lunes, 11 de noviembre de 2019

Vas a ver: Poéticas plásticas morelenses

1.
Edgar Assad es un verdadero poeta de la plástica y se nota en las dos muestras que montó recientemente en el Museo de la Ciudad o MUCIC, como también se le conoce a ese recinto (del 10 de octubre al 25 de noviembre).  Por poéticas de la plástica entendemos aquellas propuestas que como efecto estético buscan la evocación. Frente a las mismas debemos partir de la lectura formal, pero de inmediato hay que recurrir a la asociación de ideas para que florezca el sentimiento. La poética se ofrece al alma, evade la conceptualización que tanto ha movido al ser humano después del Positivismo. Las poéticas plásticas tocan lo sublime y sorprenden. Y por supuesto nos enamoran más que abordajes como el mal Hiperrealismo, basado en la mera técnica. 
Si a esto que les cuento le añadimos que hay por allí quienes se levantan a vivir con una actitud estética, entonces tenemos que agradecer que existan posturas que nos devuelven el alma. De esto hablaba Höelderlin cuando acentuaba la importancia de la fascinación. 
“Dos años y 21 días”, curaduría de Edgar Assad se inauguró exactamente en ese lapso de tiempo transcurrido desde el terremoto que azotó Jojutla, lugar donde él habita. Hoy domingo me cuenta que el sismo está muy fresco todavía, que éste modificó completamente el paisaje y que de la noche a la mañana nos dejó sin memoria: “Mi madre ya no sabía por dónde caminar. Y sin embargo, como la vida tiene un proceso de recuperación natural y el dolor te ayuda a sobrevivir, me puse a trabajar en este montaje que da cuenta de cómo vivimos ese hecho de la naturaleza. Me encontré por metro cuadrado con un montón de materiales que dan cuenta de lo que sucedió en términos emotivos. El mola mola (nombre de una de las piezas expuestas) es un pez que implica malos augurios; como es un animal de los abismos, cuando aparece en la superficie anuncia malas faenas para los pescadores y como el terremoto generó saqueo, vandalismo, nostalgia, etc., el pez simboliza el inicio de lo que sucedería después. Pero pensé que era pesimista cerrar así la colectiva y por eso le pedí a Fernanda Araujo que me prestara esa pieza de alambrón que representa a un hombre vacío; puesta allí significa el ser al que pudiéramos rellenar. Significa que estamos en pie, eso sirve para pensar la Jojutla de hoy”. 
Otra de las obras expuestas es un diálogo entre Nelva Basáñez y él. Se trata de dos charolas de madera en la que los albañiles mezclan el cemento; en una hay un mini tótem que habla de cómo se construyen cosas, un elemento sobre otro, en la otra bandeja había un espejo que irónicamente se rompió y hoy no está en la muestra, en cuya cédula dice “como te ves me vi, como me veo te verás”.  
También verá usted, querido lector, una instalación efímera de Edgar Ortega Méndez (de quien exponemos actualmente una obra en la vitrina arquelógica del Borda), que incorpora ramas de un árbol que se metió por la ventana en una casa en Jojutla, poniendo en evidencia la destrucción que generó el terremoto, pero también la vida que parte de esa vicisitud. 
“Tiempo de albañiles” es un reloj que habla de la presión que vivieron quienes se dedican a la construcción para que se terminaran velozmente las nuevas casas, pero como su mecanismo, que incluye una lata de atún (de esas miles que les llegaron a los damnificados) va al revés, también habla de las ganas de echar el tiempo para atrás que experimentamos todos.  
Finalmente fíjese usted, en qué hay una mesa que reúne tepalcates y piedras, eso habla de que el terremoto dejó 2500 años de ocupación de la zona, desde el preclásico hasta nuestros días, y por eso están allí expuestos, simulando una mesa de trabajo arqueológica.   
2.
“Patology”, muestra de obras del propio Assad, alude a la enfermedad que experimenta nuestro planeta a causa del plástico. Incorpora piezas intervenidas (compradas por él en bazares de viejo para transformarlas luego con el objeto de resignificarlas). Así, tres tipos de paisaje pintados por autores desconocidos, muestran “inocentes” patitos de plástico que tardarán miles de años en disolverse. Y sus otras piezas “puntillistas” hablan de los millones de tapitas de plástico que invaden el mundo. En su no disolvencia, disuelven la naturaleza. Eso se ve claramente en la botella de Cloralex que se confunde con su entorno, obra saturaciones que habla de la saturación plastificada que nos está matando.
3.
Hoy hace 19 años que nos dejara el coleccionista y experto en arte popular Guillermo Helbling, pero por esas coincidencias raras de la vida, el aniversario coincide con el hecho de que hoy se llevará a cabo la dictaminación del XIX Concurso de Arte Popular y Tradicional, asunto que le concierne al Museo Morelense de Arte Popular (MMAPO), hoy dirigido por la diligente Gudelia Colín, quien se empeña todos los días en hacer un estupendo trabajo y de la mano de los expertos en esa materia monta muestras como la que inauguró este viernes, centrada en esa maravilla mexicana que es la cartonería. 
La colección que brilla de tan bonita, es del señor Fernando Betancourt, director del Centro Cultural “El Cuco Machorro” de San Luis Potosí y muestra una rica variedad de hermosas figuras que representan el catálogo tradicional de esa técnica artesanal, desde las muecas en paños menores, hasta los diablos, soles y judas. 
 4.
Estela Barona y Tere Güemes se presentaron este sábado en el Centro Cultural Las Campanas, un espacio que está tomando una vida que ya hacía falta en Cuernavaca. Hoy, gracias a la incansable labor de la Barona podemos reírnos a carcajadas y aprender historia del arte porque a su espectáculo, basado en las vidas de Frida Kahlo y Chabela Vargas no le falta nada. Van de lo personal al México de la época, retratando situaciones y anécdotas increíblemente bien seleccionadas. Enhorabuena. Se presentarán de nuevo el sábado 16 de noviembre a las 5:30 y 7 pm. FIN.

María helena gonzález
helenagonzalezcultura@gmail.com

lunes, 4 de noviembre de 2019

Vas a ver: Después del Miquixtli...

1.
No estoy segura de si se pueda afirmar que la noción de BARRIO se reposicionará en nuestro “culto vocabulario” después del Miquixtli vivido este fin de semana. No sé si el análisis post fiesta alcanzará para valorar eso que tanto defendía nuestro amigo Víctor Cinta cuando nombraba y recordaba el sabor de los barrios que conforman Cuernavaca. Lo que sí habremos de revalorar es el sabor del Centro de la capital morelense, hoy alegre porque se vistió de fiesta, a pesar de lo sucio y descuidado que lo tienen las autoridades municipales.
Este fin de semana, en la geografía cultural del estado volvió a brillar el emblemático Jardín Borda.  Miles de personas formaron un río sui generis que no dejó de circular entre los parterres que conforman el jardín colonial. Miles de personas escucharon música, adquirieron mercancías a los artesanos, entraron a la sala de la exposición temporal dedicada al Segundo Imperio Mexicano y admiraron el retablo neobarroco diseñado por el arquitecto Gerardo Palma para la ocasión.
En unos cuantos días, la enorme pieza elaborada por el equipo de la Dirección de Museos y Exposiciones de la STyC perderá la gama de violetas que le dio un singular contraste con la fachada azul del inmueble (son tintes análogos). Poco a poco veremos cómo se esfuma la consistencia de los suaves pétalos de sus cientos de flores, como su cuerpo de papel de china y cartulina iris nos lleva a pensar en las contradicciones de lo biodegradable. Pero estoy segura de que permanecerá en la memoria de la gente que quiere ver bonito el centro de la ciudad. 
Con el tiempo diremos que este trabajo manual fue un capítulo más del Arte Popular morelense, no sólo por la técnica con la que fue elaborado, sino porque recupera elementos iconográficos de la Capilla de la Tercera Orden, el Ex Convento de Tlayacapan y la fachada de la Iglesia de Xoxocotla, a la vez que incluye dos reproducciones de pinturas basadas en aquella fotografía de Zapata tomada en 1911, en el Hotel Moctezuma por F. Mackay o F Moray, es decir, contiene elementos de la historia del arte local.
Y tal vez está mal que lo diga, querido lector, porque peco de poca modestia al tener algo que ver con la vida actual de este inmueble, pero no puedo dejar de mencionar que este montaje inédito, este arco efímero, le dio un sello particular a la actual administración gubernamental carente de recursos. 
2.
Desde tiempos inmemoriales, sabemos que las fiestas tradicionales modifican la vida familiar y la pública, pero tal vez lo mejor que hacen es distraernos de lo mediático. Por obra y gracia del jolgorio dejamos de enterarnos un rato de los crímenes, corrupción, violencia y demás atrocidades que nos circundan. 
Las vacaciones sirven para librarnos del peso de la vida rutinaria. Las remembranzas colectivas aligeran la experiencia individual de desasosiego. Pero lo interesante y lo valioso es que no se trata del famoso “pan y circo”, generado desde la esfera política, sino del ánimo colectivo que opera entre nosotros desde tiempos inmemoriales. La fiesta es un mecanismo de defensa contra el miedo. 
En nuestro país y en Morelos se viven la Cuaresma, la Semana Santa y la Navidad.  Esta última cada vez más globalizada y agringada, pero estos días dedicados a los difuntos son especialmente valiosos porque catalizan lo que de espiritual y ritual todavía tenemos. Ojalá nos duren el anhelo del olor a incienso y a copal y el antojo de pan de muerto. De alguna manera todo este sensorio nos aquieta. 
Bendito Miquixtli, aunque es mucho trabajo, ya quiero que vuelva. FIN.

María helena gonzález
helenagonzalezcultura@gmail.com