza e inteligencia. Hija de pintor, creció en un ambiente privilegiado en materia de alta cultura porque a su casa acudían diversos artistas, entre ellos Gustav Klimt, con quien se sabe tuvo amoríos. La relación con Mahler, quien le llevaba veinte años, no fue fácil para ella porque frecuentemente se veía obligada a dejar sus aficiones personales en aras de ser madre, esposa, copista y lectora de las obras de su esposo. En el verano de 1910, se enamoró del joven arquitecto Walter Gropius, fundador, años después de la Bauhaus. Se sabe que Mahler sufrió mucho por ello y buscó ayuda con Freud. Compuso la Sinfonía número 10 para sublimar esta vivencia y murió meses después. Alma tuvo además un affaire con el pintor Oskar Kokoschka, quien la retrató varias veces. Con Gropius se casó en 1915 y tuvieron una hija que murió de poliomielitis a los 18 años.
Por la persecución nazi, Alma Mahler Gropius Werfel (por su último marido, novelista) viajó a los Estados Unidos y vivió sus últimos días en Nueva York, en donde fue reconocida por su amplia cultura. Llama la atención que depositara en varios pintores (maler en alemán) su amor y que de su obra musical se hable muy poco hoy en día. Ω

sábado, 9 de octubre de 2010

Las “cubanidades” del arte cubano



1.
Cuba vive su insularidad amplificada por el régimen totalitario que la aísla del mundo (la población no cuenta con el internet abierto a todos los portales existentes y las librerías surtidas tampoco existen). Doblemente isla, Cuba se inserta de todas maneras en la sintaxis plástica mundial debido a los esfuerzos de algunos creadores que, obligados por el mercado o no, viajeros ocasionales o no, amigos de curadores y críticos informados o no, luchan por dejar huella de la cubanidad posmoderna en la historia plástica del mundo.

Y es que la isla conoce la pobreza y la cerrazón, pero no en el terreno de la creación artística. Es bien sabido que la promoción cultural siempre ha funcionado como arma propagandística a los regímenes totalitarios y en este caso específico, la producción artística se ha tornado en un aparato importante a la hora de querer conquistar simpatías internacionales. Además está el mercado del arte, generador de las tan necesarias divisas, que en alguna medida condiciona la configuración de las obras que se tornan por ello exportables.

Por otro lado, para nadie es novedad el hecho de que existe una “cubanidad cubana[1]” que se explota mucho y que el turismo compra con gusto ya sea por los valores plásticos innegables de muchas de las piezas o por el sentimiento que despiertan ciertas obras relacionadas con el destierro y la situación de los balseros. Por lo demás, están las obras que como tarjetas postales, representan a los jugadores de dominó fumando puros, las piezas relacionadas con el baile y la música y las “fachadas” cubanas semiderruídas y descascaradas que se han tornado en un leitmotiv, en un “recuerdo de viaje” (en este sentido un reconocimiento merece el mexicano Rafael Cauduro quien en la década de los ochenta adoptó y resignificó este asunto para hacerlo parte de su notable propuesta plástica). Interesante resulta también la elección de los materiales y técnicas empleadas dado que no cuentan con la vastedad de los insumos con los que cuentan los creadores de los países desarrollados y muchas veces se las tienen que ingeniar para expresarse con objetos propios de otras disciplinas o utilizan materiales de desecho como follajes, papel, etc.[2]

Un paseo por las galerías y talleres cubanos se torna en un sondeo necesario por cuanto pueda uno encontrar propuestas interesantes ya que en esa isla hay exposiciones desde los mercados al aire libre hasta las diversas galerías y los museos, pasando por los talleres abiertos al público paseante en el centro de La Habana vieja, sin duda una modalidad “democrática” y novedosa en el terreno del mercado del arte tradicional (entiéndase de los países capitalistas, en los que el mercado se dirige a una élite privilegiada que toca las puertas de galerías cerradas o va por invitación expresa).

Mención aparte merece el museo donde se exhibe el arte cubano, dependiente del Museo Nacional de Bellas Artes, en el que se ven las propuestas más sobresalientes de la plástica nacional desde la época colonial hasta nuestros días. Este edificio de hormigón y cristal es un abrevadero indispensable si uno pretende conocer más a fondo la historia del arte de este pequeño y noble país, aunque no cuente con un acervo abundante.

2.
Como sabemos, “el nuevo arte cubano”, calificación que entre otros se le ha dado a la producción plástica surgida a partir de los años 80 en esa isla, ha venido destacándose en los diversos mercados del arte que se ocupan de la producción latinoamericana. Además de eso, la Bienal de la Habana, pensada según sus curadores para dignificar sus creaciones frente al mundo occidental y los circuitos privilegiados por los grandes coleccionistas a partir de 1984, ha logrado consolidarse como la más importante feria de arte de América Latina. En el terreno ganado a la censura, mucho hicieron las muestras Volumen Uno, Trece artistas jóvenes y Sano y Sabroso, todas en La Habana en 1981[3], además de los trabajos del grupo Puré y Arte Calle en su momento. Sin duda, hoy los artistas gozan de muchas más libertades expresivas que antes, dándose el caso de que aún los antes proscritos y/o expulsados de salones de estudio y exhibición, como Tomás Sánchez, Nelson Domínguez, Juan Francisco Elso, Gustavo Pérez Monzón o Servando Cabrera hoy se exponen como si nada, a lado del realismo social que se alentó hasta los años setenta.

Durante las dos últimas décadas del siglo XX un sinnúmero de poéticas individuales han surgido como respuesta a una necesidad imperiosa de manifestarse individualmente, coincidiendo varios creadores en soluciones propias del llamados posmodernismo como son los retomes, las citas y las combinaciones de lenguajes de las vanguardias históricas.

Así sucede con las piezas de Ángel Alonso (La Habana, 1967) y Agustín Bejarano (Camaguey, 1964). El primero con más de 20 exposiciones personales en Cuba, Estados Unidos, Alemania y Suecia, sintetizando las figuras al máximo, convirtiéndolas en símbolos más que en representaciones individualizadas, coloreándolas con tintes saturados para representar con ciertas reminiscencias del pop art, a los que deciden lanzarse al mar en llantas de trailer y a quienes se conciben solos frente a ciertas circunstancias abrumadoras.

Por su parte, Agustín Bejarano, graduado en pintura y grabado en el Instituto Superior de las Artes en La Habana, ganador de múltiples premios nacionales e internacionales, se ha abocado últimamente a los grandes formatos de sabor contenido por las tonalidades grises y tierras que emplea para sus piezas de orden filosófico no exentas de melancolía –por más que la crítica que ha abordado su trabajo quiera encontrarle visos de buen humor--. Aprovechando algunas propuestas del minimalismo, alejándose de sus series anteriores en las que saturaba los espacios con figuras, trabaja sobre bastidores redondos sin enmarcar, les aplica texturas con pastas cerámicas y luego dibuja –su obra ahora es más gráfica que pictórica-- al hombre solo que somos todos enfrentado a situaciones extremas que sin embargo no sentimos penosas o amargas ya que la intención del artista siempre va por el lado de la metáfora; jamás implica una anécdota o narra situaciones reales y no cae en el “balserismo” del que hablábamos.

Antonio Canet (Casa Blanca, 1942 , La Habana, 2008 ) se hizo conocido a partir de la década de los sesenta por sus representaciones de la ciudad con sabor costumbrista y poco a poco fue desembocando en un expresionismo abstracto colorido sin pudores, gráfico en alto nivel por su incesante labor como grabador. Hoy en día Canet es un pintor reverenciado por muchos no sólo por la calidad de su obra de tenor expresionista que en ciertos momentos recuerda a Tápies, sino por su actitud de vida exenta de poses, cumpliendo con el postulado del arte por el arte, sin interesarle el mercado de sus obras con fines de lucimiento. De este grande de la plástica cubana, a quien Lezama Lima le dedicara varias páginas de “La visualidad infinita”, libro de crítica indispensable para entender la historia del arte del país, se present ó durante el mes de marzo en Quito, Ecuador y luego en Venezuela y Chile .

En fin, que creo que más allá del análisis estético que se pueda hacer, se plantea aquí el asunto de la situación política de la isla más isla de todas porque por más que el tema principal sea el urbano, la descomposición del régimen y el trato que reciben los cubanos en el mundo –recordemos el caso de la aplicación arbitraria de la Ley Burton-Helms por los directivos de cierta cadena hotelera de capital norteamericano en México-- dejará sus huellas en las obras plásticas y es que la libertad de expresión de la que gozan hoy en día los creadores puede tener que ver también con uno de los discursos más difundidos de Fidel (diciembre 2006), en el que acepta que las cosas no marchan tan maravillosamente al interior de su gobierno: el ocaso de la dictadura tendrá, como es de esperarse de los creadores sensibles, a sus primeros cronistas. Æ

[1] Si me aventuro con los términos empleados pido perdón, se trata de la emoción del espectador emocionado ante lo cubano.
[2] No confundir en este caso con las piezas de Juan Francisco Elso y de José Bedia, quienes hicieron un “arte povera” a destiempo y fuera de la isla por gusto y no por necesidad.
[3] Cfr. “Déjame que te cuente. Antología de la crítica en los ochenta“, trabajo de Margarita González, Tania Parson y José Veigas. Artecubano Ediciones, La Habana, 2002)